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Opinión |TENDENCIAS

Un año electoral sin espacio para prometer experimentos alejados de la austeridad

Por RICARDO ROSALES

RICARDO ROSALES

18 de Diciembre de 2018 | 03:06
Edición impresa

¿Qué podría pasar con la economía en el 2019? ¿Y qué sucederá en el país con otro gobierno del 2020 en adelante? ¿Qué destino tendría el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, los vencimientos de la deuda, con el nivel de actividad y el empleo? El riesgo país de la Argentina, algo así como la fiebre de las dificultades económicas, están desde noviembre en un nivel alto, por encima los 720/ 730 puntos, reflejando el castigo de los mercados financieros a la capacidad de pago soberano y los miedos electorales de las presidenciales de octubre próximo. En las últimas semanas, el nivel del debate económico local levantó un poco la mira y los reproches al oficialismo o la herencia K empezaron a trasladarse hacia adelante. ¿Qué hacer de ahora en más para no seguir en la zona de descenso y declive permanente?

La IV Conferencia de Economía Internacional, la visita de varios especialistas, los rebotes del G 20 y los cachetazos provenientes de la coyuntura mundial, que no auguran un escenario fácil, pueden haber ayudado a elevar la discusión de los problemas económicos locales. Aunque el impulso no vino solo del lado académico: los distintos sectores políticos, con matices, empiezan a tomar conciencia que ninguno podrá hacer magia y prometer demasiado en la campaña del 2019. La Argentina necesita de varios períodos presidenciales de disciplina fiscal y de administración ordenada. Además de haber digerido la idea que habrá Fondo Monetario Internacional por bastante tiempo. El país, sin redes en los mercados financieros, no tiene otra que aferrarse a este organismo prestamista de última instancia, hasta que pueda recuperar una reputación y volver a un mercado voluntario de préstamos.

En un escenario de estas características, la política tiene escaso espacio para prometer experimentos alejados de la austeridad fiscal o imaginar algo de fiesta populista. El riesgo es tan alto como terminar en un escenario de default, una debacle económica mayor y una fuga de capitales inmediata. Y los tiempos de estos peligros son bastante escasos. El país no está en una crisis similar a las del 2001 o al borde de un abismo, pero las expectativas podrían desembocar en esa creencia si las señales que provienen de la política y la dirigencia suenan confusas o alejadas de la disciplina fiscal. En más de un aspecto, podría ocurrir que la Argentina cambie su conducta del pasado o reitere sus crisis. ¿Será posible tal cambio en tan poco tiempo?

En las últimas semanas, la gestión monetaria del Banco Central ha cosechado adeptos aunque sin mucho entusiasmo. Guido Sandleris pudo anticipar el desarme del piso de tasa del 60% en diciembre, y bajar lentamente la tasa de internes de la Leliq sin que la cotización del dólar se escape. La meta de crecimiento de la base monetaria fue sobrecumplida, y el sendero de precios parece ir hacia la baja en un ritmo dentro de las previsiones que hizo el ministro Nicolás Dujovne. En materia fiscal la perspectiva se presenta algo más frágil. El gobierno macrista ha estado sobrecumpliendo las metas y cuenta con un pequeño colchón. Pero la baja en términos reales de la recaudación impositiva en los últimos dos meses ha encendido alguna luz de alerta: si la caída fuera coyuntural y debido a un problema de liquidez, el traspié sería momentáneo. Pero si fuera una tendencia que se extendiera por la fuerte recesión, el programa fiscal estaría en problemas.

El interrogante mayor es qué ocurrirá con los vencimientos de deuda. Hasta fines del 2019 el Fondo Monetario Internacional financia todos los compromisos. Luego, el programa está en blanco y nadie tiene certezas con los que ocurran en el 2020. El macrismo, que espera renovar en las presidenciales, dicen que Dujovne tiene en marcha un plan para generar un “sobrante” de alrededor de 15.000 millones de dólares que permitiría a la Argentina afrontar los pagos soberanos del 2020. Quizás sea posible, aunque es difícil suponer que ese plan ocurrirá sin la venia del Fondo Monetario. Además que esto también depende de un sobrecumplimiento fiscal, que daría oxígeno para no usar los dólares que desembolsará el organismo monetario.

Otra versión habla de la necesidad que la Argentina avance hacia una reestructuración de su deuda, cambiando los bonos de vencimiento corto por otros de más largo plazo. Claro que, como la sensibilidad sobre la deuda es muy alta, se menciona que esa propuesta se haría con el aval del Fondo Monetario Internacional, de manera de evitar una corrida y que todos quieran cobrar sin renovación. Por ahora se tratan de propuestas sin nada concreto. La llave de estas alternativas estará en cabeza de Christine Lagarde, la titular del Fondo Monetario y en el voto del gobierno de los Estados Unidos, los actores reales que sostienen el programa financiero de la Argentina.

 

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