Faltan propuestas y sobran sospechas

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No hay certezas ni planes. Sólo sospechas. Nada que ver con la mentira. Porque la sospecha es un presagio posible que se enreda con una verdad tramposa que juega a las escondidas. No necesita pruebas. Se sospecha de los paros, de los ministros, de los gremialistas, de los candidatos, de los jueces, de los pañuelos. No quedan propuestas, sólo presentimientos.

Las sospechas volvieron a rodear al traumatólogo Macarrón. Lo acusan de contratar un sicario para eliminar a esa señora, la suya, que murió en su lecho, con la bata de seda puesta y sin cerraduras violentadas, mientras Macarrón trataba de embocarla en la cancha de golf de Punta del Este. “Se puso lejos de la escena de crimen –cree el fiscal- para no despertar sospechas” Pero las la sospechas siempre están despiertas.

La meteoróloga Sol Pérez le contó a Marcelo Tinelli que había encontrado un espectro cuando fue a ensayar al estudio de ShowMatch. “Te juro por Dios que había un espíritu”. Los fantasmas se han vuelto muy confianzudos. Y muchos no ignoran que Sol empezó describiendo la cola de los tornados y al final se olvidó de los tornados. Ella, que veía venir huracanes con malas intenciones, sintió en su camarín la presencia de un fantasma zafado. Y prefirió no mirar más porque sabe que debajo de las sábanas siempre aparecen cosas raras.

Hasta los bastones de Calafate se vuelven dudosos siguiendo la pista de una ex que creía que todo era suyo

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Contra la violencia… ni un paso atrás

La justicia anduvo por el sur tratando de averiguar si el bastón presidencial que guardaba la ex presidenta era el que le había negado a Macri. El Fiscal federal Jorge Di Lello citó como testigo al orfebre Juan Carlos Pollaroid para determinar la autenticidad del bastón allanado en Calafate. ¿No es un país de locos? ¿Se habrá guardado la banda y la Bic como souvenir presidencial? Hasta los bastones se vuelven dudosos siguiendo la pista de una señora que creía que todo era suyo.

Hay tantos dobleces en el aire, que a la gobernadora Vidal no le quedó otra que aspirar al desdoblamiento eleccionario. Ahora todos empiezan a relojear encuestas y calendario. ¿Y si en el 2019 los índices económicos mejoran? calcula con temor la barra de la coima encuadernada. ¿Y si seguimos sin pegar una y no llegamos a las elecciones? meditan los tariferos insensibles del clan Lagarde. El desdoblamiento está a la vuelta de la esquina. En Gobernación saben que el lastre de Macri cada vez pesa más. Despegarse es la meta de los estrategas. Y sueñan con adelantar, atrasar o lo que sea para estar en las boletas lejos del alquimista fallado que, lo que toca, encarece. No quieren poner el capital político de María Eugenia bajo el mando de un engañador trimestral.

Saramago en su novela Ensayo sobre la ceguera, nos habla de la ceguera de los que tenemos buena vista y no queremos ver o hemos perdido la costumbre de saber mirar. Saramago dice que «hay que cerrar los ojos y ver». Ahora, entre nosotros, hay mucho ciego voluntario que se niega a reconocer lo que salta a la vista. De uno y otro lado. No ven los cuadernos ni la pobreza. Y llegan con su mirada sólo hasta donde les conviene. Como dice el francés Emmanuel Carrere: “No creen lo que ven; ven lo que creen”.

Inflación, bombas, amenazas, sospechas. Todos los temas retornan a esta realidad circular donde “nada se transforma, algo se pierde y todo se repite”. Por eso, eligen esperar. La clave es quedarse quietos y aguardar los porrazos ajenos para ganar posiciones. Los del gobierno presumen que los saqueadores de la otra orilla van a terminar dándoles chances. Y la suprema bastonera imagina que el actual desbarajuste económico va a acabar santificando los bolsos con dólares y hasta los escones parroquiales. La idea de construir mirando más lejos escapa a las posibilidades. Demonizar al otro es el único proyecto entre opciones penosas y grietas insalvables.

La naturaleza como siempre hace su parte con metáforas elocuentes. Por aquí, en nuestro planterío, la puja entre golondrinas y. estorninos revela la mensajería lastimosa de un país que se comunica con picotazos más que con palabras. Y por allá, el gobierno agrega sospechas con sus declaraciones: “No lo vamos a poder reflotar, es imposible”, dijeron esta semana. ¿Hablaban del submarino ARA o del país?

(*) Periodista y crítico de cine