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“Los dos Papas”: un diálogo sobre la culpa y el perdón, entre dioses y demonios

El brasileño Fernando Meirelles dirige el duelo actoral entre Jonathan Pryce y Anthony Hopkins que llega el 20 a Netflix pero que desde hoy se puede ver en el Select

“Los dos Papas”: un diálogo sobre la culpa y el perdón, entre dioses y demonios

Confesiones que alivianan cuerpos, perdones necesarios para la redención, en “Los dos Papas” algunos cambian y otros ceden / Netflix

María Virginia Bruno

María Virginia Bruno
vbruno@eldia.com

5 de Diciembre de 2019 | 05:48
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Alabados y cuestionados, Francisco y Benedicto XVI son dos figuras trascendentales para la historia del catolicismo, pero en “Los dos Papas”, película del brasileño Fernando Meirelles que se estrena hoy en el Select y que el 20 llegará a Netflix, podrían ser una pareja de amigos mayores que, tras una vida y obra de marcadas diferencias prácticas y conceptuales, pisan ahora el mismo puente: el de la culpa y el perdón.

Por estas aguas navega el ambicioso proyecto del director de la premiada “Ciudad de Dios” (2002), que, sobre un guión de Anthony McCarten (“La teoría del todo”, “Las horas más oscuras”, “Bohemian Rhapsody”), está protagonizada por dos de los actores ingleses más respetados de la actualidad.

Jonathan Pryce, que viene de encarnar al temible Gorrión Supremo en la masiva “Game of Thrones”, sigue por la ruta religiosa aunque ahora en otra clase de figura, no menos controvertida. Tras su interpretación de Juan Domingo Perón en “Evita” (1996), el intérprete de 72 años vuelve a prestarle el cuerpo a un personaje ligado a la historia argentina y brilla como el progresista cardenal Jorge Bergoglio en su ascenso al poder católico, desde 2005 en adelante.

Anthony Hopkins (81), por su parte, humaniza en su interpretación al racional y conservador Joseph Aloisius Ratzinger, quien, tras el fallecimiento de Juan Pablo II, lo sucedió en el trono de la Ciudad de Vaticano como el papa Benedicto XVI hasta su renuncia, en febrero de 2013, asumiendo el título de papa emérito.

Sobre ese hecho puntual, el guionista, que ahora escribe una biopic sobre Yoko Ono, retrata el detrás de escena de una de las transiciones de poder más dramáticas en los últimos 2000 años.

Frustrado con la dirección de la Iglesia, el cardenal Bergoglio solicita permiso de Benedicto para retirarse en 2012 pero el Papa, en el centro de la escena por escándalos sexuales y estafas morales, tendrá otros planes para quien considera su crítico más duro y quien, sin embargo, será la única persona que podría darle alivio a su alma, que ya ha dejado de escuchar a Dios. Aunque serán los dos los que, tras una simbiosis dialéctica, saldrán beneficiados al terminar el duelo.

FICCIONALIZAR LA VERDAD

Nacido en Nueva Zelanda, Anthony McCarten es consciente de su “buena reputación” a la hora de contar historias basadas en hechos reales, sin embargo, dice, en diálogo con EL DIA durante una jornada de prensa realizada ayer en el porteño Hotel Hyatt, que “es bastante accidental” y que, simplemente, le da curso a su curiosidad.

“Nunca dije ser un experto, pero nunca dejo que mi ignorancia sea un impedimento, porque siempre se puede aprender. Así que empiezo desde la curiosidad por un tema, y desde ahí investigo, leo, estudio. Y en un cierto punto, veo una historia”, asegura el autor, experto en imaginar aquello que la Historia se ha encargado de ocultar puertas para adentro.

A la hora de encarar un proyecto, le gusta contar relatos inspiracionales sobre “gente que hizo una diferencia en la sociedad” pero también sobre “gente que enfrentó obstáculos internos, no solo barreras externas, para conseguir lo que quieren”. Como los dos Papas.

“Nos ignoraron. No pudimos hablar con nadie. El Vaticano es como una sociedad secreta”

 

La historia del filme nació durante un viaje por Roma. Estaba de vacaciones, su hermana lo llamó pidiéndole que prendiera una vela por un familiar que había fallecido y se lanzó a la nada difícil aventura de encontrar una iglesia en esa ciudad llena de iglesias. Caminando llegó a San Pedro. “Y por pura coincidencia, el papa Francisco estaba dando una misa, y había miles de personas, muchas católicas, supongo, pero también otras que lo respetan por sus políticas progresistas y lo ven como una figura mundial importante”, revela el escritor, nacido en el seno de una familia católica, por lo que entendía perfectamente los símbolos y signos que estaba presenciando.

“Sabía de dónde venía este Papa y sabía que había otro Papa, que había renunciado. Lo que no sabía era cuándo había sido la última vez que había renunciado uno”, agrega McCarten, que no dudó un segundo y sació su curiosidad con el mejor remedio: Google. Ahí se enteró que había un lejano antecedente de 700 años, y una pregunta le brotó: “¿Por qué el Papa más tradicionalista de la era moderna haría algo tan poco ortodoxo como renunciar?”. Y esa fue la punta de lanza de su proyecto.

-¿Con cuál de los dos Papas te sentís más cercano?

-Comencé sintiéndome más cercano a Francisco, porque su visión política está más cerca de la mía, pero como dramaturgo tenés que amar a todos tus personajes por igual y aprendí a amar a Benedicto. El gran viaje que hice al escribir fue aprender a apreciar a Benedicto, algo que no hacía antes: era un hombre celoso, seco, intelectual, no era un hombre del pueblo y que no parecía entender que la Iglesia o cualquier organización que no cambia se vuelve irrelevante rápidamente. Y él parecía tozudamente resistir todo cambio, así que yo tenía muy mala imagen de él, pero empecé a ver la potencia de su posición.

-¿Cuál era?

-Cuando vamos a la Iglesia, si vamos a la Iglesia, es para encontrar algo que no cambia. Algo eterno. Y no debería haber nada más eterno que la verdad: él representa certeza, tradición, ortodoxia. Si todavía vamos a estos espacios con velas encendidas y con estos íconos, es porque necesitamos desesperadamente algo de certeza en nuestra vida caótica: entonces, si la Iglesia es presentada como algo que puede cambiar mañana, entonces ¿para qué tener religión? Comencé a comprender la posición benedictina, que se resume en la frase del Arzobispo de Nueva York Fulton Sheen: “La Iglesia que se case con el espíritu de una época será viuda en la siguiente”.

TRADICIÓN Y PROGRESISMO

En “Los dos Papas”, que se filmó entre Buenos Aires e Italia (vale hacer una mención especial al set de rodaje especialmente realizado para el filme y para el cual se realizó una recreación increíble de la Capilla Sixtina que sirve de contexto divino para profundos debates existenciales), no sólo se muestra ese diálogo entre la tradición y el progresismo representados en la figura de cada uno de estos referentes, sino que además se mete en la historia, particularmente la argentina, tocando fibras íntimas.

A través de flashbacks, el pasado se hace presente de la mano del actor argentino Juan Minujín, quien, como un joven Bergoglio, se pone al hombro sus años más oscuros y cuestionados.

Esos momentos dramáticos del pasado son contrarrestados por alegres músicas y divertidos pasos de comedia que invaden, como una aureola, a los dos religiosos durante sus encuentros y desencuentros.

“Siempre utilizo el humor en mi trabajo, y con una buena razón: hay humor en la vida”, remarca el guionista, y comparte la que cree es la receta perfecta para vivir: “Hay 20% de humor; 60% de drama y 20% de agonía. Así es la vida. Así que si tu película va a ser realista, tiene que tener humor. Es así como confiamos en el otro”.

Algunos han criticado la superficialidad con la que se tocan en el filme temas sensibles y actuales como los abusos sexuales dentro de la Iglesia, que arrinconaron en su momento a Benedicto XVI. Sin embargo, McCarten, que está a punto de editar un libro sobre “el pasado de los dos papas y las fallas de ellos dos y de la Iglesia” en esa materia, destaca el rumbo que buscó marcar con su historia.

“La película mira más hacia el futuro: ¿qué pasará con esta institución de dos mil años? ¿Tendrá que cambiar o es más fuerte si no cambia? Ese es el debate central que ocurre en esta organización y también en el mundo. El odio entre los conservadores y los progresistas es como un fuego alrededor del planeta”, reflexiona.

PESIMISMO BRASILEÑO

Fernando Meirelles, que se autodefine como “pesimista” al borde de la “depresión”, sobre todo en lo relacionado al cambio climático, una causa por la que se sintió cercano al papa Francisco, dice en diálogo con EL DIA que cuando leyó el guión tuvo una impresión inmediata: “Tenía el buen papa y el mal papa”. Pero con el tiempo entendió que, como el yin y el yang, nadie es tan bueno ni tampoco tan malo. Hay matices, y de ellos estamos hechos.

“A lo largo del rodaje, comprendí más a Benedicto XVI. Él tiene un punto: para él la iglesia es una institución que nos conecta con alguna cosa externa. Y si estamos muy absorbidos por lo que está al lado, la Iglesia pierde su función. Yo no concuerdo pero lo puedo entender. A medida que fui conociendo el personaje, comencé a ver más matices: no sólo blanco y negro. Y el final tiene las dos posiciones equilibradas”, revela.

En Argentina, el realizador de “El jardinero fiel” (2005) conoció bien de cerca qué tan cierto es el dicho “nadie es profeta en su tierra”. Se sorprende, todavía hoy, cuando cuenta con el panorama que se encontró cuando llegó a nuestro país buscando información sobre Bergoglio.

“Yo no sabía que era tan mal visto en Argentina. Yo intenté trabajar con (Gustavo) Santaolalla, lo invité a hacer la música, pero me envió un email diciendo que jamás haría una película sobre Francisco. Yo, en aquel punto, no sabía que había una gran controversia. Pero después entendí por qué a una parte de la izquierda no le gusta el Papa”, desgrana Meirelles, que se mete de lleno en el filme con esa controversia sin eufemismos.

Se sincera el director al decir que se benefició de este rechazo hacia la figura más importante de la Iglesia actual. “Nosotros, para hacer películas, dependemos del conflicto, y eso me pareció interesante. Fue curioso porque yo vine a Argentina para hablar con personas que trabajaron con Bergoglio, o que fueron sus seminaristas, y a nadie le gustaba Bergoglio. Todo el mundo lo odiaba. Era increíble. Todos decían que era muy estricto, que nunca sonreía, que era una persona desagradable. Entonces, estando en Argentina, me pregunté: ¿cuándo cambió? Porque como Papa parece un hombre amable. Hay diferentes teorías sobre por qué y cuándo cambió. Pero todos acuerdan con que cambió muchísimo”.

EL VATICANO LOS IGNORÓ

A pesar de haber enviado el guión al Vaticano, y de intentar sin suerte permisos para rodar en San Pedro y otra locaciones cercanas, Meirelles y su equipo de producción se tuvieron que conformar con un permiso, que llegó casi al final del proyecto, para incluir material de archivo del canal del Vaticano, que incluyeron en la cinta.

“Nos ignoraron por dos años. Nunca conseguimos hablar con nadie. El Vaticano es como una sociedad secreta”, lanza Meirelles, y recuerda ese despersonalizado contacto con Francisco, en una de las misas de los miércoles, cuando, con la velocidad de un rayo, le nombró cuatro palabras clave (Netflix, película, Hopkins y Pryce), sin embargo, no logró captar su atención.

“No podía estar más desinteresado”, dice entre risas, sin preocuparse demasiado tampoco.

Según el realizador, el estreno del filme estaba previsto para abril pasado, sin embargo, cuando los ejecutivos de Netflix vieron el corte final quedaron encantados con el producto y vieron potenciales premios en sus canastas (¿Uno para Pryce? ¿Otro para el guionista?). Por eso recién llega ahora, cerquita de la Navidad, justo antes del límite de estrenos, tras haber rotado por diferentes festivales del mundo.

 

¿Dónde verla?
Desde hoy y hasta el 12 de diciembre, todos los días, a las 21, en el Cine Select, a $150. Desde el 20 de diciembre, en Netflix.

 

 

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Confesiones que alivianan cuerpos, perdones necesarios para la redención, en “Los dos Papas” algunos cambian y otros ceden / Netflix

Fernando Meirelles (Director).-  “Intenté trabajar con (Gustavo) Santaolalla, lo invité a hacer la música, pero me envió un email diciendo que jamás haría una película sobre Francisco”

Anthony McCarten (Guionista).- “Al principio me sentí más cercano a Francisco pero como dramaturgo tenés que amar a todos tus personajes por igual, y aprendí a amar a Benedicto”

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