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Por NICOLÁS NARDINI
Nicolás Nardini
nnardini@eldia.com
Ya habrá tiempo -ojalá que en pocos días- para analizar las cuestiones de fondo por las que la Selección Nacional sigue prolongando su sequía de títulos. Es un tema que excede al actual proceso. Y por mucho.
Con la derrota de anoche fresca, la primera conclusión es que Argentina deberá darse cuenta, de una vez por todas, de una máxima del fútbol que pocos se animan a discutir: los equipos se arma de atrás hacia adelante.
Es que los problemas del fondo de Argentina fueron los que inclinaron la balanza en favor del dueño de casa, pues en volumen de juego y propuesta general, lo de la albiceleste fue más que digno. A excepción de Foyth, el futuro que ilusiona a todos los futboleros del país, ninguno de los de atrás estuvo a la altura. Y sus desatenciones propiciaron los goles de Brasil, que tuvo toda la fortuna que le faltó a la Argentina.
También faltó justeza en el toque final, es cierto, pero hasta los palos le negaron al elenco de Scaloni los (más) que merecidos goles.
Quizás en la producción más convincente de toda la Copa, se produjo la eliminación del equipo. Pero así es el fútbol, todo tiene un motivo, una razón. Esta AFA que hace un canto de la improvisación y los manotazos de ahogado, tal vez, no era merecedora de un épico triunfo ante Brasil, que bien pudo haberse dado en el contexto del trámite de anoche.
En “el” partido de la Copa América para nuestra Selección, el equipo salió con la personalidad que se le venía reclamando y que había brillado por su ausencia hasta anoche en el Mineirao. A diferencia de lo que se presagiaba, el combinado nacional no se amilanó en la parada brava.
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Distintos indicadores del primer tiempo lo avalan con números irrefutables. En esos primeros 45 minutos los de Scaloni tuvieron más pases que Brasil -345 por 337 del rival- y esa estadística, que puede sonar intrascendente si no se pone en contexto, toma aún más fuerza si se suma que esa posesión se tradujo en más manejo de balón en campo oponente y, por sobre todas las cosas, más oportunidades de gol que su adversario.
¿Por qué se fue el descanso en desventaja? Porque el fútbol, gobernado en los últimos tiempos por estadísticas cada días más completas y complejas, tiene todavía como elemento diferencial el talento de sus individualidades. Entonces, la loable labor del equipo nacional, con presión en todos los sectores del campo y solidaridad de los delanteros -en muchas ocasiones hasta Agüero “cayó” por la banda derecha para tapar las subidas contrarias- fue rota por una ráfaga de fútbol de Dani Alves, el mejor local, que hizo la diferencia para dejar sólo debajo del arco a Gabriel Jesús.
Contradictorio, pero Brasil golpeó a Argentina en los mejores momentos de nuestra Selección. Del tiro en el palo de Messi, poco después llegó la segunda estocada de Brasil y, con ella, todo se desmoronó como un castillo de naipes cuya estructura es tan endeble que una leve brisa hace las veces de huracán. Porque así de poco fiable es la estructura defensiva de Argentina. Un mínimo soplido desnuda todas las grietas. Allí, quizás, reside el principal problema de nuestro representativo, en la tozuda postura de armar un equipo de adelante hacia atrás y no a la inversa, como lo indican casi todos los manuales del fútbol universal.
De nada sirvió la propuesta protagónica, ni la generación de situaciones de gol, ni los disparos estrellados en palo y travesaño. Todo ello dejó una sensación de cierta injusticia en el ambiente del Mineirao, pero más que hacer foco en lo que pudo ser y no fue, pensando en el futuro será mucho más productivo caer, por fin, en la cuenta de que el día que Argentina tenga un equipo fiable en materia defensiva, se acomodará todo lo demás.
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