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Para los expertos, a los niños de hoy les sobran displays y les faltan momentos de juego espontáneo, sin pautas ni interferencia de padres, maestros o profes. Dicen que es clave para que crezcan sanos en lo cognitivo y emocional
Trepar, correr, saltar, imaginar travesías e inventar juegos, esencial para la salud infantil
Francisco L. Lagomarsino
Francisco L. Lagomarsino
Andar en bicicleta, jugar a las escondidas, hacer pozos en el fondo de la casa de los abuelos. Trepar a un árbol, correr, armar refugios, inventar un juego y sus reglas con lo que esté a mano. ¿Cuántas de esas cosas hacen hoy los niños, y cuántas veces? ¿Cuánto de su tiempo está librado a lo espontáneo, al ocio en su expresión más pura? Las agendas repletas de los padres y la proliferación de actividades pautadas, institucionalizadas, desde el jardín maternal a la escuelita de fútbol, incluyendo en el plano recreativo los dispositivos electrónicos -celulares y consolas-, obturan, según los que saben, prácticas y situaciones que son necesarias para una infancia saludable.
En este sentido, las organizaciones orientadas al bienestar infantil observan que algunos chicos son menos activos de lo que fueron sus predecesores generacionales, y hacen hincapié en la necesidad de que vivan experiencias que los saquen de sus “zonas de confort”. La conclusión lógica es que esto ocurre con mayor probabilidad fuera de las actividades organizadas y enmarcadas. La Academia de Pediatría de los EEUU va más allá, y sugiere que los médicos deberían “recetar tiempo de juego” para los pequeños.
Para el experimentado psicólogo social argentino Daniel Calméls, especialista en psicomotricidad, “a diferencia de las pantallas, que producen irritabilidad, tensión y fatiga, el juego espontáneo desarrolla el interés y la creatividad, pone en orden la musculatura infantil y genera cansancio, ganas de descansar y dormir”.
“Hay un déficit del juego espontáneo en la infancia; los chicos no tienen el espacio que tenían antes y el juego está institucionalizado, a mi entender, en forma muy temprana. Por ejemplo, en lo que respecta a los juegos deportivos, los chicos de 4 o 5 años van a la escuelita de fútbol, donde el juego es pautado” advierte Calméls, quien es además un influyente escritor con varias obras, orientadas a maestros y terapeutas, que abordan minuciosamente la temática. En ese terreno, acaba de editar “Jugar. Un estudio de las prácticas lúdicas”, en el que procuró “tomar todo lo que hay de imaginación en el jugar, con toda la posibilidad que uno tiene de imaginar, partiendo de la idea que la imaginación la necesitamos toda la vida porque ante toda situación nueva, lo que siempre hacemos es imaginar qué va a pasar. Valoramos lo que es jugar con una acción concreta, con objetos, y por otro lado el descanso, lo que en los jardines era el momento de la siestita: los chicos se tiraban al piso, no dormían mucho pero entraban en una etapa de ensoñación, un momento cortito, pero muy lindo”.
“El juego espontáneo surge a partir de la iniciativa del niño, sin adultos que interfieran” señala la psicóloga platense Juliana Vigo. Madre de tres pequeños, vive de primera mano los alcances prácticos de la formulación teórica que respalda la actividad lúdica infantil sin -o casi sin- intermediarios. “Como esta clase de actividad responde a los propios intereses e impulsos de ellos, hay que proponerles un espacio que ante todo debe ser seguro” aconseja: “allí, discretamente, podremos observar que a su manera manifiestan, a través del juego, diferentes conflictos, o dificultades, o procesos de duelo, o frustraciones. Y es valioso dejarlos para ver cómo lo resuelven, con sus propias alternativas”.
“A su vez debemos tener en cuenta que estamos favoreciendo su autonomía” puntualiza la profesional: “si les marcamos todo el tiempo ‘esto sí, esto no’, a qué tienen que jugar y a que no, y con cuáles reglas, “estamos poniendo un freno a la autonomía y la capacidad creativa. Esto se ve mucho con la tecnología; si no tienen los momentos para aburrirse, y partir de ahí empezar a crear, se están perdiendo algo realmente relevante”.
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“Cuando nos referimos al juego espontáneo, hacemos alusión a todo tipo de actividad recreativa y lúdica en la que el niño tiene la iniciativa al momento de crear todo tipo de juego, es decir, sin interferencia del adulto” precisa la psicóloga infantil Laura Lezaeta: “y es importante, como adultos y familiares, poder propiciarle los espacios para que despliegue el juego libre y espontáneo, ya que éste permite justamente la creatividad, la imaginación, más un montón de tareas cognitivas y emocionales, porque a través de este juego pueden canalizar sus emociones”.
Lezaeta, quien es co-conductora del proyecto “Juegología”, con Gastón Vilalta, y co-autora del libro “EmocionadaMente: como gestionar las emociones en la primera infancia”, considera que “una de las cosas que nosotros analizamos en este tipo de juego espontáneo como peligrosa es justamente que no adaptemos o no ambientemos el sector donde los nenes van a jugar; esto significa que dejamos a su alcance ciertos objetos peligrosos, como algunos muebles, que obstaculizan el libre despliegue de aquello que deseen hacer; es decir, allí van a inventar juegos solos pero es importante que como adultos, previamente, nos anticipemos y convirtamos el lugar elegido en ideal, con dos cualidades: seguridad y libertad”.
“Vivimos en una era digital donde cada vez, lamentablemente, los chicos tienen acceso desde edades muy tempranas al uso de dispositivos electrónicos” agrega Lezaeta: “por eso es tan importante entender que tenemos la responsabilidad de no darles celulares ni tablets a los chicos muy chiquitos, porque conlleva consecuencias muy negativas en su desarrollo integral, cognitivo y emocional. En cambio, el juego espontáneo y libre es indispensable; necesitan el juego para poder seguir creciendo. Para que puedan alejarse de las pantallas, no tener un contacto prematuro, primero y principal debemos predicar con el ejemplo; si queremos que nuestros hijos e hijas crezcan en un ambiente en el que el juego esté presente, necesitan que no estemos conectados todo el tiempo con la laptop, o el celular, que estemos disponibles para ellos. Recordemos que en buena parte aprenden por imitación y observación, y si estamos constantemente chequeando el teléfono móvil, las redes sociales, esto va a deteriorar no sólo el vínculo con ellos sino sus oportunidades de descubrir otras vertientes lúdicas en el proceso de aprendizaje, muy beneficiosas”.
En el mismo sentido, Calméls, a cuyo extenso currículum es menester añadir que es profesor de educación física y poeta, asevera que el uso excesivo de pantallas en la infancia “favorece el aislamiento y acostumbra a un tiempo de continuidad, sin pausas, creando aceleramiento”, y que “la aceleración o la extrema lentitud dejarán su marca en la construcción del cuerpo”. Además, destaca que “luz, brillo, movimiento y continuidad son cuatro características presentes en los procesos hipnóticos, cuya conjunción produce la captura de la atención, sin un beneficio para el niño”.
“¿Cómo podemos lograr que sea atractivo ese momento de libertad lúdica? Propiciando que sepan que pueden hacer uso de determinado espacio, dejando elementos que sean seguros, creando el entorno para que puedan inventar objetos, situaciones, apelar al juego simbólico” enumera Laura Lezaeta: “como adultos, podemos involucrarnos en esa creatividad desde el lugar de estar disponibles para lo que requieran”.
La analista agrega que “podemos crear junto a ellos cajas en las que guarden diferentes elementos artísticos, como retazos de tela, témperas, cubos, todo tipo de materiales y formas que les permitan construir, inventar, disfrutar estas experiencias y que nos vean entusiasmados, y no inmersos en nuestros dispositivos. Si nos ven ensimismados, no van a tener iniciativa”.
Para Calméls, paliar la escasez de juego espontáneo no requiere comprar juguetes ni programar las actividades, sólo dejar a disposición de los protagonistas pelotas blandas, globos, cajas, bloques, sogas, en un ámbito seguro. Sin reglas de por medio, los adultos deben saber esperar los tiempos adecuados, observar y eventualmente intervenir para jugar. Los beneficios de estos enfoques, que en los últimos tiempos ganaron consenso global, parecen ser múltiples y de alcance diverso. Un estudio desarrollado recientemente en el Reino Unido reveló que los niños tienen un mejor desempeño en la escuela primaria cuando sus padres pasan, regularmente, cierto tiempo interactuando con ellos a través de la lectura, el juego, contando historias, cantando o dibujando.
Los investigadores de la Leeds University Business School llegaron a la conclusión de que si los padres interactuaban regularmente con sus hijos de las maneras citadas, a los tres años, a los cinco tenían un mejor desenvolvimiento. Y cuando se involucraban con intensidad a los 5 años, esos nenes tenían mejores puntuaciones en evaluaciones clave a los 7.
Bernard Dreyer, director de pediatría del desarrollo y del comportamiento en la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York, y ex presidente de la Academia Americana de Pediatría, sostiene que “el viejo dicho es que ‘el juego es el trabajo de los niños’. El juego es la forma en que aprenden y se desarrollan. Es importante entender cómo todos nosotros, y especialmente los padres, podemos fomentar el juego”.
“Realmente el juego es el trabajo del niño” en la óptica de Lisa Cies, especialista en vida infantil en el hospital Mattel de la Universidad de California: “los niños utilizan el juego para muchas tareas de desarrollo. Lo usan para aprender cómo relacionarse con los demás, y para aprender sobre su mundo y cómo funcionan las cosas. Están aprendiendo acerca de todas estas facetas diferentes del desarrollo y también es cómo expresan su estrés o cómo se enfrentan a él. Como adultos, tenemos muchas otras formas de afrontar el estrés, pero los niños utilizan el juego como una salida”. A la hora de poner los consejos en práctica, Cies prefiere calidad sobre cantidad: “el momento compartido puede ser tan corto como apenas diez minutos, siempre y cuando las distracciones estén lejos y sigas el liderazgo del niño. Tu objetivo, simplemente, es estar presente”.
“El uso excesivo de pantallas favorece el aislamiento y un tiempo sin pausas; crea aceleramiento”
“El juego espontáneo desarrolla el interés y la creatividad, y pone en orden la musculatura infantil”
“Sin momentos para aburrirse, y a partir de ahí empezar a crear, se pierden algo relevante”
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