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Nace un cronopio: Julio Cortázar

El escritor fue un joven apasionado por la lectura que se convertiría más tarde en una figura crucial en las letras argentinas del siglo XX

Nace un cronopio: Julio Cortázar

Julio Cortázar posa con su gato en 1982 / Ulla Montan

Francina Lorenzo
florenzo@eldia.com

26 de Agosto de 2024 | 01:54
Edición impresa

Se podría identificar a Cortázar como un cronopio: un globito verde que mezcla la niñez con la adultez, el humor con la locura, y cuya vida y escritura están inseparablemente unidas. Él consideraba que su método vital, basado en una visión constructiva del absurdo, era una forma de felicidad en su propio “infierno”.

Nacido en Bélgica un 26 de agosto de 1914, Julio Florencio Cortázar era hijo de Julio José Cortázar, agregado comercial en la embajada argentina, y María Herminia Descotte. La familia se trasladó a Suiza al final de la Primera Guerra Mundial y luego a Barcelona antes de regresar a Argentina cuando Julio tenía cuatro años.

En un ambiente familiar complicado tras el abandono de su padre, rodeado de figuras femeninas, su infancia se desarrolló marcada por problemas de salud y una fiebre lectora que se apoderó tempranamente de él; incluso su médico le recomendó moderar su voracidad por los libros. Pero él era un lector, un escritor y un autodidacta precoz.

SU RESIDENCIA EN FRANCIA

Llegó a Francia en 1951, a los 37 años, espantado por la marcha peronista, con el sueño de vivir en la capital parisina. Inicialmente se alojó en la Maison Argentine de la Cité y luego en varios apartamentos modestos. Su primera vivienda con Aurora Bernárdez estaba en la rue du Général Beuret, pequeña y atiborrada de libros. El flâneur exploraba la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, el Pont des Arts, donde años más tarde encontraría a la Maga en una noche boca arriba.

Aunque algunos cuentos y poemas ya habían visto la luz (de lo que se arrepentiría luego), Sudamericana publicó su primer libro titulado “Bestiario”, en el que ninguna línea, delgada o no, dividía la realidad de la fantasía. “La realidad que me rodeaba no tenía mucho interés para mí. Yo veía los huecos, digamos”, expresó el escritor en reiteradas oportunidades. “Yo vi siempre el mundo de una manera distinta, sentí siempre, que entre dos cosas que parecen perfectamente delimitadas y separadas, hay intersticios por los cuales, para mí al menos, pasaba, se colaba, un elemento, que no podía explicarse con leyes, con lógica, con la inteligencia razonante”.

Con el extrañamiento como estandarte, sus historias perturban, asaltan a quien lee cómodamente en su sillón favorito de espaldas a la puerta, de espaldas a las irritantes posibilidades de intrusiones, ignorando que vendrán desde las mismas páginas que sostiene entre sus manos.

Experimentó con las formas narrativas y desarrolló una prosa innovadora que rompía con las estructuras tradicionales. Canónica es su (anti) novela “Rayuela” en la que, entre salto y salto, se pueden seguir múltiples secuencias de lectura. Fragmentada, lúdica y también metafísica, filosófica, musical y mágica, la novela capturó a las juventudes y se consolidó como una de las obras del Boom, movimiento que unió a narradores latinoamericanos, quienes compartían una búsqueda de identidad y destino a través de un lenguaje común.

En “Rayuela”, la afición de Cortázar al jazz se cuela no solo en la vida de los personajes, sino como una influencia fundamental en la forma y el estilo. Va más allá de la simple referencia musical; es una parte integral del tejido narrativo que refleja su estado emocional y su visión artística.

En consonancia con su juego permanente, Cortázar inventa lenguajes, usa neologismos, extranjerismos, escribe con faltas ortográficas (su corrector tenía un arduo e infructífero trabajo). Para subvertir el idioma y rebelarse (siempre se rebelaba), no basta con romper algunas normas al azar sino que se necesita jugar: “Usted se sentó a tu lado”.

El escritor sentirá frustración con los correctores que, en su afán de seguir las normas, a menudo no comprenden el propósito artístico detrás de escribir “hempresa”; las palabras, esas malditas “perras negras” que imperfectas engañan sobre la verdadera naturaleza de la realidad.

Su obra sorprende, cuestiona la identidad y el cambio, especialmente para sus lectores latinoamericanos; conecta lo literario con lo filosófico y lo político. Sus libros no solo representan una forma de entender la humanidad sino también un desafío a los paradigmas de la modernidad, promoviendo cambios profundos en el hombre que algunos podrían llamar revolución.

Leer a Cortázar es un mandato sociocultural: ya sea empezando por sus poemas, por la genialidad de sus cuentos, por sus novelas, sus ensayos o incluso sus obras de teatro; ya sea por su innovación narrativa, su exploración del fantástico y lo extraño, por su profundidad filosófica y existencial o por sus lúdico lenguaje, es un must de la literatura latinoamericana.

 

En diez frases

“La vida, como un comentario de otra cosa que no alcanzamos, y que está ahí al alcance del salto que no damos”.

“Hay ausencias que representan un verdadero triunfo”.

“Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se peinan, se visten y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son”.

“Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos”.

“Negarse a que el acto delicado de girar el picaporte, ese acto por el cual todo podría transformarse, se cumpla con la fría eficacia de un reflejo cotidiano”.

“No se puede querer lo que quiero, y en la forma en que lo quiero, y de yapa compartir la vida con los otros. Había que saber estar solo y que tanto querer hiciera su obra, me salvara o me matara”.

“¿Qué quiere decir el nombre? Una garantía para eso que todavía se llama mañana, ese monstruo con la cara tapada que se niega a dejarse ver y dominar”.

“Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio”.

“Estoy solo como ese gato, y mucho más solo porque lo sé y él no”.

“En realidad las cosas verdaderamente difíciles son todo lo que la gente cree poder hacer a cada momento”.

 

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