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Policiales |El fin de semana había sido lastimado al reclamar por los ruidos

En la Zona Roja gana la violencia: se va el vecino que enfrentó el caos nocturno

Vive junto a su familia en 2 y 63 desde hace dos años y medio. A la madrugada, tras una protesta trans contra la reacción del barrio a los continuos disturbios, le prendieron fuego en la puerta de entrada

30 de Julio de 2020 | 02:29
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Ni la organización vecinal en grupos de WhatsApp o una asamblea. Ni los operativos nocturnos. Ni siquiera una orden judicial que dispuso una custodia policial fija pudieron vencer a los daños colaterales de la Zona Roja. El vecino que el fin de semana se cansó de los disturbios de todas las noches asociados a la oferta de sexo y el tráfico de drogas, ayer decidió llevarse a su familia del barrio que había elegido hace dos años y medio. La decisión es el punto final de una secuencia de hechos de violencia en los que fue lastimado en una pelea durante el fin de semana y ayer le hizo salir de la cama de un salto: a las tres de la mañana le prendieron fuego a la puerta de entrada a la vivienda situada en la esquina de 2 y 63.

La decisión fue confirmada ayer por vecinos de ese enclave y allegados a la familia que ahora deberá procurarse una opción rápida. En la vivienda que integra un complejo de departamentos de cierta antigüedad, con dos plantas en total, se acomodaban hasta ayer una familia ensamblada, amplia y con proyectos de futuro post pandemia. Se acomodan en tres ambientes un agente del servicio penitenciario, su pareja, dos hijos menores y un sobrino del hombre con su pareja y un bebe.

“Pensé que mi familia podía morir”, le contó el penitenciario a los vecinos durante la tarde de ayer. Al pronunciar la última palabra se quebró. Le costó reponerse para seguir con el relato del infierno. A las tres de la mañana después de otro día de mucha agitación por el enfrentamiento con trans y hombres que se paran “todas las noches” a metros de su casa, despertaron agitados, ahogándose por el humo que llenó el departamento de cuatro ambientes. A los gritos, siguieron la desesperación por ventilar y encontrar el fuego. Provenía de la puerta de madera blanca que da a un mínimo acceso desde la línea municipal, un escalón arriba.

Cuando el agente logró abrir la puerta y apagar las llamas que iban desde el piso hasta un metro sobre la madera, encontró rastros de un incendio intencional. “Alguien usó alcohol para acelerar el incendio. No fue peor porque en el piso, del lado de adentro tenían un chorizo de arena, revestido con tela, para parar la corriente de aire. Al quemarse la lona la arena ayudó a que no se propague el fuego”, contó el allegado.

Las víctimas en lo que se describió como un acto de intimidación prefirieron no hablar ayer. El agente esperaba una hoja de ruta del Servicio Penitenciario para seguir adelante. Por lo pronto, ya sacó a su familia de la casa. Anoche solo quedaba allí con su sobrino, un joven de 20 años.

La casa ya lucía aspecto de mudanza, contaron en el barrio. Y las persianas de las ventanas que dan a la calle estaban bajas. Eso y las manchas negras en la puerta blanca, dan pistas del miedo y el final de un ciclo en el barrio lindero a El Mondongo.

Habrán de reconstruir, el penitenciario y su joven sobrino, un emprendimiento que tenían pendiente de realización para el final de la cuarentena.

Todo empezó a terminarse cuando el hartazgo por los continuos disturbios impulsó la reacción del dueño de casa. El viernes a las diez de la noche, cuando celebraba su cumpleaños en familia, salió por primera vez (en los últimos días) a pedir un poco de paz. “Les pedí por favor. Que pararan con el lío. Le expliqué, de nuevo, que somos una familia y hay chicos. Respondieron como siempre, con gritos”, le contó el dueño de casa a un allegado. Intentó concentrarse en la felicidad de festejar junto a los suyos, pero los ruidos seguían y a la medianoche volvió a salir. Les exigió que se fueran y ahí empezaron a volar botellas y piedras. “Llegó la Policía y no los podían parar. Los dispersaron con balas de goma o estruendo”, añadió. Todo terminó cerca de las 3.30.

Al día siguiente, el mismo panorama, que terminó con algunos arrestos. Sin embargo, al rato apareció un grupo de 15 personas. Lo mismo el lunes, cuando el fiscal Marcelo Martini ordenó una custodia en la esquina, otra en 2 y 64 y rondasen en un área de unas 40 manzanas. Así fueron las noches hasta el martes. Siempre, según el vecino, en un continuado de autos que frenan y se van. La tradición indica oferta de sexo. Según denuncian los vecinos y reconocen en la Policía y la Justicia, el negocio y los delitos cambiaron: de trata a despacho callejero de marihuana y cocaína.

El fuego fue iniciado en la puerta, con una botella de alcohol, según la víctima

 

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La puerta de entrada a la casa de 2 y 63. Según el dueño, la quemaron para intimidarlo / Gonzalo calvelo

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