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“Roma” de Alfonso Cuarón

A Cleo con Amor (****)

“Roma” de Alfonso Cuarón
19 de Diciembre de 2018 | 15:03

          Roma muestra la vida de una familia de clase alta mexicana a principios de la década de los ‘70. La madre trabaja, el padre, bastante ausente, trabaja aún más y los hijos van a la escuela y juguetean por toda la casa. Pero la protagonista principal aquí es Cleo, la empleada doméstica. Cleo vive para la familia, limpia constantemente las habitaciones, lava la ropa y hasta cuida de los niños. En su tiempo libre trata de encontrarse un amor, un joven estúpido que practica karate porque es parte de los Halcones (grupo paramilitar mejicano).

          En uno de los viajes de trabajo del padre de la familia, se empieza a notar algo extraño. El padre no vuelve. Tal vez se ha ido con otra mujer, pero no se sabe bien porque a los chicos no nos cuentan nada. Porque al comienzo, el espectador estará en el lugar de los niños. Los hijos son los que consideran a Cleo parte de la familia. No así los padres, que en cada momento le hacen notar la diferencia. En realidad no la aprecian. Pero el que más la desprecia es su novio, que decide dejarla para siempre cuando ella le cuenta que está embarazada. Entonces lo que en un principio parecía ser una película que aborda un conflicto de clases, ella trabajando a cambio de poca felicidad para hacer felices a los ricos, se transforma en un conflicto de género. Los hombres, el padre y la pareja de Cleo, le han dejado a las mujeres toda la responsabilidad de los hijos de la manera más cruel. Así, Cleo y la madre de la familia, iniciarán otro tipo de camino, otra forma de alianza para hacerse fuertes en la injusticia.

          Pero lo más imponente de la película es la proeza visual de Cuarón. En realidad, Roma se trata de una seguidilla de virtuosísimos planos secuencias (aquellas tomas largas sin cortes que exigen una coreografía visual y sonora extraordinaria). Todo con un fotografía sofisticada en blanco y negro. Por ejemplo, el plano inicial dura más de cinco minutos. Sobre los títulos se ve agua escurriéndose lentamente en las viejas baldosas del piso de la casa y luego a Cleo limpiando el garaje. En otra escena, en un solo plano continuo, se ve la totalidad de un incendio dantesco en el bosque de unos ricachones. Algunos hombres llegan para empezar a apagarlo, son los empleados de la casa de fin de semana. Luego llega toda la gente bien de la fiesta que se celebraba allí para contemplar el espectáculo. Más tarde, llegan niños y entre que entorpecen y ayudan para apagar el fuego. Finalmente hay tiempo para que un europeo cante en su idioma una canción entera mientras mira nostálgicamente como el fuego lo aniquila todo. Esto no hace que los planos sean aburridos, sino todo lo contrario. Los hace musicales, bellos y extraordinarios.

         El problema es cuando se empieza a notar que el cuidado de cada plano, la coreografía interna y el ritmo milimétrico, parece atentar contra lo que pueden llegar a conmover la historia y sentimientos de cada personaje. Se puede sentir una empatía de clase social con Cleo al inicio, pero al mostrarse casi siempre en planos generales y al ser su actuación tan fría (Yalitza Aparicio, la chica que la interpreta, no es actriz) se hace un poco esquiva y cuesta emocionarse con ella, así como con otros personajes también. Roma, entonces, en el transcurso del relato, parece ir perdiendo en sentimientos reales, y de esta manera la habilidosa fotografía va disolviendo su sentido. Lo opuesto ocurría en Gravedad, ganadora del Oscar, también dirigida por Alfonso Cuarón. Donde los sentimientos hacia el personaje de Sandra Bullock, con la historia de su hija, y hacia el de George Clooney van creciendo y progresando a la par de la emoción por lo visual.

         Si sumamos a eso una escena innecesariamente cruda hacia el final, se empieza a descomponer todo el gran evento audiovisual que pretende ser Roma. Cuarón, de los directores más hábiles del mundo, no termina de cumplir sus objetivos. Tal vez, por ya suponer con anterioridad la dificultad de que esta empresa esté a la altura de sus anteriores producciones, y a pesar de ser un ferviente defensor de las salas cinematográficas, accedió a estrenarla en Netflix.

          Existe una pregunta latente que nadie se preocupa en responder. ¿Por qué esta película se llama Roma? La razón es porque hay una respuesta muy fácil y rápida que tiene que ver con el lugar donde sucede. Todo ocurre en México DF y en particular en Colonia Roma, un barrio característico de familias de clase alta mejicanas. Pero tal vez, la idea de “Roma” puede tener pretensiones específicamente artísticas. Remite de manera evidente a las películas italianas clásicas y a las sucedidas en la ciudad de Roma. A partir de la gran producción y el blanco y negro se hace referencia al cine de qualité europeo, con la utilización de espacios reales y de no actores al neorrealismo italiano, y hay algo del realismo mágico feliniano con el canto en el incendio y la onírica escena donde los Halcones entrenan en el desierto. Roma en realidad es la película más autobiográfica de Alfonso Cuarón y Cleo representa a Libo, la verdadera empleada doméstica que trabajaba en esa época en su casa. Así Cuarón hace un homenaje a dos pérdidas importantes. A su infancia y a su amor por el cine europeo. Con el paso del tiempo se evidencian estas pérdidas a causa de sus relucientes canas y por dedicarse a realizar superproducciones hollywoodenses. No casualmente el novio de Cleo decide dejarla en medio de la proyección de una película. Cuarón canta una melodía visual y mira con nostalgia a la infancia perdida y a una corriente del cine abandonada que languidece mientras el fuego del olvido lo consume todo.       

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Soy Facundo J. Barrionuevo, Profesor en Comunicación Audiovisual y en este espacio vamos a compartir una mirada crítica a los estrenos cinematográficos + caprichos varios.

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