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La Ciudad |IMPRESIONES

Ocurrencias: elogio a la lentitud

Alejandro Castañeda
Alejandro Castañeda

19 de Marzo de 2023 | 02:47
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En estos días de corridas y urgencias, hay una reivindicación de la lentitud. Hasta el aburrimiento ha empezado a ser explorado como fuente sana y disfrutable. El frenesí del mundo moderno no va dejando sitio a la meditación, al ocio sin planes, a -como dice el italiano Alexandro Baricco- eso de “andar vagabundeando, coleccionando mundo alrededor”. Pero ahora han aparecido algunas luces que reivindican la parsimonia, el encanto del dejarse estar como fuente de energía. “Hay que saber aburrirse”, decía Lampedusa en El Gatopardo, reconciliándonos con la chance de hacer del ocio una virtud que permite reencontrarnos en un espacio de calma, contemplación y sano reposo.

Los románticos aseguran que hay un retorno al poder fantástico de la charla y la pereza. La española Carmen Gaite dijo que, ante todo, lo que las mujeres piden a los hombres es conversación, compañía y cierto verseo que contenga y seduzca. Y no está sola en ese diagnóstico. Vivimos a todo trapo y eso -dicen- ha contagiado todos los vínculos. Los cultores del “sexo lento y comida lenta” (movimientos que nacieron en Italia) enseñan que en la mesa y en la cama grande, los placeres sólo pueden degustarse con calma, saboreando de a poco los manjares que están a mano y dejando que los sentidos se den su tiempo, sin distracciones ni premuras, apostando al freno y no al acelerador.

Las mujeres hoy piden a los hombres conversación, compañía y cierto verseo que contenga y seduzca

Para armonizar con esta reivindicación de la lentitud, en New York se puso en práctica una técnica que se llama karezza, y exige una pasividad casi absoluta en el hombre y en la mujer, sentados y acoplados frente a frente, tipo estatuas. La pionera fue la ginecóloga Alice Stockham, que proclama que el sistema además de placentero es curador y que puede conducir incluso -si el remolón franeleo se prolonga- a un estado sensorial de puro éxtasis, con cerebro, sexo y arterias agradecidas por estos súper curiosos que gozan de a poquito y necesitan más de media hora para pasar de la mirada a los hechos. La receta es que, en la cama, todo se postergue, que se insinúe y se interrumpa, que haya anuncios más que concreciones, una especie de ardorosa indecisión que se la pasa haciendo tiempo y apuesta al alargue para poder festejar después con más ganas.

Para la alemana Andrea Köhler “si hoy algo sobra, es la falta de tiempo”

“Pero es duro ser militante de la pereza 24 horas al día”, explica Carl Honoré, autor de Elogio de la lentitud. “Yo no soy un fundamentalista de la lentitud, creo simplemente que necesitamos recuperar el arte del cambio de marchas. A veces la velocidad es necesaria y a veces la lentitud es la mejor política. Estoy convencido de que somos muchos los que necesitamos volver a conectar con nuestra tortuga interna”.

El ocio anhelado, el tiempo libre ansiado, la pereza saludable, ya fue, hoy son sólo deseos. Lo que se usa ahora es asumir la pose de “no tengo tiempo para nada”. Y la historia no es que esto se haya convertido en nuestra realidad, que también, sino que vivir estresado está de moda e implica estatus. Estar abrumado por el exceso de trabajo es una insignia bienhechora. Para la alemana Andrea Köhler “si hoy algo sobra, es la falta de tiempo”. ¿Cuándo fue la última vez que alguien dijo: ‘No estoy haciendo gran cosa’? Si lo dice, tendemos a pensar que es un perdedor. Todo es vertiginoso: “Una consulta médica transcurre a una excesiva velocidad: cinco minutos por paciente y eso deja muchas cosas en el tintero”, ha dicho el médico español Rafael de Pablo, coordinador de un movimiento que reclama que el médico no se apure tanto. Y la escritora norteamericana Brigid Schulte, confiesa que ella también sintió incluso “que en su tiempo libre tenía que estar haciendo algo que valiera la pena... Es lo que los investigadores llaman ocio ‘intencional’. Me sentía mal dejando que el día pasara. Hoy creo que nos estamos perdiendo el dejar que la vida se desarrolle en todos sus misterios por estar siempre sintiendo que cada instante tiene que estar programado y ser útil”. Un ideal que va de la mano con el consejo a favor de la paciencia de la brasileña Eliane Brun: “Hay que dejarse estar y sacarle un poco de sentido de finalidad a la vida. Es la mejor receta para ser capaces de sentir la delicadeza de los días”.

 

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