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El país espera los gestos de prudencia que el momento exige

El país espera los gestos de prudencia que el momento exige
28 de Octubre de 2019 | 05:04
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El electorado argentino cumplió ayer con una nueva instancia del cronograma electoral, en las elecciones convocadas para definir altos cargos nacionales, entre ellos la presidencia de la Nación y la renovación parcial del Congreso, así como la del jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, de numerosos gobernadores -entre ellos el bonaerense-, legisladores provinciales, intendentes y concejales, entre otras postulaciones.

Sin perjuicio de valorar como auspicioso que la jornada cívica haya transcurrido con normalidad y que los argentinos, una vez más, hayan ejercido el derecho constitucional de renovar periódicamente sus autoridades, corresponde al mismo tiempo exhortar a toda la dirigencia política -ganadores y perdedores- a la máxima cordura y sensatez para el período de transición que se inicia hoy y que desembocará a el próximo 10 de diciembre en el traspaso de los mandatos.

La crítica situación económica y social que atraviesa el país no ofrece lugar alguno para la desmesura, para comportamientos anárquicos o sencillamente superficiales.

Es imperioso que los dirigentes de todo nivel y de todas las áreas del quehacer nacional actúen con total seriedad y el llamado está dirigido, principalmente, tanto para quienes permanecerán estos dos meses en el manejo de la cosa pública, como para quienes triunfaron en los comicios y se harán cargo próximamente de la enorme responsabilidad de administrar a la Nación y a las otras jurisdicciones.

Desde luego que sería importante ahora que los argentinos mostremos una cara unívoca frente a las cruciales negociaciones que se deben emprender ante el Fondo Monetario Internacional, o ante los mercados externos que operan desde Wall Street, entre otros acreedores externos.

Pero tal vez más trascendente que las antedichas negociaciones será la postura que la clase política argentina adopte frente a la ciudadanía argentina. A los 45 millones de personas que hacen de este su país.

Esa reclamada actitud de concordancia política básica entre la administración que se va y la que viene llevaría tranquilidad a los ahorristas argentinos, que en las últimas semanas no ocultaron su preocupación y como reiterado acto reflejo ante la incertidumbre política que se adueñó del país tras los resultados de las PASO de agosto último, buscaron en el dólar un refugio seguro para sus ahorros.

Confianza es la palabra clave. Y sólo una actitud madura de la clase política ayudará a construirla.

Lo trascendente, ahora, es valorar no sólo la jornada cívica protagonizada ayer por los argentinos y la tácita ratificación del sistema democrático que implica esta nueva elección, sino la convicción -que debería acentuarse, aún más, en todos los sectores- de que la sociedad argentina está buscando consultarse a sí misma y encontrar puntos de unión que le permitan fijar los grandes rumbos comunes, sin por ello dejar de respetar los disensos y divergencias sectoriales que son básicos para enriquecer la forma de convivencia social elegida por nuestro país.

Acaso debería avanzarse un paso más y arribar a un acuerdo tácito entre los partidos políticos mayoritarios, que podría traducirse en esta consigna: la grieta se terminó ayer. No hay motivos para perpetuar en forma indefinida un desencuentro estéril, que no lleva al país hacia ningún rumbo y que, por el contrario, agota inútilmente las fuerzas del pensamiento, que deberían estar orientadas a encontrarle una salida productiva y justa a la Argentina.

Está claro, también, que el país debe modernizar algunos sistemas, como el electoral, marcados por su vetustez y necesitado de reformas sustantivas. Asimismo, instituciones y valores esenciales para el sistema republicano –la independencia del Poder Judicial, mayores niveles sanitarios y de seguridad, avanzar en una mejora sustancial de la educación-, son algunos de los principales desafíos del presente y del futuro.

Pero, en lo inmediato, hace falta buscar un rumbo unívoco para el país. Quienes dejan el poder y quienes lo van a asumir podrían aprovechar este tiempo de transición para fijar objetivos comunes, que puedan ser compartidos con facilidad sin desertar, cada sector, de sus propias convicciones.

Los países más desarrollados de la tierra han conseguido ese logro y el sólo cambio de administraciones no los aparta de esas metas preestablecidas.

La crítica situación económica y social no ofrece lugar para comportamientos superficiales

 

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