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Divina Gloria: “El arte es la salvación, es también una vacuna”

La artista que vivió el under y que jugó a ser la Madonna argentina debutó como cineasta con “Sangre no es agua”, “un trabajo de arqueología de mi familia y de mi sangre” que retrata la vida de sus abuelos, pioneros del teatro yiddish en Argentina

Divina Gloria: “El arte es la salvación, es también una vacuna”
Pedro Garay

Pedro Garay
pgaray@eldia.com

7 de Marzo de 2021 | 04:15
Edición impresa

“El año pasado fue el más raro de mi vida: yo trabajo en el teatro desde los 5 años, y en 2020 no pisé el teatro, durante un año entero. No solo no fui a trabajar, tampoco a ver un compañero, nada”, relata Divina Gloria. Pero, inquieta, la artista de desbordante energía y una carrera en la que se paseó por la música, la actuación y la performance, por los teatros el under y la tevé con Olmedo, no frenó igual: aprovechó el parate para filmar un documental sobre la familia Ariel, su familia, y la llegada del teatro yiddish de su mano al país.

“‘Sangre no es agua’ es un homenaje a los abuelos, al legado, a los actores del teatro yiddish”

 

“Sangre no es agua” es el documental que convirtió a Martha Gloria Goldsztern, la artista que alguna vez jugó a ser la Madonna argentina es ahora directora de cine, en cineasta: un relato realizado a partir de la investigación de Mark Johnson, marido de una prima perdida de divina, que sigue las figuras de Harry Ariel, último actor del teatro yiddish en Inglaterra, y el resto de su familia, quien huyendo de Polonia llegaron a Buenos Aires y comenzaron a presentar su arte en el viejo Teatro Excélsior.

Codirigido junto a Cecilia menis, el filme de la comediante fue reconocida en el reciente 18vo. Festival de Cine Judío de Punta del Este con el Premio del Público al Mejor Largometraje, demostrando lo que cree Divina.

“Es una película que no solo representa a la comunidad judía, creo que la gente se conmueve cuando conecta con sus abuelos, con sus papás, con sus raíces. Anima mucho a la gente a averiguar, a ver su árbol genealógico”, afirma, en diálogo con EL DIA. En ese sentido, la película, que cuenta con música de Fito Páez, “fue como un trabajo de arqueología de mi familia y de mi sangre”.

- Has hecho de todo en tu carrera, fuiste parte del under del Parakultural, trabajaste en teatro, hiciste comedia con Olmedo, grabaste discos. Ahora, sos directora de cine. ¿De dónde salen la energía, las ganas?

- Es la curiosidad. Es tener también un hijo precioso, que todo el tiempo me nutre de otros lenguajes, como yo le enseñé música de chiquito… Ahora, jamás me imaginé que yo iba a soñar una película, es un proceso dificilísimo. Y puede ser eterno, uno siempre quiere corregir algo, pero yo sentí que la película debía terminarse en 2020 porque tenía que tener la energía de este año, la energía del sobrevivir, porque estamos hablando de gente que sobrevivió. La familia de mi tío abuelo, Harry Ariel, desapareció en el gueto, y él siguió adelante, se fue a Londres y fue uno de los últimos actores que hablaban en yiddish: siguió actuando, hizo Shakespeare en yiddish, tuvo su pareja… El ser humano no tiene idea de la fuerza que contiene: Dios nos hizo de un material finito pero de una fuerza enorme. La fuerza de la vida es magnánima.

“El ser humano no tiene idea de la fuerza que contiene: Dios nos hizo de un material finito pero de una fuerza enorme. La fuerza de la vida es magnánima”

 

- ¿Y cómo nace la idea de hacer una película sobre la familia Ariel, tu familia?

- La historia es así: mi madre siempre se preguntaba por unos primos que tenía en Londres, pero que no había conocido nunca. Mi mamá murió en 2015, y en 2017 aparece un señor, desde Coventry, que le empieza a preguntar a Ariel, mi sobrino, a través de las redes, si la abuela se llamaba Cecilia, si la bisabuela era actriz de teatro judío… Resultó ser esa familia de mi mamá. Vinieron a Argentina en 2019, mi prima Rose y su marido, Mark Johnson, fuimos a las Cataratas y él sacó unas fotos preciosas de la fauna. Y pensé que sería lindo retribuirle el regalo, después de tantos años de buscarnos: armar un souvenir, imprimir las fotos, hacer un libro… Empezó por ahí la idea de hacer algo, pero cuando vi todo el material que él había juntado durante 40 años para buscar a mi abuela, toda esa investigación, pensé que no era una historia cualquiera: que alguien busque durante 40 años a la familia de su abuela que escapó del nazismo, y que nos haya encontrado, es algo de película: así que bueno, hicimos una película.

- La película la hiciste durante 2020, justo cuando más difícil era filmar, buscar material, moverse...

- Sí… El teatro más icónico del teatro yiddish era el Excelsior, que quedaba frente al mercado de Abasto, que hoy es el shopping. Y yo vivo a la vuelta: entonces, cuando salía a comprar por el barrio, aprovechaba y hacía los exteriores del documental. La investigación de Mark, que hizo un enorme trabajo, de mucho amor, nos la mandó desde Inglaterra, no se podía viajar. Luego, le comenté la idea a Cecilia Menis, que terminó siendo mi codirectora: ella me acompañó en el proyecto, ella sabía de qué departamento era cada cosa, si esto era imagen, sonido… Porque yo soy amante del cine, pero no hice la carrera de dirección. Encima, era un proyecto complejo: era una película sobre gente fallecida hace mucho tiempo, con muy poco material de archivo, y los archivos de las comunidades están cerrados, las oficinas públicas siguen cerradas… Pero eso hizo que fuera tan interesante: cada fotito que conseguíamos digitalizar era un logro enorme.

- De alguna manera, te ayudó a no aburrirte en pandemia

- No solo no aburrirme: siento que convoqué a mis amores perdidos. Yo me inicié con mis abuelos en el teatro, y reviví recuerdos de mi infancia… Por ejemplo, por el documental fui al departamento donde vivíamos todos, y no sé por qué la portera me dejó entrar y subir hasta el tercer piso, pudimos filmar ahí… Pasaron cosas mágicas. Fue una gran compañía en un año sumamente difícil donde todos padecimos un montón no solo la falta de trabajo, sino también la soledad. La película, como nos pasa a todos los que nos quedamos en casa viendo películas, me sacó de esa realidad: siempre el arte, el arte y la familia, están primero, acompañan.

- La familia está primero, acompaña, y también marca, como un poco muestra el documental: tus abuelos marcaron tu vida. ¿Cómo fue reconstruir ese ADN que te convirtió en artista?

- Por eso el documental se llama así: “Sangre no es agua” es algo que te tira muy fuerte.

Yo tengo el carácter que tengo porque trabajo en el teatro desde los 5 años, y fui por mis abuelos. Mis abuelos eran artistas, una abuela mía se había ido a Odessa con una compañía de teatro a los 14 años, mi tío abuelo fue uno de los últimos actores yiddish parlantes en Inglaterra... Mi abuela Bella viajó por todo el mundo, pero amaba a Argentina, y ella decidió venir a vivir al país: aquí brillaron entre las décadas del 40 y 50, la época dorada del teatro yiddish en Calle Corrientes, donde actores que se salvaron de perecer en un campo de concentración llegaron tras cruzar el mundo y amaron, vivieron, formaron familias en aquellos tiempos acá en Argentina. El documental es un homenaje a los abuelos, al legado, a los actores del teatro yiddish.

- ¿El arte es un buen vehículo para recuperar el pasado, para hacer memoria?

- El arte es un buen vehículo para todo. Para recuperar el pasado, pero también para disfrutar el presente: en mi casa nunca se vivió esa parte de tristeza relacionada al pasado, mi casa era un lugar super divertido, venían actores y músicos, la gente bailaba… Era vivir la vida loca, como estar en un centro cultural con actividades todo el día, aunque también era una casa de familia, había que ir al colegio. Y después, había que ir al teatro.

- Hoy dijiste que el arte acompaña. ¿El arte sirve de bálsamo, en tiempos de crisis como aquellos y como estos?

- Si le preguntás a cualquiera que hizo en la pandemia, vieron películas, escucharon música… El arte no es el show business, el negocio del espectáculo: te nutre, aprendés, vivís historias, conocés las vidas de otras personas… Es muy hermoso poder transmitir lo que sentís, expresarse, y poder captarlo también. Y todo el mundo puede hacer arte: todo el mundo puede cantar y bailar: no hay que hacerle caso a una maestra que te dice que no, que desafinás… De hecho, a Alfonsina Storni le dijeron que había que sacarla de la escuela porque le costaba mucho escribir y leer. ¡Mirá si la madre le hubiera hecho caso!

REGRESO A ESCENA

La mención de Divina Gloria a la mítica poeta no es casual: en estos días, hasta hoy, se encuentra realizando en distintos espacios del CCK, a las 16 y 17, una performance literaria, “Agite”, que recupera voces literarias y periodísticas femeninas en el marco de “Nosotras movemos el mundo”, un gran evento multidisciplinario con conciertos, proyecciones, charlas, teatro y otras actividades organizado por el Día Internacional de la Mujer. Gloria lee un manifiesto de Virginie Despentes, y al principio aparecen Alfonsina y Juana Manso.

Es para Gloria el regreso a la actuación, en el marco de un mundo complicado por el COVID y las crisis de siempre: “Tenemos que ser ser cada vez más compasivos, no criticar, no prejuzgar, aceptar las diferencias”, opina al respecto la artista. “Cada día construimos la realidad, y todo lo que decimos de la boca para afuera, todo lo que panfleteamos, hay que hacerlo, de verdad. Hay que escuchar más, cuando uno más en silencio está, más entiende que si no nos cuidamos, si no cuidamos el planeta, si no vamos por el lado del amor y el respeto… no vamos. No va más”.

“Cuando uno más en silencio está, más entiende que si no nos cuidamos, si no cuidamos el planeta, si no vamos por el lado del amor y el respeto… no vamos. No va más”

 

- “Agite” es una especie de regreso al escenario para vos, aunque es una performance en distintos espacios del CCK. ¿Cómo vivís ese regreso?

- Como decimos todas: no me puse tacos durante un año, no me maquillé durante un año. Volver es hermoso, adrenalínico, volvés al ejercicio de la memoria, de recordar la letra, de escuchar a una compañera decir un texto precioso… Está reactivándose todo.

- En ese sentido, y en este mundo que nos toca vivir, con pandemia, con crisis, ¿qué rol tiene el arte?

El arte es la salvación. El arte es también la vacuna: es también algo científico lo que pasa cuando uno se conecta a través de los sentimientos, de la palabra, de la música… Mi hermana es musicoterapeuta, es una sanadora, ella es la cura. El arte es fundamental: no podría vivir sin escuchar música, sin bailar. Si no me pasa eso, es que estoy muerta en vida. Ni siquiera lo digo como mi profesión, es mi ADN.

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