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Luces y sombras: cinco notas sobre “The Batman”

La nueva versión del superhéroe propone un giro para la franquicia a través de varias apuestas y un marcado pesimismo

Luces y sombras: cinco notas sobre “The Batman”

Robert Pattinson trae a la pantalla una visión pesimista del superhéroe

Pedro Garay

Pedro Garay
pgaray@eldia.com

14 de Marzo de 2022 | 02:27
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DETECTIVE

En un nuevo reinicio para Batman en el cine, Matt Reeves apuesta en “The Batman”, última película del torturado superhéroe, a un regreso a los orígenes del personaje, un detective derivado de la ficción pulp; y lo condimenta con la oscuridad noir, casi expresionista, de buena parte de sus historias más icónicas de la historieta.

Sin embargo, aunque la principal influencia anunciada por el equipo de marketing para esta película es “Chinatown” (y ya volveremos sobre esta insistencia a apoyarse en el cine del pasado) la Ciudad Gótica de “The Batman” se parece más a “Blade Runner” que a aquel oscuro Barrio Chino: una distopía no realista sino hiperrealista, con los rasgos de su decadencia expresados explícitamente en cada rincón de una ciudad oscura y oxidada, plagada de drogadicción, pandillas disfrazadas y edificios al borde del derrumbe.

Allí opera “el mejor detective del mundo”, aunque fiel a la realidad extasiada, exagerada, que retrata el filme, los acertijos que tiene que resolver, como señaló un video viralizado en internet, son algo caricaturescos, se parecen más a los arbitrarios acertijos de la serie de los 60 (“drive”, “auto”, “pen drive”) que a los misterios enroscados y siempre incompletos del policial negro.

PATTINSON

Robert Pattinson debuta en esta nueva acepción del héroe que utiliza tanto los músculos de su cabeza como los de su cuerpo: un Batman de a pie, que recibe tantos golpes como da, angustiado, como todo hombre murciélago, y atravesado todavía por un conflicto interno: no sabe cómo llegar a ser lo que quiere ser.

Reeves toma una decisión valiente: no muestra el pasado de Bruce Wayne, sus padres asesinados, el origen de la bestia. Pero paga el precio: al no mostrar las razones por la que ese huérfano millonario ha decidido hacer justicia por mano propia (literalmente) las motivaciones de su Batman tienen que ser contadas vía una voz en off. Es decir, en lugar de mostrar la tortura interna del superhéroe, una voz en off la relata, de forma apresurada, porque además hay que meter en las tres horas de película adelantes de secuelas y spin offs, comentario social y romance.

Eso no implica que este Batman de Pattinson esté poco logrado, sino que es menos interesante: sus luchas, sus dudas, lo que lo desgarra internamente, se revelan solo superficialmente, a través de una voz que dice que Wayne sufre y un maquillaje emo que lo muestra sufriente; no se hace carne en el personaje, Batman no se gana sus momentos de triunfo y redención. Su lucha nos importa menos, nos afecta menos.

LUCES Y SOMBRAS

Otro problema importante para la encarnación de Pattinson (y el resto del elenco) es que no se ve su cara. Hace rato que es meme el color aplanado de las grandes franquicias superheroicas, la paleta de colores completamente uniforme que utiliza el cine de Hollywood en la actualidad: “The Batman” parece una exageración del concepto, una película básicamente negra y marrón donde por la baja iluminación no se distingue nada, ni siquiera la mirada de los personajes que hablan en primer plano. Es como si hubieran filmado la película y luego, en posproducción, le hubieran bajado el brillo y el contraste y desenfocado los fondos.

Por supuesto que es por diseño. Por supuesto que la intención era reflejar esa Ciudad Gótica iluminada por los pocos y tenues faroles que quedan en pie, mostrar esas sombras absolutas en las cuales no hay luz de esperanza, en las cuales la verdad no puede distinguirse. Pero las sombras y los contrastes han sido utilizadas durante décadas en el cine, desde el expresionismo alemán a “Alien”, pasando, claro, por el policial negro, sin que eso implique que no se entienda lo que ocurre en una pantalla de media cuadra de extensión.

La utilización de la falta de luz y el fuera de foco podría haber sido, en todo caso, un recurso, pero toda la película se apoya en ese único recurso, como si la única forma de crear desolación fuera mostrar desolación todo el tiempo, sin descanso, sin que haya lugar para contrastes, para un espectro. Como para que no quede la duda: este Batman es oscuro.

EFECTO JOKER

Si este Batman es oscuro, porque este Batman es reflejo de un mundo sumido en las sombras, no puede tener otro tipo de villano: la colorida galería de malosos del personaje ha quedado reducida desde el Joker de Heath Ledger a versiones de ese mismo personaje, una tendencia que parece recrudecer tras el Joker de Joaquin Phoenix. El Acertijo de “The Batman” no es otra cosa que un nuevo Guasón, un producto de la corrupción y la desigualdad en la oscura metrópolis, como el propio final confiesa. Un desperdicio de Paul Dano, que solo al final muestra su cara y al que le obligan a ejecutar los tres minutos de “desquicie Joker” que, parece, son ahora necesarios para toda película del gótico superhéroe.

La nueva franquicia que comienza a erigirse alrededor de esta nueva entrega parte de lo que dejaron los últimos dos Jokers: el mito del superhéroe se utilizará para comentar sobre el desgarro de la tela social, el colapso del sistema. La repetitiva solemnidad de la propuesta, junto a su explícita oscuridad y su angustia algo adolescente, hace que muchos extrañen el color pop de las acepciones noventosas del asunto. James Gunn (el hombre que inyectó color a Marvel con “Guardianes de la Galaxia”) trajo algo de esa energía a “Escuadrón Suicida” y “Peacemaker”, pero la línea principal parece ser la de este Batman apenas iluminado. Como si el color fuera una distracción, un divertimento que oculta lo importante: que el color del mundo es el color de la mugre, podrido, amarronado, un mono-tono monótono apenas discernible por la oscuridad que lo rodea.

PESIMISMO

Es un Batman para un mundo que no ve futuro, que no ve una luz que construya brillo y contraste. Como señalaron críticos culturales como Mark Fisher, el estado actual de la producción industrial artística revela un mundo que antes de imaginar el fin del capitalismo, solo puede imaginar el fin del mundo. Ganan entonces la distopía, el apocalipsis (y la resultante militarización y discursos fascistas y fanáticos que emergen). Y si el cine supo ser en algunas épocas vehículo de futuro, ahora que no hay futuro posible solo se puede volver al pasado: la retromanía del presente, la insistencia con revivir viejas franquicias de los estudios pero también del público consumidor, es una de las razones por las que el cine de los 70 ha regresado, ahora como matriz narrativa de las nuevas películas de superhéroes. “Taxi Driver” fue el modelo de “Joker” y “Chinatown” es el modelo supuesto de este “The Batman”.

El pesimismo de los 70 vuelve no solo en las referencias estéticas sino también en el tono

 

La otra razón del regreso setentista es clara: el pesimismo de entonces, de esa EE UU de utopías muertas y de una interminable y cruenta Guerra de Vietnam, de asesinatos y políticos corruptos, y también de un cine roto, con su “star system” en decadencia, es el pesimismo de ahora. Es el “no future”, la desolación ante la falta de respuestas, de horizontes, el colapso de un sistema que muere sin sucesor. Tantas veces fue Hollywood un empaquetador de sueños (americanos) y esperanzas, una herramienta de “soft power” que diseminó las bondades de su modelo por el mundo; hoy vuelve a reflejar, sin embargo, la profunda crisis de ese modelo.

 

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