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Lo que deja María Eugenia Vidal y lo que prepara para su futuro político

Lo que deja María Eugenia Vidal y lo que prepara para su futuro político
Mariano Pérez de Eulate

Mariano Pérez de Eulate
mpeulate@eldia.com

27 de Octubre de 2019 | 21:10

Hace cuatro años, cuando fue electa gobernadora, todo el mundo le decía a María Eugenia Vidal que iba a quedar en la historia. Es verdad que, en cierta manera, todos los mandatarios entran en ella. Pero, en su caso, el gran dato para la posteridad era que había destronado al peronismo después de casi tres décadas ininterrumpidas de gobierno. O, lo que es igual, que por primera vez en democracia ese partido perdía una elección mientras ejercía el poder. También, que era la primera mujer en sentarse en el sillón de Dardo Rocha.

Todo eso se lleva ahora Vidal consigo, a modo de cocarda. A lo que se suma lo que deja en materia de gestión y lo que prepara, desde lo político, para el futuro inmediato y a más largo plazo.

En el entorno de la gobernadora admiten que ella siente que el único mandato que encabezó le quedó corto, que no pudo esculpir un verdadero legado, más allá de que se enumeran formalmente objetivos de gestión alcanzados.

Eso es así, entre otros motivos, porque en el fondo el vidalismo siente que la reelección no fue posible no tanto por responsabilidades propias sino por culpas ajenas.

En concreto: el sentimiento que impera es que Vidal fue la víctima más directa del desmanejo de la economía nacional y los graves problemas sociales, derivados del aumento de la pobreza, debido a que uno de los lugar de mayor impacto de ese escenario de crisis fue el Conurbano, la zona políticamente clave de la Provincia. Con amplios bolsones de indigencia, pero también con legiones de clase medieros que en 2015 la habían respaldado y que ayer le cobraron también a ella el enojo con Mauricio Macri.

Es contrafáctico, pero cerca de Vidal están convencidos de que si la elección por los cargos provinciales se hubiera adelantado, como quería la gobernadora a principios de año, su reelección hubiera sido posible porque el tema de debate de la campaña probablemente hubiera sido la cuestión provincial y no la economía nacional. Y porque el peronismo, en ese escenario, no hubiera tenido el tiempo suficiente para fortalecer a un candidato propio.

“Cuatro años es poco” se insiste desde el Palacio de calle 6. Vidal, sin embargo, puede mostrar ciertos cambios institucionales, que hoy se valoran porque son políticamente correctos, como logros  de su gestión.

Por ejemplo, la ley que terminó con la reelección indefinida de los intendentes bonaerenses o la que obliga a la igualdad de género en los cupos de las listas legislativas. Es verdad que el massismo, un aliado de la gobernadora en casi toda la gestión, fue la corriente que motorizó esos cambios. Pero la mandataria se subió a la ola casi como si fueran un logro propio.

Acaso lo más visible, ese sello indentificatorio para la posteridad, haya sido la implementación del SAME, el sistema de asistencia médica de emergencia en las calles que hoy llega a casi todos los distritos de la Provincia (13  millones de habitantes están cubiertos). Que es sólo un parte del esquema de salud pública, el que, por cierto, nunca dejó de ser cuestionado por los gremios del sector. Como dice la misma Vidal: en su gestión, ella priorizó la atención primaria, la salita barrial cercana, frente a los grandes hospitales.

Las obras para evitar inundaciones, en las que La Plata ha sido emblema, figuran entre los hitos de  gestión de Vidal. Es cierto que venían con cierto empujón presupuestario extra bonaerense de la administración anterior, pero también es indudable la decisión política del vidalismo de mantener y ampliar los proyectos. Julio Garro, a quien le tocó gobernar una ciudad que sufrió la ira del agua, ha sido el abanderado de la divulgación de los beneficios de esas obras.

“La lucha contra las mafias”, es otro eje de “lo hecho”. Aquella primera pelea de Vidal para poner a alguien de confianza a cargo de la persecución penal, el actual Procurador Julio Conte Grand, el jefe de todos los fiscales, rindió ciertos frutos. Y puede mostrar dos casos paradigmáticos.

Uno: la detención de Juan Pablo “El Pata” Medina y, por ende, el desmembramiento de un sistema extorsivo que encarecía increíblemente la lógica de construcción -pública y privada- en la capital provincial y alrededores.

Dos: el final de una banda que involucraba a jueces, fiscales, abogados particulares, policias y delincuentes comunes y que actuaron durante años, otra vez en La Plata, con una impunidad digna de la época de Al Capone en Chicago.

Hay más casos, claro. Nada de esto hubiera sido posible sin el respaldo político correspondiente. Pero Vidal también se va con un gran cuestionamiento desde la oposición al tamaño de la deuda que contrajo durante sus cuatro años de gestión. Deuda que, por cierto, siempre fue avalada por la Legislatura. Es un tema del que deberá ocuparse Axel Kicillof.

Los peronistas dicen que deja la Provincia más endeudada de lo que la tomó y los de Cambiemos aseguran que, en rigor, el porcentaje de deuda respecto a los ingresos totales de la Provincia es menor que en la era Scioli y que gran parte de la misma se usó para obras. La verdad es que las diversas devaluaciones del último año y medio no contribuyeron en nada a morigerar los compromisos en moneda extranjera de Buenos Aires. Simple: la mayoría de sus ingresos son en pesos. Los últimos datos oficiales, de junio pasado, dicen que la deuda pública de la Provincia fue a ese mes de 11.923,7 millones de dólares, el 8,4% del Producto Bruto. Números con destino de polémica, porque se han cambiado algunos plazos de pago y el nuevo gobierno deberá afontar compromisos meses después de asumir.

Vidal había pensado como un logro para mostrar la actualización del fondo del Conurbano. Una inyección de dinero que había logrado de la Nación en base a un reclamo justo e histórico de la Provincia. Lo consiguió, pero le duró lo que un suspiro. Esa plata, que este año iban a ser más de 60 mil millones de pesos limpios, se licuó al absorver subsidios nacionales por pedido de Macri y, claro, por la escalada inflacionaria. Ni aún cuando asumió su amigo Hernán Lacunza como ministro de Economía nacional logró Vidal que le reconozcan lo que perdió Buenos Aires por la caída de peso frente al dólar.

¿Qué hará Vidal? Desde el llano, se propone liderar la oposición bonaerense al kirchnerismo-peronismo, para lo que ya inició diálogos con los radicales, y ser una pieza clave en el post-macrismo a nivel nacional. Probablemente en dos años sea candidata al Congreso y acaso en 2023 quiera volver a la gobernación para saciar esa sensación de cosa inconclusa antes mencionada.

Dato: en su cierre de campaña en el club Platense, el jueves, Vidal no usó la iconografía macrista, amarilla y arco iris, sino un fondo rojo. La leyenda gigante más comentada fue: “Ahora María Eugenia”. ¿Un aviso?

Vidal se piensa a sí misma en un esquema opositor al PJ con figuras como Horacio Rodríguez Larreta, su mentor, Martín Lousteu, Carolina Stanley o el  radical mendocino Alfredo Conejo. Por lo que se escucha hoy en su entorno, y siempre sin negar lo hecho, no hay espacio para compartir proyecto de poder futuro con dirigentes hiper pegados a Macri, como Marcos Peña.

Para el vidalismo, de hecho, el jefe de Gabinete es la explicación de todos sus males. El que no quiso desdoblar las elecciones, el que vetó el plan “V” (La gobernadora como candidata a presidente en lugar de Macri), el que “mintió” con las encuestas previas a las Primarias de agosto.

El problema es que Peña y Macri, en especial después de las 30 marchas del “Sí, se puede”, estarían evaluando que el actual Presidente no se retire apaciblemente después de diciembre sino que se plante como principal referente opositor y verdadero dueño de los votos que obtuvo ayer, que en verdad no son desdeñables. “Hay gato para rato”, ha dicho Macri jugando con el apodo que nació como insulto.

La gobernadora nunca romperá en público con el jefe de Estado. Pero avala a los que, en la intimidad de su despacho, lo sindican a él y su entorno directo como los responsables de haber desgastado increíblemente a una de las figuras políticas más novedosas de los últimos años.

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