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Nueva York, Madrid, Aarhus (Dinamarca) y Roma hoy tienen muchas cosas en común con la Argentina. El coronavirus llevó al encierro a todas las sociedades. Aquí, los relatos
El COVID-19 está haciendo estragos en todo el mundo, provocando angustia y terror en partes iguales. A continuación, cuatro historias de platenses desperdigados por el planeta. Sus vivencias, consejos y esperanzas cuando el coronavirus golpea más fuerte.
Juan Yañez nació en Tandil pero de joven se radicó en La Plata. Vino a estudiar en la UNLP y se recibió de periodista. Hace más de 10 años vive en Madrid con su esposa. Allí nacieron sus dos hijas y ahora los cuatro afrontan el mayor desafío de su vida: pasar la cuarentena. Hoy se cumplirán los primeros diez días de aislamiento. “Mis hijas llevan ese tiempo sin ir a clases y es una de las preocupaciones porque los contenidos escolares no fueron del todo buenos. Recibieron material y clases online, pero más lúdico y social que educacional”, relata vía telefónica y agrega que esta semana ya se planteó desde el colegio horarios para que todos los alumnos asistan a una clase virtual. El encierro no sólo cambió la vida de los adultos sino también el de las niñas. “Tenían previsto viajar con la escuela a Torino, la mayor, y a Valencia, la más chica. Por supuesto fueron suspendidos”.
La situación en España es compleja por el fuerte crecimiento del virus. Se estima que 400 mil personas perdieron sus empleos o fueron suspendidos. “No sabemos qué va a pasar cuándo se termine este encierro forzado”. Él trabaja online desde su casa pero su esposa, obstetra en un hospital de la ciudad, tiene que salir todos los días. “No trabaja directamente con los infectados, pero le ha tocado hacer una cesárea con una mujer positivo de COVID-19. Cuenta que el lugar está desbordado, “camas en los pasillos, infectados en todas las salas, es como una película de guerra, pero sin sangre”.
En Madrid la cuarentena obligatoria comenzó como en Argentina. Así lo explica: “Al principio la gente se lo tomaba en broma, muchos salían por las calles. Ahora no hay nadie fuera de su casa. Y también hubo muchos cambios con la provisión de alimentos. Los primeros días habían colas en los supermercados, ahora ya no. Pueden faltar productos de determinada marca, pero nadie se queda con ganas de comprarse un papel higiénico o una caja de leche”.
Gustavo Pérez nació en el barrio de Tolosa pero con la crisis del 2000 decidió probar suerte en Estados Unidos: desde aquella época que vive en el estado de Nueva York, trabajando en una parrilla de argentinos, “Choripán”, en New Jersey, que hace días no trabaja con gente adentro sino que llevan la comida a cada domicilio, pero no sabe hasta cuándo permanecerán abierto. “Acá todavía no entramos en cuarentena ni hay toque de queda. Pero los niños llevan una semana sin clases y ahora lo extendieron hasta el 20 de abril. Por ahora el material lo están enviando vía celular o mail”, describe lo sucedido en sus latitudes.
En Estados Unidos está en franco crecimiento el coronavirus, y puntualmente en Nueva York. “Por suerte nosotros vivimos en New Jersey, del otro lado del río. Los que trabajan en Manhattan dejaron de ir. El ejército está en todos lados. La orden es la de no salir, pero no tan estricto como en otros países”, sigue.
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Las imágenes de Times Square muestran una notable reducción de neoyorquinos y turistas, lo mismo que en otros sectores clásicos de la ciudad. Pero todavía ni por asomo se asemeja a Madrid, Milán y París.
En Roma, otro de los grandes focos del coronavirus, vive Andrea Benedetto, una periodista platense que hace un año decidió sacar licencia en su trabajo para probar suerte en Italia. “Cambié la comodidad de una oficina para venirme acá. Estoy en una casa de familia, en regla, con aportes y un sueldo interesante. Iba a volver ahora para renunciar a mi trabajo y visitar parientes. Por suerte no saqué los pasajes”, empieza con su historia.
“Acá llevamos dos semanas de cuarentena. Como la familia en donde trabajo tiene que salir de su casa tuve que seguir yendo. Me queda a 500 metros de donde alquilo, así que voy caminando. Una vez por semana voy al supermercado, no más”, cuenta de su rutina en una ciudad que está sitiada por la policía y las fuerzas de seguridad nacional. Reconoce que la primera semana estaba muy angustiada por el impacto del virus y la soledad. “Sigo con todas las precauciones, no salgo de casa y eso me llevó a perder el miedo”.
También, como sucede en Argentina, los primeros días muchos romanos no cumplieron con el aislamiento. Por eso tuvo que llamarse al Ejército. “Hay controles cada dos cuadras. A mí no me pararon el otro día porque venía con bolsas del supermercado, pero al que ven tonteando, por decir de alguna manera, le hacen preguntas y le piden documentación. Ya no es sólo con los autos, sino con los peatones también”, remarca y cuenta que a la noche esos controles se recrudecen.
En Madrid y Roma el aislamiento es total. En Dinamarca, a medias y EE UU lo empieza hoy
“A los argentinos les pido que tomen nuestro ejemplo: acá hicimos todo mal y se están pagando las consecuencias. En teoría las clases iban a volver el 3 de abril y ya se está hablando del mes de mayo. Es muy triste la situación. Lo poco que puedo ver de Roma es de terror. Vivo en el centro y está todo vacío, los micros vacíos, no hay ruido... La gente vive con miedo, nadie se te acerca, no hay saludos y hay desconfianza”, concluye su radiografía de la capital italiana en esta época tan especial y pide conciencia: “Mientras veía las imágenes en Bérgamo con los camiones saliendo para el crematorio en Argentina los autos querían ir a Pinamar y me daba una bronca terrible”.
En el final de la charla recupera su alegría y cuenta que quiere volver a ver fútbol al Olímpico, para encontrarse con sus amigos. “Soy parte de la filial de Estudiantes en Roma, que tiene hinchas de Lazio, que lo aman a la Brujita Verón. Eso me motiva a pasar mejor esta cuarentena”.
Mariana Isadora Rodríguez vive hace más de una década en Aarthus, Dinamarca. En medio del frío y la soledad característica de la región, confiesa que “al principio era algo lejano, primero en China y después en Italia. Pero el miércoles 11 de marzo la primera ministra del país habló al país: avisó que se interrumpían las clases, que se cerraban los restaurantes y todas las medidas de seguridad que se imaginen. De inmediato la gente se volcó a los supermercados para abastecerse”.
Entonces la mayoría de los trabajos se empezaron a realizar on line y los restaurantes se convirtieron en casa de comida por pedido. Y un detalle que no se repite en muchos países: “se dejaron de usar los billetes, todos los pagos se realizan con tarjetas”.
“La cuarentena formal empezó el lunes pasado. Se cerraron las fronteras y en cada discurso de la primera ministra estuvo acompañada por el ministro de economía, porque el Estado apoyará fuertemente a los pequeños y medianos empresarios. Sólo resta saber cómo nos irá a los freelancers y cuenta propistas”, revela de las medidas que se tomaron en aquel país nórdico.
Cuenta también que el encierro se cumple, pero a medias, porque los daneses no están acostumbrados a estar todo el día con sus hijos ya que las escuelas tienen horario completo. “Por eso muchos se fueron a sus casa de veraneo, para cumplir la cuarentena. El problema es que todavía hace mucho frío”.
Soledad, angustia, problemas económicos y solidaridad, sensaciones que se repiten en todo el planeta, culpa de esta pandemia que como nunca puso al mundo de rodillas.
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Mariana Rodríguez, Dinamarca
Gustavo Pérez, Nueva York
Andrea Benedetto, Roma
Juan Yañez cuenta su experiencia en Madrid, España / El día
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