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Por MARIANO PEREZ DE EULATE
mpeulate@eldia.com
Pertenecer a la mesa chica tiene sus costos. El martes, María Eugenia Vidal fue ratificada como integrante fundamental de ese reducido espacio que participa de las decisiones trascendentales junto al presidente Mauricio Macri y que, por decisión de éste, tendrá más sillas ocupadas por el ala política del oficialismo. Para la gobernadora, aquel episodio que la empoderó en el universo Cambiemos significó una suerte de conminación a convertirse en una de las caras oficiales de la defensa del ajuste que deberá llevar adelante el gobierno para reducir el déficit fiscal.
Vidal salió a bancar el ajuste y el regreso al Fondo Monetario Internacional (FMI) desde los medios y con su presencia física pegadita al Presidente. Ayer desde Morón, que es su pago chico y donde gobierna su ex marido, participó con Macri de la inauguración de nuevos corredores de Metrobus para el Conurbano, que es una suerte de ícono macrista de la obra pública desde que el actual jefe de Estado revolucionara el transporte porteño cuando gobernaba la Capital Federal.
La foto fue de innegable unidad y alineamiento, buscando transmitir tranquilidad política. Hasta se grabó un spot de tono esperanzador en el que gobernadora es la coprotagonista.
Vidal gobierna una provincia que sufrirá un recorte de la obra pública para este año de unos 7 mil millones de pesos. Nunca se escuchará una queja pública de ella por este guadañazo, que supone no iniciar ciertos emprendimientos que estaban pautados. “La gobernadora está convencida del camino y forma parte del proyecto”, explican en forma oficial desde el gobierno bonaerense. Puertas adentro, los lamentos existen. El desafío para el vidalismo es tratar de que ese recorte se sienta lo menos posible en el territorio y que no se convierta en un eje de debate sobre su gestión.
“Vidal salió a bancar el ajuste y el regreso al FMI desde los medios y con su presencia física pegadita a la del Presidente”
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Aunque su imagen negativa ha aumentado respecto a pocos meses atrás, coletazos de la saga de aumento de tarifas que pegó fuerte en el Conurbano y de la reciente crisis cambiaria, Vidal sigue siendo la dirigente de Cambiemos con imagen positiva más alta.
Intramuros, ciertas voces del gobierno nacional habrían acercado quejas porque entendían que la gobernadora, contrariamente a otras situaciones traumáticas que ha afrontado el oficialismo, no le estaba poniendo el pecho a las balas desde que se desató la crisis financiera y el dólar empezó su carrera alcista para preservarse.
Está claro que esa situación, si existió, habría empezado a revertirse ayer. Se esperan gestos similares para los próximos días.
Aquella necesidad de transmitir unidad con el gobierno nacional llevó a Vidal a dejar de lado sus diferencias con Emilio Monzó y aceptar que el titular de la Cámara de Diputados se vuelva a sentar en la citada mesa chica. Monzó y el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, habían quedado relegados de la toma de decisiones por el avance de las “caras económicas” del gobierno. Sobre todo, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, coordinadores del gabinete nacional.
Para Vidal, Monzó es una suerte de rival interno dentro del gobierno. Lo es desde antes de que fuera gobernadora, cuando el diputado tenía influencia sobre el armado político de Cambiemos en la provincia de Buenos Aires.
Una vez que Vidal llegó a La Plata y se convirtió en la jefa política del distrito, Monzó fue desplazado de la cuestión bonaerense. La mandataria tuvo de aliado fundamental para esa movida al influyente jefe de gabinete nacional, Marcos Peña, otro “enemigo” interno de Monzó.
Peña y el titular de Diputados discreparon fuerte respecto a la conveniencia de acercar sectores del peronismo no kirchnerista a Cambiemos. El primero nunca quiso; el segundo siempre lo recomendó. ¿El regreso de Monzó significará una revisión de aquella negativa de Peña? En medio de la situación de debilidad objetiva del gobierno, acaso sea tarde para eso. Cuando ayer habló de hacer un “gran acuerdo nacional”, el propio Peña tal vez haya dado una pista de lo que piensan en la Casa Rosada.
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