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“Llámame por tu nombre”: descubrir el amor y descubrir la soledad

“Llámame por tu nombre”: descubrir el amor y descubrir la soledad

Timothée Chalamet, Armie Hammer y un amor de verano / outnow

Alejandro Castañeda

23 de Febrero de 2018 | 03:55
Edición impresa

 

LLAMAME POR TU NOMBRE, de Luca Guadagnino.- Estamos en la Lombardia, en una casona de una familia culta y pudiente. Vacaciones de verano, lectura, chapuzones, ocio, calma. El dueño de casa, un académico muy juicioso, recibirá a Oliver, un aventajado discípulo que viene de Estados Unidos para ayudarlo en trabajos de investigación. Oliver será uno de los protagonistas; el otro es Elio, el hijo del dueño de casa, un adolescente en plena etapa de iniciación y descubrimiento.

Elio tiene una noviecita y está en pleno despertar. El recién llegado le abrirá las puertas a un mundo deseado y temido. Con mucha delicadeza (y algún exagerado clima dulzón que no permite ni enojos ni nada fuera de tono) Guadagnino se mete en puntas de pie en esta historia de amor. El paisaje, los juegos en el agua, los atardeceres, los paseos en bicicleta por la villa cercana refuerzan el deseo y el romanticismo de un relato que se potencia en las lecturas, en las notas del piano, en las diapositivas, en los hallazgos arqueológicos, todas piezas que multiplican la sensualidad de un verano lleno de calor, desafíos y nuevas fragancias.

Elio vivirá su gran amor. Aprenderá a sentir y a sufrir. El padre, en un magnífico monólogo final, le dirá que “cuando menos lo imaginás, la naturaleza encuentra los puntos más débiles de nosotros”. Y le enseña a no ocultar el sentimiento ni el deseo: “Nos desprendemos de tantas cosas para no sentir demasiado y al final a los 30 años quedamos en quiebra”. Voluptuosa, culta, reflexiva, algo extendida, el film –como lo ha dicho Guadagnino- no se centra en “la homosexualidad sino en el deseo y en el amor”.

Se fue el verano y llega el invierno a todas partes. Elio está desolado. Pero la naturaleza enseña que después del invierno vendrá el renacer. El padre le dice que tenemos un solo corazón y que hay que dejarlo que aprenda a sentir y a doler. El final es triste pero consolador. Elio, frente al fuego, parece ver allí las llamas intensas y fugaces de un amor que lo quemó tanto pero que de a poco se podrá ir apagando. (****MUY BUENA)

 

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