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Información General |IMPRESIONES: ENTRE EL HUMOR Y LA REFLEXIÓN

Buzones que aguantan y cartas envenenadas

Buzones que aguantan y cartas envenenadas

ALEJANDRO CASTAÑEDA

30 de Diciembre de 2018 | 02:34
Edición impresa

Sólo quedan seis buzones en pie en La Plata. Forman parte del patrimonio cultural de una ciudad que escribe poco y sólo lee telefonitos. El Correo hace tiempo que se ha quedado sin encargues. Sólo las multas y las boletas partidarias vienen en papel. Muy lejos han quedado los viejos carteros que con bolsos más pesados que los de Papa Noel iban timbreando para descargar buenas y malas. Eran mensajeros portadores de datos valiosos. Nadie gastaba una carta para enviar algo banal. Con los nuevos tiempos la caligrafía se ha perdido. Los chicos ya no escriben, teclean. Los grafólogos, que alguna vez sirvieron para orientar rumbos y explicar personalidades, se han quedado sin trabajo. Los chicos que se atreven a escribir algo, usan solo la letra de imprenta. El manuscrito se ha perdido entre emoticones y predictivos que te van adivinando los sentires. Y los carteros no saben adónde llevar los mensajes desoladores de esos remitentes desamparados que no encuentran buzones para echar sus pesares.

Por suerte la estafeta del Vaticano sigue muy operativa. La mensajería de Bergoglio siempre tiene espacios vacíos que se deben llenar con suposiciones. En el abecedario de la Iglesia, lo esfumado ha sido esencial. Sobre ese lenguaje ha edificado ideología, supervivencia y fe. Y por eso les cuesta trabajo a los expertos de la Rosada desclasificar los matices de una prosa papal que en un santiamén pasa de los Evangelios a las internas. Y que, en las salutaciones sinuosas que manda, parece preguntarle al Gobierno por qué Lázaro aquí no se levanta nunca.

Los seis buzones que siguen de pie son parte de la escenografía fundacional de una ciudad que no tuvo infancia. Nació con la obligación de ser grande de nacimiento y se ha quedado por eso en un crecimiento con poco regocijo, sujeta a un urbanismo papelero que primero hizo los ministerios y después fabricó la burocracia. Los viejos pobladores han dejado cartas, frases y recuerdos en estatuas que mal o bien prometen alguna intriga. Esas palabras rescatadas no aportaron demasiado, pero son por ahora los únicos recuerdos ocultos que tenemos. A falta de grandes secretos, habrá que intervenir los armarios hogareños en busca de algún misterio secundario que ilusione a los arqueólogos

En estas recalentadas festividades el toque de realidad, entre tantos muñecos, lo dio el ministro de Energía. Su carta a los Reyes sólo traía otro tarifazo. Le dio tanta vergüenza que la firmó y se fue. El anuncio llegó en plena semana festiva, haciendo gala del sentido de la oportunidad de un Gobierno siempre dispuesto a enseñarle al vecino que la única religión de estos días son los ajustes. ¿Por qué eligieron esta fecha? La gente terminaba de celebrar la Nochebuena y entre paquetitos y augurios trataba de aprovechar lo que quedaba del arrollado. Pero justo allí, bajó de la chimenea el ministro. Su mensaje navideño fue claro: no se crean que el año que viene la cosa será muy distinta. Para evitar que el 2019 empiece con malas noticias, le sumó otro despropósito a un 2018 que llegó como un cachorro gracioso y prometedor y se escapa afligido y con la cola entre las patas

Esta ciudad no tuvo infancia. Nació con la obligación de ser grande desde el primer día

 

Antes, los carteros y esos buzones eran cómplices de aquella ilusión que nos exigía escribirles cartas a mano a los Reyes Magos, esos embajadores noctámbulos que obligaban a las familias a montar una escenografía de entrecasa con pastito agradecido. Somos herederos de una mitología en retirada que ahora exige reverencias a otros dioses menos piadosos. Y que en nombre de la estabilidad y el cambio nos tienen con poca agua en un desierto donde hasta los camellos empiezan a flaquear. Los Reyes van a negociar con lo que queda en el monedero y los padres van a tener que armar un relato convincente para lograr que a la hora de las cartitas los chicos miren más el maxi kiosco que las vidrieras de la tecnología. Melchor y su banda andariega vienen siendo goleados por un gordo clientelista que se queda con el medio aguinaldo. Y los Reyes van tener que responder con privaciones al dictado de una economía de juguete que ha convertido al chiche en una inversión.

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