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La Ciudad |La historia detrás de un hobby casi “exclusivo” en el país

Vicente, el platense que atesora casi 18 mil lápices y arma su propio museo itinerante

Para integrar las vitrinas del coleccionista, el ejemplar debe ser de grafito negro. Tiene de distintos países y épocas. Rarezas y favoritos

Vicente, el platense que atesora casi 18 mil lápices y arma su propio museo itinerante

Vicente viola, el coleccionista de lápices, exhibe, orgulloso, parte de su singular colección / el DIA

20 de Septiembre de 2020 | 02:38
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Muchos coleccionan lo clásico, como estampillas, monedas, billetes, cajas de fósforos, mates, imanes de heladeras. Pero este “fotógrafo urbano”, como le gusta definirse porque afirma que se expresa “en la calle”, se dedica a juntar algo insólito: lápices. Como condición excluyente, además, lo que hace a la afición todavía más singular, es que ese utensilio creado nada menos que para la escritura hace casi 500 años y aún vigente, debe ser, para integrar las vitrinas de Vicente Viola, de grafito negro.

En matiteviola.com.ar (“matite” quiere decir lápices en italiano) el arquitecto y maestro de fotografía despliega su colección y ahí mismo se indica, con increíble precisión que, “hasta la fecha”, lleva reunidas 17.849 unidades. Reproduciendo el carácter metódico y ordenado de Viola, la colorida página web muestra una minuciosa clasificación temática que recorre las series según las piezas tengan origen en ciudades y países; museos; deportes (clubes de fútbol, mundiales etc.); marcas; publicidades; o que se hayan fabricado para evocar personalidades.

Viola tiene 67 años y no hace tanto que comenzó con el hobby, pues los primeros lápices que adquirió ya con esta iniciativa en mente los tuvo en su taller en 2011. Ahora, ¿de dónde le vino esta pasión por recolectar el que quizás sea el útil escolar más básico? “De chico practiqué la filatelia un tiempo, pero en algún momento la abandoné. Y después, supongo que por mi profesión de arquitecto y el placer que sentí siempre al entrar a las librerías me agarró este gusto por ser coleccionista de lápices”, sintetiza.

¿Y por qué sólo lápices de grafito negro y no, acaso, también de colores? Es la pregunta obligada. El profesor jubilado de la facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UNLP se explaya en numerosas razones, entre las que sobresalen los hechos de que ese, el más antiguo, “es contundente: blanco sobre negro; no se borra nunca, salvo cuando lo hace la goma; te da chances de que te equivoques y te corrijas; y con él aprendimos a escribir”.

Los lápices locos

Entre tan nutrido material hay algunas rarezas, esas “figuritas” difíciles que muy pocos poseen. “Tengo un lápiz de carpintero -subraya orgulloso- que lo compré en Bologna y es de 1800; es muy particular, bien tosco, de madera; después, para destacar, también tengo la serie del Mundial de México ´86 y la que llamé “filosófica”, porque tienen impresos mensajes. Hay varios de la categoría ‘fantasía’, con los personajes, por ejemplo, de Kitty o Donald”.

Pero la originalidad en lápices apenas empieza ahí, porque dentro de la colección hay, además de ediciones limitadas de, por caso, las marcas alemanas más distinguidas, lápices aromatizados, otros con sabor, y hasta algunos con semillas en uno de sus extremos, que si se plantan y se riegan generan un brote. Tiene más “favoritos”, como uno que en lugar de madera tiene la mina cubierta con hojas enroscadas u otro fabricado con material de CD reciclado.

“Una vez que termine el coronavirus, espero que para 2021, ya me largo con el museo itinerante”

 

Los coleccionistas de lápices son, por lo general, personas viajadas, y la mayoría de las piezas las compran en sitios, museos y monumentos que visitan. Asegura Viola que ya no es tan fácil encontrarlos en las habitaciones de los hoteles (“en casi todos ahora hay biromes”) y que en la ciudad de Buenos Aires dar con alguno para sumar a la colección es de antemano una “causa perdida”. Lo mismo en La Plata; no se fabrican, aunque sea para el turismo, como souvenir, con el sello de la Ciudad. “Dentro del país es posible conseguirlos en la Patagonia, que los arman de manera artesanal y les imprimen el nombre del lugar, pero en otros lugares es muy difícil encontrar”, cuenta.

Su pasatiempo es casi exclusivo en la Argentina, pues no hay más de tres o cuatro personas en todo el país que se dediquen a coleccionar lápices. Viola comenzó contactándose hace unos años con una joven de la capital federal y después se lanzó a la búsqueda global y estableció relaciones con coleccionistas de España, Portugal, Italia y hasta de Vietnam, Camboya y Rusia. Así, recibe y envía encomiendas con 100 o 150 lápices. Como el sistema es de trueque, es un hábito en esos grupos que a la adquisición propia le agreguen varias docenas de ejemplares para ser luego canjeados.

El uso de internet es fundamental para este tipo de intercambios: los coleccionistas se mandan correos electrónicos con las fotos de las novedades; ahora, desde hace un tiempo, se comunican a través de un grupo de WhatsApp; y dada la pandemia, que como tal afecta a todas naciones y volvió imposibles los viajes, también la plataforma Zoom los reúne en encuentros virtuales.

Hacia un museo itinerante

Mientras sigue adicionando lápices a su colección, el fotógrafo platense termina de definir un proyecto que le viene dando vueltas en la mente desde hace tiempo y es la creación del Museo Itinerante del Lápiz -MIL-.

Viola aprovechó el tiempo libre de la cuarentena y diseñó unos 20 expositores donde piensa colocar los lápices durante las muestras. La propuesta arrancará en la sede de su escuela de fotografía y después la ofrecerá a las entidades interesadas en exhibir la colección. “Una vez que termine el coronavirus, espero que para 2021, ya me largo con el museo itinerante”, dice confiado.

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