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Ex "Callejeros" preso por prender fuego a su mujer se casó en la cárcel

El baterista también fue condenado por la tragedia de Cromañón. Su flamante esposa está detenida en el mismo penal de Ezeiza

Ex "Callejeros" preso por prender fuego a su mujer se casó en la cárcel
20 de Junio de 2018 | 11:40

El ex baterista de la banda Callejeros Eduardo Vásquez, condenado por la tragedia de Cromañón y por el crimen de su esposa Wanda Taddei, se casó en el penal de Ezeiza con otra detenida que cumple condena en el mismo complejo, informaron fuentes penitenciarias y el propio imputado a través de redes sociales. En una carta titulada “Después de casi ocho años” y que fue difundida por redes sociales, Vásquez (42) contó que dentro del Complejo Penitenciario Federal de Ezeiza, donde él cumple sus condenas, se reencontró con “Albana”, a quien denomina su “compañera en la actualidad” y a quien conocía “del barrio” cuando eran adolescentes.

“Hoy la vida nos encuentra a ambos presos por errores cometidos en el pasado, pero esto no nos limitó para amarnos, elegirnos de nuevo; hoy para construir un proyecto de vida y de familia juntos. Hoy confiamos, creemos y lo concretamos ante el sagrado acto que significa el matrimonio”, escribió Vásquez en la carta donde también menciona y agradece el apoyo que recibió en un mensaje que recibió del papa Francisco. “Podrán decir que no merezco nada, y un sinfín de calificativos. Pero la vida sola me brindó una oportunidad más”, agrega.

El baterista se refirió a los dos hechos que los tienen condenado a prisión perpetua por el homicidio de Taddei, ocurrido en 2010, y a seis años de prisión por el incendio de Cromañón en 2004 donde en un recital de Callejeros murieron 194 personas. “Los mayores arrepentimientos en la vida y con los que cargaré el resto de mis días, son dos instantes. Instantes que son y fueron infinitos, que jamás terminarán”, dice. “El primero es la noche del 30 de diciembre de 2004, cuando se comenzó a incendiar la media sombra que cubría el techo de Cromañón y perdí amigos, compañeros, fans y a mi amada madre. Y el segundo claramente fue el incidente con quien fue mi esposa, Wanda Taddei”, señala.

Sobre la muerte de su esposa, afirmó: “Creo que jamás lograré entender el motivo por el que me vi enredado en este incidente trágico que le costó la vida a la mujer con la que compartía mi vida”.
En otro tramo de la carta, menciona un “Eduardo Vásquez que se transformó, recuperó las esperanzas y por sobre todo las ansias de vivir que había perdido”.
“Hoy digo gracias a la vida; a Dios; a Francisco; a mis compañeros; también a aquellos que me juzgan y critican. Y sin dudas a vos Albana, gracias por tu amor, Porque encontré en vos la vida, la esperanza y un nuevo horizonte de paz y felicidad”, añade el texto.

Por último, le habla a la “querida sociedad” al mencionar que desconoce “cuál será el mensaje que quisieran escuchar desde un penal”, pero afirma que “es un mensaje de amor y de vida”. “Sepan que aquí, las personas cambiamos, nos transformamos, nos profesionalizamos, y sobre todo aprovechamos como nunca lo hicimos, la nueva oportunidad que nos brinda la vida; que nos brinda Dios. Para así afrontar la continuidad de todo lo que va a venir”, dice el último párrafo.

El homicidio de Taddei (29) fue a las 3 de la madrugada del 10 de febrero de 2010 en la casa de Pizarro 7083, del barrio porteño de Mataderos, donde el matrimonio discutió, Vásquez arrojó alcohol sobre el cuerpo de su esposa y la prendió fuego con un encendedor. Wanda agonizó durante 11 días y el 21 de febrero murió en el Hospital de Quemados porteño. A partir de este caso, se sucedieron decenas de hechos similares en todo el país en los que hombres quemaron a sus mujeres y les provocaron la muerte o graves heridas.

LA CARTA COMPLETA

 

La carta completa que Vázquez compartió en redes sociales

Despues de casi ocho años…

Soy Eduardo Vásquez, ex baterista de callejeros, condenado por la tragedia de Cromañón y por el incidente con quien fuese mi esposa, Wanda Taddei.
Algunos de ustedes tendrán diferentes versiones y opiniones subjetivas en cuanto a mi persona, en cuanto a mi condena penal y social.

Si bien, los primeros tiempos que me vi privado de mi libertad no fueron nada fáciles, más aún con lo sucedido, ya sin mi madre y sin mi esposa, la depresión estaba en la puerta, tratando de acechar a cada instante. Poco me quedaba por hacer para enfrentar ese mundo del que era parte y del que jamás hubiera imaginado pertenecer. Me preguntaba una y mil noches que podría suceder el día próximo, que podría pasar por mi mente ni bien abriera los ojos; no había respuestas.

Despues de la tragedia de Cromañón, momento en el que sentía que ya nada tenía sentido, volvió la luz con la llegada a mi vida de mi hija Valentina.
Mediante el contacto diario desde el penal, pudimos forjar un vínculo que se convirtió en una nueva vida, un regalo y como bien me dijo el Papa Francisco: "Lo que está sucediendo en el penal entre ustedes es un aliento de vida. Y la vida es un regalo, pero un regalo que hay que conquistarlo día a día." Y así sucede, conquisto además, a cada instante la vida, abocándome a tareas dentro del penal como bien lo dice Su Santidad, ya que soy parte de la construcción de espacio de discusión y diálogo, de concientización y educación. Esta esperanza es alimentada y potenciada por mi encuentro con Dios, en ese encuentro crecí como ser humano, como actor social, como padre, como hijo, como estudiante universitario y como un ser sano-racional.

Es así que este año estoy próximo a obtener dos títulos Universitarios: el de Sociólogo y de Trabajador Social, además estoy a cargo del Taller musical del Complejo, espacio donde aliento de alguna manera a muchas personas a superarse a través de la música.

Pero hoy, no solo tengo un horizonte de esperanza en el tema educativo, laboral, social, formativo, sino también en el aspecto sentimental y afectivo.
Me reencontré con Albana, mi compañera en la actualidad, con quien nos conocemos del barrio, cuando éramos adolescentes y con quien vivimos momentos de esos que no se olvidan, y que tantos ella como yo guardamos por siempre. Hoy la vida nos encuentra a ambos presos por errores cometidos en el pasado, pero esto no nos limitó para amarnos, elegirnos de nuevo; hoy para construir un proyecto de vida y de familia juntos. Hoy confiamos, creemos y lo concretamos ante el sagrado acto que significa el matrimonio.

Podrán decir que no merezco nada, y un sinfín de calificativos. Pero la vida sola me brindó una oportunidad más, y no crean que las cosas suceden por casualidad, todo en la vida sucede por un motivo. Los mayores arrepentimientos en la vida y con los que cargare el resto de mis días, son dos instantes. Instantes que son y fueron infinitos, que jamás terminarán. Que se repetirán como una proyección fílmica en mi mente, hasta que esta se apague.

El primero es la noche del 30 de diciembre de 2004, cuando se comenzó a incendiar la media sombra que cubría el techo de Cromañón y perdí amigos, compañeros, fans y a mi amada madre. Y el segundo claramente fue el incidente con quien fue mi esposa, Wanda Taddei.

Creo que jamás lograré entender el motivo por el que me vi enredado en este incidente trágico que le costó la vida a la mujer con la que compartía mi vida. Pero si entiendo los motivos de hoy, esos que hablan del Eduardo Vásquez que se transformó, recupero las esperanzas y por sobre todo las ansias de vivir que había perdido. Hoy envío este mensaje a todos aquellos que siguen brindándome su mano fraternal, sincera e incondicional, aquellos que pueden dar fe de lo que hoy escribo en estas humildes líneas, entre mezclas de melancolía, tristeza y alegría. Sentimientos encontrados y desencontrados.

Hoy digo gracias a la vida; a Dios; a Francisco; a mis compañeros; también a aquellos que me juzgan y critican. Y sin dudas a Vos Albana, gracias por tu amor, Porque encontré en vos la vida, la esperanza y un nuevo horizonte de paz y felicidad.

Querida sociedad, desconozco cuál será el mensaje que quisieran escuchar desde un penal. Este es un mensaje de amor y de vida. Sepan que aquí, las personas cambiamos, nos transformamos, nos profesionalizamos, y sobre todo aprovechamos como nunca lo hicimos, la nueva oportunidad que nos brinda la vida; que nos brinda Dios. Para así afrontar la continuidad de todo lo que va a venir. Hoy transformo mi vida, cada día, luchando con la adversidad para romper con la tangente que se abrió en un momento de ella, recobrando poco a poco mis sueños y anhelos.

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