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Bajarse de candidaturas no es lo mismo que renunciar a la lapicera del peronismo

Bajarse de candidaturas no es lo mismo que renunciar a la lapicera del peronismo

El último acto en La Plata de Cristina. ¿Cambio de estrategia? /archivo

Mariano Pérez de Eulate

Mariano Pérez de Eulate
mpeulate@eldia.com

14 de Diciembre de 2022 | 02:26
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¿Una reacción emocional, poco meditada, o una estrategia perfectamente elucubrada? Eso es lo que buena parte del peronismo se pregunta por estas horas, como reflejo tardío, ya no impregnado del asombro inicial, del anuncio de Cristina Kirchner de que no será candidata a nada en el próximo turno electoral. Que su nombre no estará en ninguna boleta, como le gusta graficar a ella.

“¿Y si más que el final es el inicio de algo?”, especulan en ámbitos kirchneristas, donde aún no logran adivinar quién podría ser el bendecido por la vicepresidenta como la cabeza “formal” del proyecto; porque la “real”, se descuenta en esos ámbitos, seguiría siendo ella.

Sin sorpresa

¿Wado de Pedro? ¿Axel Kicillof? ¿Sergio Massa, en quien nunca terminará de confiar? Todos esos nombres ya figuran sobre la mesa por trascendidos que llegan del propio oficialismo; ya están en la góndola. Lo que reduce el factor sorpresa, aquel artilugio efectivo del que se valió Cristina en mayo de 2019 cuando designó candidato presidencial al inesperado Alberto Fernández con un tuit.

“El mismo truco sale bien una sola vez”, resume el prestigioso politólogo Carlos Fara en diálogo con este diario.

En todo caso, luego del paso al costado anunciado minutos después de que se conociera la condena a seis años de prisión e inhabilitación de por vida para ejercer cargos públicos que ahora pesa sobre Cristina, lo imprevisto dentro de cinco o seis meses sería la contra marcha, la rectificación de aquella promesa de la vice que se basó, según ella misma, en un acto de despojo para que el Justicialismo no cargue en la campaña electoral con el peso de su nueva situación judicial. Que, por supuesto, bajo esa lógica es una persecución política.

Es probable que piense en cómo trabajar desde ahora su perfil de futura jefa de la oposición

En este sentido, analistas de opinión pública, encuestadores y muchos dirigentes kirchneristas que no orbitan en el primer círculo que rodea a la vicepresidenta toman el “renunciamiento” de Cristina con cierta cautela. No descartan que sea, en rigor, el primer insumo, la llama inicial, de un posible operativo clamor que llame a la reflexión a la lideresa, en virtud de lo que le pide su feligresía.

Ese interregno de meses hasta que se resuelvan las candidaturas definitivas puede tener una estratégica utilidad política para Cristina, quien ha demostrado el pragmatismo propio de los líderes de perfil populista y cierta lectura anticipada de escenarios posibles. En especial, en lo que tiene que ver con la vida interna del peronismo.

midiendo lealtades

Aquel encuentro nocturno en Punta Lara, inmediatamente después de la sentencia condenatoria, sonó a medición personalísima. ¿Para medir qué? Lealtades.

El pedido para que la tropa milite la refutación de su condena apuntaría a eso: a ver cómo se mueven los diversos actores del Frente de Todos en las malas. Si la mancha que supone el mote maldito de condenada por corrupción en primera instancia (aún hay dos escalones más arriba en el camino judicial para que quede firme lo que decidió el Tribunal Oral) genera desorden real interno en el universo justicialista, que hasta ahora la ha tenido como actriz central. Se trataría de ver, en definitiva, si cambian los marcos de fidelidad e incluso si puede haber un conato de rebeldía a su liderazgo, a su jefatura, basado en el argumento de que ahora ella resta más de lo que suma. No parece haber tiempo para ese proceso: las Primarias Abiertas están a la vuelta de la esquina.

A menos de una semana del anuncio vicepresidencial, todos creen que, más allá de que su nombre no esté impreso en la boleta, Cristina procurará para sí el rol de armadora de la estrategia, definidora de nombres, de gran electora. Que buscará quedarse nuevamente con la lapicera. Pero también hay una posiblilidad, porqué no, de que deje correr una PASO descomprimidora en el oficialismo y finalmente apoye al ganador.

En sectores del PJ del Conurbano, de hecho, creen ver en la jugada auto expulsiva de la vice un cierto corrimiento de cuerpo de lo que puede llegar a ser, teniendo en cuenta los números que se manejan hoy en día, una derrota complicada para el peronismo. O sea: estar, sin estar. Reminiscencias de 2015, cuando eligió el llano luego de ser ocho años Presidenta para volver a candidatearse al Senado recién en 2017 y entró a esa cámara por la minoría en representación de la provincia de Buenos Aires.

Esta vez, sin embargo, habría una diferencia con aquel momento: replegarse en eventuales fueros parlamentarios sería, desde la indignada mirada cristinista actual, una concesión a “la mafia” que la quiere “muerta o presa”.

Así, si Cristina huele una derrota el año entrante del gobierno que ella integra -y en su momento esculpió- es probable que en realidad esté pensando en cómo trabajar desde ahora su perfil de futura jefa de la oposición, basada en la épica de la supuesta “proscripción” y teniendo en cuenta que Alberto Fernández probablemente pase a retiro si no es reelecto y el ministro Massa sólo podría pensar en ese rol en la medida en que las cosas le salgan bien con la economía. Eso no es un reflejo indignado, es un plan.

Esta es una tesis que también en manejan en el justicialismo extra bonaerense, sobre todo en esos nichos que no combaten abiertamente a la vicepresidenta pero que tampoco le profesan una fidelidad ciega, religiosa. Esos que no estuvieron aquella noche de Punta Lara.

 

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