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Cuando los hechos no importan

Cuando los hechos no importan

Emiliano Balbín*

24 de Agosto de 2022 | 01:16
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El juicio por corrupción con la obra pública, que tiene como principal acusada a la ex presidenta y actual vice, Cristina Fernández de Kirchner, nos mostró con total crudeza la irrealidad en la que viven algunos dirigentes políticos, y gran parte de la sociedad.

El pedido de doce años de prisión efectiva hecha por el fiscal de la causa, Diego Luciani, puso en marcha un plan político y comunicacional por parte de la defensa de la expresidenta, que apunta principalmente a mostrarla como víctima de una persecución política de la oposición, específicamente de Mauricio Macri, para proscribirla como candidata en 2023.

Está claro que el fiscal Luciani no es Julio Strassera en el histórico juicio a las Juntas Militares durante el gobierno de Raúl Alfonsín, ni que Cristina ya sea una condenada como Al Capone en el film “Los Intocables”. Es sólo un paso más en un proceso judicial con todas las de la Ley.

Preocupación institucional

Pero esto demuestra muchas cuestiones que a mi parecer son de una gravedad preocupante, sobre todo pensando en el futuro de nuestro sistema político e institucional.

En nuestro país muchos hombres y mujeres, desde el nacimiento de la Patria hasta hoy, pagaron con sangre su lucha por tener una sociedad ordenada, en paz, y sobre todo justa, donde todos los ciudadanos sean iguales ante la Ley. Aquí la gravedad radica en pensar que una persona, en este caso la expresidenta, se considere a sí misma por sobre la Ley. Ella misma lo dijo en su alegato cuando señaló que la iba a juzgar la historia, como si la institución de la Justicia, compuesta por hombres y mujeres de carne y hueso, fuera una nimiedad.

Y ahora, ante la inminencia de una posible condena, dejó en claro que ella misma decidió desconocerla, y accionar contra esa decisión, no con las herramientas legales a su disposición, sino en el campo de batalla que más cómoda se siente, en la arena política.

Por otra parte, y es cierto, la Justicia como institución no es perfecta, como no los son los hombres y las mujeres que la integran. Pero el sistema en su conjunto funciona, y es por el momento el único elemento organizador de una sociedad que quiere vivir en paz y en armonía.

Y las imperfecciones, si las hubiere, de un sistema judicial no invalidan los hechos. Por un lado las garantías del debido proceso que tuvo la ex presidenta, amplificada por su actual función y por su peso político, y por el otro la realidad de los bienes y las tierras que allí están, y que como cualquier hijo de vecino, la ex presidenta deberá justificar.

En este punto me quiero detener, porque como abogado no quiero avanzar en los pormenores de la causa, porque no la conozco en profundidad, y para eso están los letrados, los fiscales y los jueces.

Lo que me motiva esta reflexión es la dimensión política e institucional de este hecho. La gravedad que implica politizar y hacer caer dentro de la famosa grieta la valoración de un simple, o no tan simple, presunto hecho de corrupción.

Blindaje político

Por un lado me parece una gran irresponsabilidad por parte de Cristina Kirchner, de apelar a su liderazgo político para tratar de blindarse frente a una posible condena, utilizando a la masa de adherentes y seguidores como escudo, incluso poniendo en duda la legitimidad de un proceso judicial como prevé la Constitución Nacional, y que en nuestro sistema democrático es el pilar y base en donde se apoya la República. Ese uso mezquino y faccioso de la gente lo vimos en las décadas de los ‘60 y ‘70, y terminó en una tragedia que pagamos los argentinos.

Me parece más grave aún porque proviene de una expresidenta, actual vicepresidenta, y líder de un partido político de la democracia. Le tocará a la historia juzgar el papel absolutamente irresponsable –también-, de otros dirigentes políticos como gobernadores, intendentes, legisladores, funcionarios, sindicalistas, y lo más preocupante, el propio presidente Alberto Fernández.

Estos dos años y medio de gestión del Frente de Todos, quedó demostrado ahora, evidentemente tuvo como agenda principal la preocupación judicial de la expresidenta. Ni la inflación desbocada, ni la pobreza récord, ni la miseria o marginalidad, ni la inseguridad o el narcotráfico estuvieron nunca presentes en las preocupaciones de esta administración. Y así nos va.

Ahora, en el momento de enfrentar una posible condena, todos se juntan en un mismo relato de deslegitimación de uno de los pilares de nuestra sociedad, la Justicia. La misma que procesó a Macri y a María Eugenia Vidal por las escuchas ilegales, pero eso no encaja en su relato.

Por otro lado siento profunda tristeza de ver tanta cantidad de gente, muchos de ellos jóvenes, pero otros no tanto, embarcados en una defensa irracional de la figura de Cristina Kirchner, como si la adhesión a una idea importara más que la conducta ética y moral de quien la encarna.

Los radicales nunca tuvimos que defender la figura del expresidente Raúl Alfonsín de alguna sospecha mínima de inconducta moral, pero si lo hubiera habido, el mismo Alfonsín se hubiera encargado de ponerse a total disposición de la Ley, y como hombre de la democracia, jamás hubiera siquiera pensado en utilizar a sus militantes como avanzada civil frente a la Justicia.

Si todo es un relato, en el futuro nadie nunca será responsable de nada, sólo será cuestión de números: quien tenga más seguidores tendrá la razón. Atrás quedarán los hechos. Y los hechos, por el momento, están ahí, esperando a que alguien los vea.

Como lo dice el dicho popular, no hay peor ciego que el que no quiere ver.

* Diputado provincial (UCR-Juntos)

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