
Somos todos especuladores
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Por MARTIN TETAZ (*)
Somos todos especuladores
Twitter: @martintetaz
Esta semana, en la difícil tarea de tener que defender el mamarracho de proyecto de Ley que acababa de obtener media sanción en Diputados, Sergio Massa sorprendió a los periodistas que lo entrevistaban al afirmar que la intención de ponerle impuesto a las ganancias de los plazos fijos mayores a 1,5 millones de pesos, era “generar incentivos para que la gente vuelque sus ahorros a producir y no a especular”.
El principal referente político de la oposición no estaba hablando de los que compran millones de dólares, ni de los que eligen el camino de los derivados financieros sofisticados que realmente operan como una apuesta, por ejemplo, respecto del precio futuro de las divisas extranjeras. Estaba pensando en los que, confiando en la moneda nacional, hacen un depósito que paga incluso menos que la propia inflación.
Es justamente con el dinero de los depósitos, que los bancos prestan luego a los que quieren producir y necesitan financiamiento. Sin depósitos no hay crédito. Y sin crédito no hay producción ni empleo. El Ingeniero Adrián Mazza la puso en el ángulo cuando en la red social de los 140 caracteres tuiteó que “La verdadera especulación es no ahorrar. Es especular que no te vas a enfermar, ni se te va a romper el auto, ni te van a echar del laburo”.
Cuidado, me parece una excelente idea que todos los impuestos sean lo más generales que sea posible. Las exenciones conducen casi siempre a inequidades de algún tipo y por eso he sostenido en reiteradas oportunidades que tenemos que ir hacia un masivo impuesto a las ganancias, donde todos paguemos, sea cual sea la fuente de nuestros ingresos. Coincido acá con el ex Vice Ministro de Economía Emanuel Alvarez Agis, quien contra la corriente demagógica del momento dijo esta semana que “la Argentina debería cobrar más impuesto a las ganancias y no menos”.
Pero, así como no es justo que un trabajador que obtiene un aumento que ni siquiera cubre la inflación, pague impuestos por ese dinero adicional, como si fuera una ganancia cuando en realidad es un mero ajuste inflacionario, tampoco es razonable que el ahorro nacional pague impuestos por una renta que no obtiene, cuando los intereses que recibe son mayormente para cubrir la inflación. Si los precios aumentan en un año 40% y el plazo fijo me dio 25% es evidente que no estoy ganando nada. De hecho, estoy perdiendo dinero y un impuesto a las ganancias bien diseñado debería permitirme descontar ese quebranto, del mismo modo que el mínimo no imponible y la escala de alícuotas que enfrenta un trabajador deberían ajustarse para que la inflación no aumente de manera artificial los impuestos que corresponde pagar.
Más allá de esa injusticia, el punto que quiero hacer hoy es sobre el mito de los especuladores y los mercados financieros.
Estrictamente hablando el mundo se divide entre los especuladores y los adivinos. Esto es así porque cada vez que tomamos una decisión que involucra al futuro hay incertidumbre y no sabemos que es lo que va a suceder. Cuando elegimos una carrera universitaria, por ejemplo, estamos apostando a que habrá salida laboral pero no sabemos a ciencia cierta si ello ocurrirá. Cuando abrimos un negocio, creemos que la gente demandará nuestro producto, pero no tenemos la bola de cristal y entonces algunos locales prosperan y otros acaban cerrando. Incluso cuando aceptamos un empleo tampoco tenemos certeza sobre el futuro de la empresa que nos contrata. Especula en ese sentido el que elige trabajar para una compañía que le ofrece un salario un poco más alto y deja de lado un puesto por el que hasta ahora obtiene una menor remuneración. Especula el que cambia de empleo, pero también especula el que se queda quieto en el mismo lugar.
Ni hablar del productor agropecuario que siembra especulando con el clima, con el precio de la cosecha y con la inestabilidad impositiva del gobierno de turno. O del desarrollador inmobiliario que invierte en un barrio nuevo obviamente especulando con que esa zona se valorizará.
Estrictamente hablando la única manera de no especular, es tener el diario del lunes, conocer perfectamente el futuro y elegir siempre el mejor camino a la hora de tomar una decisión.
La especulación es inherente a cualquier actividad en la que no se conozca el futuro. Y aunque todos en mayor o menor medida especulamos, nadie por ley de las matemáticas, puede vivir sistemáticamente de ello
Pero además de encerrar una enorme ingenuidad, condenar el acto de especular implica suponer que en ciertas actividades se puede ganar dinero sin trabajar, simplemente “apostando” en una suerte de gran ruleta. Sospecho que el culpable de esta distorsión de nuestro razonamiento es la “heurística de disponibilidad” descubierta por Daniel Kahneman y Amos Tversky cuarenta y tres años atrás.
Los padres de la Economía del Comportamiento demostraron que cuando la gente estimaba la probabilidad o frecuencia con que ocurría un evento, lo hacia tratando de imaginar casos que fueran fáciles de recordar en su memoria. Todos conocemos historias de gente que ganó millones apostando a la bolsa, como Warren Buffet o George Soros, pero pocos conocen las historias de fracasos de gente que pensó que podía ser más inteligente que el mercado. Como resultado de esa asimetría muchos piensan que se puede ganar dinero jugando sistemáticamente a la ruleta, aun cuando ello es matemáticamente imposible
La especulación es inherente a cualquier actividad en la que no se conozca el futuro. Y aunque todos en mayor o menor medida especulamos, nadie por ley de las matemáticas, puede vivir sistemáticamente de ello.
(*) El autor es economista, profesor de la UNLP y la UNNoBA, investigador del Instituto de Integración Latinoamericana (IIL) y autor de "Casual Mente" y "Psychonomics"
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