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“¿Quién eres, Charlie Brown?”: el éxito y las ansiedades del padre de Snoopy

Apple TV+ estrena el viernes una película que homenajea a Charles Schulz, creador de una de las tiras cómicas más exitosas de la historia, una máquina de hacer dinero a través de merchandising pero, antes que nada, una historieta melancólica y potente que cambió la historia del medio

“¿Quién eres, Charlie Brown?”: el éxito y las ansiedades del padre de Snoopy

Charles M. Schulz y sus creaciones: la tira llegó a ser leída en 75 países

Pedro Garay

Pedro Garay
pgaray@eldia.com

21 de Junio de 2021 | 02:31
Edición impresa

“La vida es difícil, ¿no, Charlie Brown?”, le pregunta Linus a su amigo en una tira de “Peanuts” publicada en 1966. “Sí, pero he desarrollado una nueva filosofía”, responde Carlitos. “Sentir pavor un día a la vez”.

Así de desgarradoras podían ser las tiras cómicas que Charles M. Schulz comenzó a publicar en 1950 y publicó hasta el día de su muerte: pequeñas viñetas de la vida cotidiana de un grupo de chicos de algún pueblito estadounidense que ofrecían, de repente, debajo de amables caricaturas, ventanas a la ansiedad, la frustración, el cansancio y la soledad modernas. Se suponía que era una tira cómica para chicos (no había audiencia, de hecho, para tiras para adultos), y sin embargo generaciones enteras de padres le compraron el peluche de Snoopy a sus hijos, mientras eran ellos quienes no podían dejar de leer sobre las desventuras de Carlitos, ese chico que nunca golpea el jonrón ganador, que nunca se queda con la chica y que nunca hace realidad sus sueños. Ese chico que llegó a considerar que “mis ansiedades tienen ansiedades”.

Ahora, “Who are you, Charlie Brown” (“¿Quién eres, Charlie Brown?”), documental que Apple TV+ estrena el viernes, se sumerge en la vida del autor para homenajearlo y también mostrar si las ansiedades de Carlitos eran las ansiedades de Schulz: es que Schulz mostró esas intenciones desde la primera de las tiras de Carlitos. Publicada bajo el título de “Peanuts” (un título que significa “maníes”, apodo para los chicos pero también para las nimiedades, que reflejaba a la vez el poco espacio que ocupó originalmente la tira y la poca fe en la misma), aparecía allí un muchachito que veía venir a Charlie Brown. “¡Ahí viene Charlie Brown! ¡El bueno de Carlitos!”, proclamaba. “Sí señor, el bueno de Carlitos”, insistía, mientras el muchacho que ya mostraba su cabezota pasaba delante de él. Cuando terminaba de pasar, el joven decía casi para sí: “Cómo lo odio”.

Este tipo de expresiones suele leerse como reflejo de las inseguridades del propio creador: mientras más se lee “Peanuts”, y mientras más se conoce de la biografía de Schulz, más claro parece que se trata de un trabajo extremadamente personal, una mirada al alma desesperada de su autor, enmascarada de chistes y superficies tiernas. Tan personal, que el día que Schulz “retiró” su tira, murió.

La hipótesis de la relación estrecha entre obra y autor fue cimentada por las más de 600 páginas que David Michaelis escribió sobre el tema en su biografía, “Schulz, Carlitos y Snoopy” (Es Pop Ediciones), considerado el libro definitivo sobre la vida del autor. La obra desvela que muchas de las vivencias del dibujante, desde las crisis matrimoniales a las depresiones, y muestra cómo se volvieron temas habituales en sus tiras, como si de una catarsis se tratara.

Schulz hubiera estado, al menos parcialmente, de acuerdo: “Supongo”, dijo una vez, “que siempre me he sentido así: ansioso y aprensivo. Yo lo he comparado a veces con el sentimiento que uno tiene cuando se despierta en la mañana de un funeral”.

Sin embargo, Jean Schulz, con la que compartió sus últimos 25 años de vida, no estaba de acuerdo. Para ella, el carácter melancólico de la tira se debía, según “Sparky”, a una simple decisión creativa: “Como decía Sparky (Schulz) sobre por qué Carlitos nunca consigue darle a la pelota: el problema es que hablar de la felicidad no es divertido”.

Jean fue una de las voces que respondió en su momento a la biografía de Michaelis, afirmando que tomaba bocados de verdad para armar una narrativa intencionalmente sesgada. “Sparky era melancólico, cierto, pero también, más cosas”, afirmó entonces su mujer.

UN ÉXITO SIN PRECEDENTES

Cuánto hay de Schulz en sus personajes, sus ansiedades, sus desgracias y fracasos cotidianos es uno de los ejes de “Who Are You, Charlie Brown?”. Pero el recorrido de la película se detendrá también en la relevancia y la popularidad de la tira cómica a través de varias generaciones, así como su diseño y arte atemporales: “Peanuts” fue un fenómeno mediático y sociocultural sin precedentes, la serie de prensa con más éxito de la historia, e iniciadora del concepto moderno del merchandising.

“Siempre me he sentido ansioso”, comentaba Schulz sobre el tono triste de su tira

 

Schulz creó la predecesora de “Peanuts” en 1948 y la primera tira de Carlitos fue publicada dos años más tarde, cuando el autor tenía sólo 28 años: aunque había poca fe en aquella extraña tira que se anunciaba desde sus superficies como otra tira para chicos pero se descubría satírica, hasta amarga, terminaría siendo publicada en 2.600 periódicos de 75 países, con 355 millones de lectores estimados al momento de su muerte, en el año 2000.

Hoy parece claro que el éxito y longevidad de la tira se debieron justamente a esas innovaciones que trajo a la tira cómica: los personajes eran niños, pero con insatisfacciones de adultos, y por eso, enamoraron también a los mayores. “La poesía de los niños dibujados por Schulz nace del hecho de que en ellos encontramos todo el sufrimiento de los adultos”, escribió Umberto Eco. Charlie Brown y sus amigos eran, según el ensayista y novelista italiano, “monstruosas reducciones infantiles de todas las neurosis de la ciudadanía moderna”.

Carlitos, el protagonista, no era un triunfador, como imponía la incipiente cultura mediática de posguerra, sino el marginado del grupo, un antihéroe que nunca acierta con el bate a la pelota. Schulz capturaba así el lado B de esa posguerra, la intimidad detrás del mito de éxito e invencibilidad de un país entero, y si la tira es universal es porque, al fin y al cabo, todos nos sentimos inadecuados, incómodos.

Pero mientras los personajes humanos permanecían insatisfechos (no solo Carlitos: tampoco Lucy consigue el amor de Schroeder, también ella choca contra la realidad, tampoco Linus consigue dejar atrás su mantita…), en contraposición, aparecía Snoopy. “Un espíritu libre”, como lo definió el cineasta Paul Feig. “No le importa que las cosas que quiere ser, ya sea un héroe de la I Guerra Mundial, un buitre, un astronauta o un cocodrilo, le parezca una locura a los demás. Hace lo que quiere y se divierte. Snoopy es esa parte de nosotros que quiere romper con todo, que quiere volar y ser libre sin importar lo que otros digan. Él vive esa rica vida de fantasía que existe dentro de todos nosotros”.

Pero, ¿era Snoopy un símbolo, una fantasía escapista para Schulz, o también el beagle más famoso del mundo veía cómo sus deseos colisionaban con la realidad? El pobre perrito será siempre incomprendido, no puede comunicarse, su genialidad no es percibida por el mundo, y aunque lo intenta, no consigue comunicar su genio de su imaginación a través de las obras que escribe en el techo de su cucha. Para muchos, Snoopy también era Schulz: el Schulz artista, el Schulz que no se sentía comprendido y apreciado.

Y eso que la tira fue tremendamente celebrada: su renovación sirvió de inspiración a la siguiente generación, influenciando los trabajos de autores tan disímiles como Bill Watterson, Chris Ware o Matt Groening. Quino llegó a decir que Schulz había producido “un cambio muy grande dentro de la historieta” y que mientras en Argentina las tiras de este estilo eran “Avivato” y “Fallutelli”, “este tipo Schulz trajo personajes antipáticos, simpáticos, buenos, malos, envidiosos y eso fue una revolución. Yo tomé bastante de él, pero como no soy norteamericano, hice una adaptación muy argentina de la cosa”. Al día de hoy, en los angustiosos webcomics que pueblan la web, vive el autor de “Peanuts”.

Y lo que es más: Schulz no solo fue valorado por sus pares, sino también por el público, al punto de que, bastante rápido, el éxito planetario generó una maquinaria de mechandising que fagocitó en buena medida toda lectura o análisis posterior de la serie que durante 50 años dibujó puntualmente. En los 90, algunos jóvenes, en broma, juraban “por Snoopy”: el perrito aparecía en remeras, tazas, yoyós, gaseosas, pelotas, publicidades de seguros y sanguches, cualquier cosa. Estaba en todos lados, como Dios.

 

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