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OPINION
Por ANIBAL GUIDI
Muchos afirman, y seguramente tendrán sus razones para justificar el dicho, que no siempre ganan los mejores. Hay también quienes refieren que no ganan siempre los buenos sino aquellos que luchan y que tienen a su favor las cosas bien claras desde lo motivacional como también en lo táctico y estratégico, sin desdeñar el aporte individual de cada integrante del equipo.
Ahora, ¿porqué River Plate fue el campeón de la Copa Sudamericana 2014?, sencillamente porque tuvo un poco de cada cosa y, en su conjunto, terminó siendo el mejor.
River nunca se relajó. Supo sacar buen provecho del envión anímico, y desplegó un juego atractivo para la vista y de una efectividad llamativa
El plantel de River tuvo muchos jugadores con talento, fue el equipo argentino que desplegó el mejor juego en este último semestre, y contó también con una conducción técnica que, desde el arranque, supo imponer su impronta y, a partir de allí, como que todo se le fue simplificando.
Gallardo mucho tuvo que ver no solo en la conformación del plantel sino en el estilo de juego que luego expuso dentro del campo de juego. Con apenas 38 años y en su segunda experiencia como entrenador (su debut fue en Nacional de Montevideo), el de ayer fue su primer título internacional en la conducción del equipo donde se formó y del cual es hincha.
Claro que el apoyo que desde el arranque -el pasado 6 de junio- recibió del presidente Rodolfo D’Onofrio y del secretario técnico Enzo Francescoli fue determinante para la conformación de un plantel equilibrado y con una gran mentalidad ganadora, acorde a los prestigios de la entidad de Núñez.
Al plantel que había armado Ramón Díaz, agregó a un arquero suplente, Julio Chiarini, al volante ofensivo Leonardo Pisculichi y repatrió a los uruguayos Carlos Sánchez y Rodrigo Mora, que volvieron con hambre de revancha.
Y conocedor del gusto futbolístico de la gente de River, orientada hacia el buen juego con contundencia incluida, Gallardo consolidó un once titular al que rodeó de varios juveniles surgidos de la cantera.
Claro que no estuvo sólo en la patriada, ya que lo secundó un cuerpo de ayudantes que trabajaron con un mismo objetivo y codo a codo, y que conformaron Matías Biscay, Hernán Buján, César Zinelli y Alberto Montes, y con la preparación física de Pablo Dolce, y entonces Gallardo redobló la apuesta a partir de calibrar el material humano con que contaba, y apostó a los tres frentes, torneo local (todavía en carrera), Copa Argentina (de la que quedó marginado en cuartos de final por Rosario Central, en los penales) y la Copa Sudamericana, que hizo finalmente suya anoche en el Monumental.
Como a todos los equipos que tuvieron que atacar varios frentes, la seguidilla de partidos le fue pasando factura, y por el calendario sobrecargado el técnico tuvo que apelar a la rotación de jugadores y como consecuencia directa de ello River no pudo sostener un andar que, por momentos, fue avasallante en el torneo de Primera División, y por eso tuvo que ceder la punta en manos de Racing, para darle prioridad a la Sudamericana.
Claro que el haber dejado fuera de competencia a Boca Juniors, en la instancia semifinal de ésta Copa le dio un justo reconocimiento y se terminó por ganar la idolatría de la hinchada “millonaria”.
Han pasado 17 largos años desde la obtención por parte de River de la Supercopa Sudamericana en 1997 bajo la dirección técnica del “Pelado” Díaz, pero ahora con la conducción del “Muñeco” Gallardo, el equipo volvió a alcanzar el primer plano del fútbol de esta parte del continente.
Pero, se sabe, los que finalmente terminan resolviendo todo dentro de la cancha son los jugadores. Y River tuvo un equipo consolidado y equilibrado, con una columna vertebral muy fuerte que partió del golero Barovero, siguió con el zaguero Funes Mori, continuó con el volante Matías Kranevitter, hasta que se lesionó, y finalizó en el delantero Teófilo Gutiérrez. Claro que tuvieron un rol fundamental también el volante Pisculichi, clave en instancias decisivas, y en el delantero uruguayo Mora, sin desdeñar en absoluto el aporte de Carlos Sánchez, de notable semestre.
River nunca se relajó. Supo sacar buen provecho del envión anímico, y desplegó un juego vistoso para la vista y de una efectividad llamativa.
Por eso, en esta Sudamericana, al margen del rival que tuvo enfrente y que lo exigió a fondo, River fue el mejor y, en este caso, el mejor fue el campeón. Y merecido que lo tiene.
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