Noche de terror para una jubilada y una joven pareja en una casa de El Dique

Poco importan las medidas que se resuelvan o los recaudos que se tomen para frenar la circulación de personas de modo de reducir el contagio de coronavirus: para el delito no hay normativa que valga, de modo que los ladrones se mueven por las calles como si fueran sus dueños. Una jubilada, su nieta y el novio de la chica pueden dar cuenta de ello, como víctimas recientes de un delincuente que se les coló en la casa saltando un paredón cuando pasaba un patrullero.

“Los policías nos dijeron que lo vieron, pero pensaron que se estaba escapando del patrullaje por no tener permiso para circular en Cuarentena”, comentó a este diario la joven, más indignada con la respuesta del uniformado que con la inacción que le facilitó las cosas al intruso.

El incidente, que pasó en las últimas horas en el El Dique, en Ensenada, terminó con uno de los damnificados golpeados y todos en estado de shock.

Empujones, gritos y amenazas

Según contaron los protagonistas involuntarios de esta historia, comenzó alrededor de las 23 del viernes en 124 entre 49 y 50, en un terreno donde hay dos viviendas.

El asaltante ingresó tanto “en mi casa como en la de mi abuela, que tiene 84 años, que está adelante. Ella vivió siempre acá y ya varias veces le entraron a robar, pero nunca así”, explicó la chica, cuya identidad pidió mantener en reserva.

Según dijo, un ruido tan fuerte como inesperado los hizo caer en la cuenta, a ella y a su novio, de que algo andaba mal. Y estaban en lo cierto, solo que todo desencadenó tan rápido que no tuvieron tiempo de evitarlo.

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“Cuando nos asomamos vimos a un hombre con barbijo, de unos 40 años y morocho, que saltó el paredón y enseguida nos apuntó con un arma, nos obligó a tirarnos al piso, nos pidió desesperado dinero y oro”, apuntó.

Aunque nadie le opuso resistencia, el intruso no se calmó ni por un instante. En todo momento insistió en exigir la entrega de efectivo y objetos de valor. Así se apoderó de unos 8000 pesos: “Estuvo poco tiempo, pero sabía cosas del movimiento familiar que nos dio indicios de que nos tenía bien estudiados”, reflexionó la chica, ya transcurridas varias horas del hecho que los paralizó.

El momento de mayor tensión sobrevino cuando obligó a la pareja a acompañarlo a la casa de la abuela de la joven, para quien tampoco tuvo compasión.

Según relató su nieta, apenas pudo, el sujeto “entró y la empujó; le revolvió toda la pieza, le robó el anillo de casamiento. Estaba muy nervioso y mi abuela se asustó muchísimo”, lo que los hizo temer por la salud de la mujer, quien sufre de hipertensión.

El asalto siguió un ratito más, hasta que el sujeto confirmó que no había nada más para llevarse y decidió que era momento de irse.

Eso sí, antes de huir, y por el sólo gusto de hacerlo, le pegó un culatazo al joven y a su novia le sacó los anteojos “para que no viera bien”, explicó ella. Y agregó, con angustia, “amenazó todo el tiempo con matarnos”.

Finalmente, el asaltante se fue dejando a las víctimas encerradas, con el objetivo de facilitar el escape. Una vez que lograron zafar, llamaron al 911 para pedir ayuda.

“Aquí sucedió lo peor -completó la joven- porque cuando vinieron los policías nos dijeron que habían visto al ladrón saltar la pared, pero pensaron que se estaba escapando del patrullaje” en prevención de la violación del aislamiento y lo dejaron pasar.

“Algo increíble por ver los accesos que tiene nuestra casa. Literalmente lo dejaron entrar a la casa y no hicieron nada”, concluyó.

Más allá del miedo, el golpe contra el muchacho y el empujón a la jubilada nadie salió lastimado. Los patrulleros salieron en busca del delincuente que no habían demorado antes, pero ya no lo encontraron.