Estimado lector, muchas gracias por su interés en nuestras notas. Hemos incorporado el registro con el objetivo de mejorar la información que le brindamos de acuerdo a sus intereses. Para más información haga clic aquí

Enviar Sugerencia
Conectarse a través de Whatsapp
Temas del día:
Buscar
EN VIVO
Se debate el Paquete Fiscal en la Cámara de Diputados

Ampliar
_tituloFoto
Información General |OCURRIÓ EN LA PLATA

La Pitón que se tragó al caniche: y otras habladurías sobre una fuga de novela

Se escapó del serpentario del Zoo platense y durante 85 días la Ciudad casi no habló de otra cosa

La Pitón que se tragó al caniche: y otras habladurías sobre una fuga de novela
Hipólito Sanzone

Hipólito Sanzone
hsanzone@eldia.com

27 de Febrero de 2022 | 03:41
Edición impresa

“La señora dice que si la abrimos, adentro está el perro”.

Habían pasado ya 90 días desde el estallido de ese escándalo y todavía saltaban esquirlas. La demandante era una mujer que decía ser docente jubilada, viuda de un abogado que a su juicio había sido “una persona muy importante y relacionada”. Esperaba en la puerta del Zoológico, apoyada junto a la reja principal. Era viernes a media mañana y ya se estaban empezando a instalar los vendedores de pochoclo, nubes de azúcar y de esos globos que se ataban a la muñeca para que no se perdieran en el cielo. Y cuando eso ocurría, las madres trataban de consolar diciendo que cuando el globo perdiera fuerza y bajara, lo iba a encontrar “algún chico en Colonia”, del otro lado del río.

La mujer insistía en que la pitón le había comido el perro.

“Me paré en medio de la calle y le hice señas con los brazos. Le salvé la vida, a la Pitón digo”

 

DOS ESCÁNDALOS

El escándalo de la fuga, frenética búsqueda y sus secuelas tuvo a los platenses en vilo durante semanas de aquellos recién iniciados 80. Empezó como un rumor, siguió como una noticia basada en off de récords y terminó en reconocimientos oficiales que dispararon toda clase de teorías y paranoias.

Ese fue el otro gran escándalo que envolvió al Zoológico de La Plata en aquellos 80. El otro, que tuvo rango de noticia nacional y permitió mostrar hasta dónde llegaban las prebendas de las que gozaban los dictadores llegados a mediados de los 70 y sus cómplices civiles, fue la desaparición de la cabeza cadavérica de la Jirafa Carolina. https://www.eldia.com/nota/2021-10-17-2-43-35-el-escandalo-de-carolina-la-decapitada-platense-en-la-pared-de-martinez-de-hoz-policiales

La búsqueda duró varios días y convocó a efectivos policiales, perros entrenados y “boqueanos”, que no dejaron mata por mover en el Zoo y gran parte del Bosque

Hacia el verano de 1980 a Carolina, que había nacido en el pedazo de selva que el mapa dice Sudáfrica, se le hizo en los intestinos una pelota de plástico y celofán por comer los caramelos sin desenvolver y las bolsas que tiraba esa clase de visitantes que es mejor que no vengan. Y eso la mató lenta y dolorosamente.

“En el living de su departamento, Martínez de Hoz tiene la cabeza de la Jirafa Carolina colgada en una pared. Tiene un león, un rinoceronte, un leopardo y a la pobrecita de Carolina”, fue la denuncia que tres años después hizo el veterinario platense Hosmar Peralta Bergna, después del dato aportado por un informante. Según la denuncia, en el Zoológico de La Plata le habían “entregado”, por no tener pruebas para decir “vendido”, los restos de Carolina a un taxidermista de apellido Di Carlo que era, justamente, el que le hacía trabajos a Martínez de Hoz cada vez que el poderoso ministro regresaba de uno de sus safaris africanos con cadáveres de grandes animales salvajes a los que inexplicablemente hay personas que dan en llamar “trofeos”.

La denuncia se convirtió rápidamente en escándalo cuando por orden del entonces intendente platense se cavó bajo el árbol donde había sido enterrada la jirafa.

“Doctor, la desenterramos y efectivamente le falta la cabeza”, le informaron.

INODOROS CON CADENA Y CANDADO

La Pitón fugada del Zoo platense en el febrero de 1981 tenía 3,50 metros de largo, 12 centímetros de diámetro y pesaba unos 25 kilos. Era amarillenta.

En medio de todo eso un funcionario de lo que todavía era Obras Sanitarias salió que decir que era “improbable” que el enorme ofidio, que nadie sabía cómo había escapado del serpentario del Zoológico de La Plata, apareciera en algún inodoro familiar después de alguna travesía por las redes cloacales y desagües. Fue peor el remedio que la enfermedad. Hubo gente que antes de irse a dormir ponía grandes macetas sobre las tapas de los inodoros y no faltó el que directamente llegó a meterle cadena y candado. Cualquier incomodidad nocturna valía la pena con tal de no encontrarse con la enorme serpiente.

El temor de que la bicha anduviese por los desagües y las cloacas se instaló rápidamente en el imaginario popular y no hubo forma de calmarlo

En la tarde del 26 de febrero de ese año, en la Unidad Regional de Policía de La Plata se recibió un memorándum con rango de “Orden de Servicio” que, entre otras instrucciones, mandaba a designar personal para “colaborar en la búsqueda del ofidio de gran porte evadido del Zoológico de La Plata”. Dos días antes se había decidido el cierre del predio y ante la inquietud generada por esa medida el Municipio debió salir a aclarar que no era por miedo a la Pitón fugada sino para facilitar el desplazamiento de los efectivos policiales, sus perros entrenados y los baqueanos convocados para la búsqueda. Nunca se aclaró cuáles habían sido los requisitos exigidos a esos hombres que fueron contratados como “baqueanos” en la tarea de encontrar serpientes fugadas.

Uno de los especialistas convocados por el municipio trajo un dato aliviador. Dijo que en 1944 había ocurrido lo mismo en el serpentario del Zoológico de Córdoba y que la bicha había regresado a los pocos días. Que era “normal” que las de su especie salieran a dar largos paseos toda vez que tenían la oportunidad de evitar su encierro gracias al descuido de sus cuidadores. “Incluso hasta puede aparecer muerta”, remató el experto.

“Martínez de Hoz tiene la cabeza de la Jirafa Carolina colgada en una pared”

 

“No hay riesgo para los eventuales visitantes”, se insistía, aunque el Zoológico permanecía cerrado al público. Un grupo de Bomberos “peinó” los lagos del Zoo y del Bosque con un enorme tridente como los que se usaban para tratar de encontrar a personas ahogada en aguas turbias.

CARGADAS FUTBOLERAS

El 8 de marzo se anunció oficialmente el cese de la búsqueda y se dieron a los visitantes del Zoo una serie de recomendaciones por si las moscas se encontraban con la bicha. Durante semanas el caso de la Pitón estuvo en boca de la Ciudad y hasta dio para cargadas futboleras de ida y de vuelta cuando se afirmó que la prófuga había sido vista para el lado de la cancha de Gimnasia.

Faltaba poco para que la Ciudad entrara en modo feriado por el 25 de mayo de ese 1981 cuando llegó la noticia largamente esperada. La Pitón había dado señales de vida. Como si fuesen los apellidos de una delantera exitosa, se empezó a hablar de Cicchi, Amoreo y Comombier. Eran tres empleados del Museo de Ciencias Naturales que se toparían, en diferentes instancias, con la bicha, que a esta altura la Ciudad consideraba un temible reptil.

Junto a la desaparición de la cabeza de Carolina, el caso de la Pitón dio mucha letra para los rumores y especulaciones

En la mañana invernal, todavía noche cerrada, del 23 de mayo Amorea miraba el reloj con la impaciencia del sereno que espera a su relevo. Y el relevo, que era Cicchi irrumpió en la pequeña oficina de la Intendencia del Museo. Asustado, alcanzó a decir que le parecía que en la calle interior entre el Museo y el Observatorio, cerca del estadio de Gimnasia y el monumento a Mitre, había una rama cortando el paso. Pero que la rama se movía y que a pesar de la oscuridad se notaba negra, blanca y amarillenta.

Sin dejar el mate recién cebado, Amoreo dictaminó: “Es la Pitón”.

Salieron con las linternas que usaban para las recorridas de rutina por los pasillos del Museo y comprobaron que era cierta la corazonada de Amoreo. Ahí estaba la famosa Pitón evadida, desplazándose lentamente, con medio cuerpo sobre el asfalto y el otro medio en el pasto.

UN HÉROE EN ESE LÍO

“La verdad es que me debe la vida”, le diría Amoreo a un cronista del diario EL DIA días más tarde, cuando las habladurías sobre el hallazgo eran tantas que fue necesario salir a echar un poco de luz sobre el asunto. Hasta entonces las fuentes se habían mostrado esquivas, como era “normal” en aquel tiempo de dictadura que parecía eterna.

Amoreo contó que él y Cicchi llegaron a posicionarse a pocos metros de la Pitón que avanzaba hacia el Museo cuando lo espantaron las luces del auto de Combombier, el otro sereno, que llegaba por la calle interior, camino a ocupar su puesto.

“Me paré en medio de la calle y le hice señas con los brazos. Le salvé la vida, a la Pitón digo, evité que la pasaran por encima”.

El “mapa” de la fuga de la Pitón que casi muere arrollada por el auto de un empleado del Museo

En algunos despachos oficiales se agarraban la cabeza de sólo pensar qué hubiese dicho la opinión pública si la Pitón aparecía despanzurrada por las ruedas del auto de un empleado del Museo.

Aquella mañana todavía era noche cuando los imprevistos cazadores pusieron en marcha la captura de la Pitón aparecida de paseo por la zona. Cicchi se quedó vigilando los lentísimos pero constantes movimientos de la bicha mientras sus compañeros iban por un palo y una lona gruesa del tamaño de una sábana. Nunca se supo el nombre de la evadida. Acaso por ser un animal con tan mala prensa nadie se había tomado el trabajo de bautizarla. Fue, siempre, “La Pitón”.

En pocos y rápidos movimientos los tres trabajadores del Museo consiguieron que la bicha se enroscara al palo como si fuese un tallarín. Y así la embolsaron en la lona, atando las cuatro puntas con un alambre.

La dueña del caniche exigía una especie de indemnización al Municipio

 

Entre tanto ya había amanecido y el director del Zoo era anoticiado. El hombre llegó en bicicleta, anunciando a grito pelado que había aparecido la Pitón. Luego contaría “el calvario” de esos 85 días en que estuvo en juego su pellejo laboral y el de unos cuántos empleados.

SUMARIOS Y BURLAS

“Y además tuvimos que aguantar las cargadas. Llamaban por teléfono para ofrecer miles de dólares por una entrevista al que se le había escapado la Pitón. Una vez dijeron que eran del Washington Post y del otro lado de la línea se oían las risas”.

Es que las conjeturas sobre cómo había hecho la Pitón para escapar de su encierro caminaron por todas las cornisas posibles. Y entre ellas no faltó la de la conspiración con fines políticos. El rumor de que “la dejaron escapar a propósito” se instaló con velocidad de tornado en las mesas platenses, desde las familiares hasta las del Costa, el Bar Astro y La París.

Los informes técnicos le quitaron espectacularidad al asunto. Se descubrió que habitualmente al cubículo, una caja de vidrio con tapa y una reja donde vivía la Pitón, le ponían dos troncos encima. Pero la bicha con el tiempo le había encontrado la vuelta al asunto. Con la paciencia de un preso, que al fin y a cabo lo era, había levantado la tapa y encontrado el hueco para salir. El hilo entonces se cortó por lo más fino y sumariaron a un guardián imputándole haberse olvidado de poner los troncos.

Lo cierto es que los bichos en cautiverio nunca resignarán sus sueños de libertad. Durante el momento más duro de la pandemia una serpiente pitón sorprendió paseando en las calles de Tigre y Escobar. La bicha amarilla y blanca y de 1,80 metros de largo fue llevada al Serpentario Educativo del Tigre, del actor Federico Amador, quien se dedica a rehabilitar reptiles y otros animales salvajes. “Se trata de una serpiente juvenil. A veces llegan lastimadas o deshidratadas, pero ésta estaba bien. Son animales que generalmente provienen del mascotismo. La gente los adopta como ‘mascotas exóticas’, que no es lo ideal. En este caso puntual, todo indica que vivió siempre en una pecera”, diría el actor.

EL CANICHE DIGERIDO

A los gritos, la mujer insistía, como repitiendo la información de una enciclopedia, que “las pitones matan por asfixia a presas casi tan grandes como ellas, e incluso más pesadas. Una vez logrado el objetivo, las tragan enteras e inician una larga digestión”. Y rompía en llanto al imaginar que su caniche andaba entre esos jugos gástricos.

La dueña del caniche exigía una especie de indemnización al Municipio, a la sazón responsable de la Pitón y sus andanzas en esos 85 días de libertad.

Intentaron explicarle que la Pitón no era una serpiente venenosa, aunque cuando cazaba a sus presas podía llegar a estrangularlas, pero que de ninguna manera podía haberle comido al perrito. Le mentían. El asunto era que nadie en su sano juicio pensaba tomar un bisturí y abrir a la Pitón para ver si había restos del perro.

El pleito nunca llegó a la Justicia y nunca se supo si la desaparición del caniche de la señora, que durante meses siguió yendo a gritar a la puerta de Zoo, tenía o no que ver con el apetito de aquella Pitón que quería ser libre y que lo fue durante 85 días.

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE

+ Comentarios

Para comentar suscribite haciendo click aquí

ESTA NOTA ES EXCLUSIVA PARA SUSCRIPTORES

HA ALCANZADO EL LIMITE DE NOTAS GRATUITAS

Para disfrutar este artículo, análisis y más,
por favor, suscríbase a uno de nuestros planes digitales

¿Ya tiene suscripción? Ingresar

Básico Promocional

$120/mes

*LOS PRIMEROS 3 MESES, LUEGO $2250

Acceso ilimitado a www.eldia.com

Suscribirme

Full Promocional

$160/mes

*LOS PRIMEROS 3 MESES, LUEGO $3450

Acceso ilimitado a www.eldia.com

Acceso a la versión PDF

Beneficios Club El Día

Suscribirme
Ir al Inicio
cargando...
Básico Promocional
Acceso ilimitado a www.eldia.com
$120.-

POR MES*

*Costo por 3 meses. Luego $2250.-/mes
Mustang Cloud - CMS para portales de noticias

Para ver nuestro sitio correctamente gire la pantalla