5 de Noviembre de 1999 | 00:00
En el sudeste salteño, cubierta por un espeso monte impenetrable, yace Esteco, la mítica ciudad perdida. Fundada en 1566 por una revuelta militar y abandonada en 1609, contuvo en su esplendor unas 60 encomiendas con unos 30 mil indígenas, tres conventos, el único cirujano de la gobernación en su tiempo y el primer artista pintor de nuestro territorio. Después de años de trabajo en la región, Alfredo Tomasini, Horacio Calandra y José Braunstein tuvieron su premio
Fue hallada la ciudad perdida. Esteco, la maldita. La que aún hoy los lugareños temen porque en las noches de cielo claro se escucha el aullido de un perro inexistente. La ciudad que todos creían sepultada bajo el lecho del Salado. Estaba allí. Totalmente cubierta por un monte espeso, con la extensa acequia que la surtía de agua en su tiempo de esplendor y que hoy está seca. "Precisamente la acequia fue uno de los signos que nos mostró que Esteco estaba cerca. Cuando descubrimos en el monte túmulos en ángulo recto de tierra y vegetación y que se extendían por varias hectáreas nos dimos cuenta de que no era una posta o una encomienda ni una posta sino que estábamos caminando sobre Esteco", cuentan sus descubridores, José Braunstein, Alfredo Tomasini y Horacio Calandra, investigadores del CONICET que trabajan en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata, antropólogos los tres pero dedicados a distintas especialidades, etnología, historia y arqueología respectivamente.
Esteco, como desde su nacimiento la conocieron sus habitantes fue bautizada primero como Cáceres y luego, al ser fundada oficialmente como Nuestra Señora de Talavera. Su vida fue corta, entre 1566 y 1609 y fue uno de los primeros grandes asentamientos españoles en suelo argentino. Nació de un acto de rebeldía contra el entonces gobernador de Tucumán, Francisco de Aguirre, cuando éste marchaba hacia el sur con el objetivo de fundar Córdoba. Parte de su tropa se amotinó, puso en prisión al gobernador y lo envió a Charcas para que sea juzgado. Los amotinados se dirigieron hacia el norte y en las cercanías de la ribera oriental del Salado formaron un caserío que llamaron Cáceres en homenaje a la ciudad homónima de Extremadura de la que provenía el jefe de la rebelión. "Seguramente en ese lugar habrían existido algunas encomiendas repartidas por Aguirre. Pero desde su creación fue conocida como Esteco, término cuyo origen no ha sido todavía precisado. Se habla del nombre de un grupo indígena y hasta en algunos documentos se habla de la provincia de Esteco. En 1567 Cáceres fue fundada oficialmente como Nuestra Señora de Talavera".
Según cuentan los investigadores platenses, Esteco o Nuestra Señora de Talavera fue una ciudad importante "que exigió la construcción de una gran obra de ingeniería: la acequia de 15 kilómetros de extensión una profundidad de cuatro metros como el ancho de su cauce y que exigía un dragado constante, con gran producción agrícola. La cantidad de aborígenes encomendados en Esteco fue numerosa. Algunos hablan de 4 mil y otros elevan esa cifra a 30 mil que hacían posible su producción y el dragado del canal. Habla de su importancia también la existencia simultánea de una iglesia parroquial y de dos conventos, uno franciscano y el otro mercedario. También vivió allí el único cirujano de la gobernación y el primer artista pintor de nuestro territorio".
En 1594 por decisión oficial se levanta Madrid de las Juntas más al norte y en 1609 se decidió fusionar a ambas en una sola ciudad que instalan en margen opuesta del Salado. La denominan con los dos nombres: Nuestra Señora de Talavera de Madrid, llamado de inmediato Esteco II. El original pasó a ser Esteco el viejo en donde quedó sólo una población residual, quizás una encomienda de la que no quedan testimonios escritos ni se la menciona más. No se sabe cuando Esteco fue abandonado totalmente para ingresar a la leyenda, en la que tiene mucho que ver su segunda versión.
Según se extrae de algunos relatos en donde es difícil extraer lo real de la fantasía, Esteco II fue una ciudad muy rica, opulenta y según parece, también pecaminosa. Una especie de Sodoma o Gomorra en versión criolla en la que hasta los carros tenían ruedas de oro, según los rumores que corrían en aquellos tiempos. Pero llegó el castigo divino. Un terremoto la destruyó totalmente. Esa maldición se trasladó a la Esteco original que pasó a ser también maldita y según la leyenda, sepultada por el Salado. Lo cierto es que Esteco pasó a integrar el leyenda de la mítica ciudad perdida. Hace 50 años la maldición se convirtió en apocalíptica. El descubrimiento de Esteco marcaría el nacimiento del anticristo. Y cuando nadie lo esperaba y se seguía alimentando el mito de la ciudad perdida, tres antropólogos, dos platenses con domicilio en City Bell, se toparon con ella. Y aunque modestamente hablen de un hecho fortuito, el hallazgo no fue casualidad. Llevaban años trabajando en la región chaqueña. Esteco fue el premio.
"Hace años que estamos trabajando sobre arqueología en el Gran Chaco, ante la escasez de obras dedicadas a ese ámbito geográfico. En ese momento formaba parte del equipo Bernardo Dougherty, ya fallecido. Los primeros trabajos se realizaron en Formosa, en un sitio delimitado por Las Lomitas, en donde pasó a residir José (Braunstein) y Laguna Yema en donde fueron reconocidos, prospectados y excavados varios yacimientos. En años posteriores se trabajó Chaco y Salta. Se llegó a las últimas estribaciones orientales de las Sierras Subandinas y se localizaron sitios cuyo nombre ya era conocido merced a la literatura y cartografía revisada. Las mejores guías, no obstante, para la ubicación de ciudades, fuertes y reducciones fue la tradición oral de la población lugareña. Ya casi al final de un largo periplo llegamos al caserío llamado El Vencido, situado en el departamento salteño de Anta, a pocos kilómetros del límite con Santiago del Estero. Estábamos en la puerta de Esteco".
Era el año 1996 y el grupo divisó restos que podían ser de una población hispánica remota. Se descubrieron algunas pequeñas elevaciones rectilíneas que denunciaban antiguas construcciones derrumbadas y muy pocos fragmentos de cerámica en superficie. Si bien se sospechó que podía ser Esteco, se pensó también en reducciones que se organizaron en el lugar dos siglos más tarde. Hicieron otros viajes en 1998 pero se retornó a El Vencido a comienzos de este año dos veces. "En el primero de ellos fuimos con John Palmer, de Oxford y la licenciada Ana Dell'Arciprette. Contamos con un guía, Policarpo Fernández, oriundo del lugar y excelente conocedor del sector. El nos condujo por las elevaciones del terreno que aún permiten intuir el clásico modelo de damero que tenían las ciudades españolas en Indias. Dimos con el cauce de la acequia que se constituyó en un elemento de diagnóstico irrefutable de que estábamos en Esteco. Fernández y otros vecinos cuentan que por tradición oral saben que ese canal correspondía a una acequia y que los terrenos nivelados eran campos de cultivo. Durante nuestra estadía efectuamos una recolección de superficie y hallamos fragmentos de teja, ladrillos de distinto tipo, cerámica indígena, loza de Talavera. Se hicieron excavaciones de sondeo. A 40 centímetros apareció un techo de tejas que conservaba en parte su integridad, apareció luego un piso de vivienda o calle. La ubicación geográfica coincidía con alguna cartografía de época. Era Esteco".
Estas ruinas están cubiertas en su mayor parte por ejemplares jóvenes de quebrachos, guayacanes y algarrobos. Es un terreno muy extenso que incluyen la ciudad y su ladrillal, campos de cultivo, acequia y contraacequias. No es sencilla la tarea. Se debe trabajar con temperaturas muy altas en el verano, hay alimañas, insectos de todo tamaño que son insoportables y hasta pequeñas garrapatas que sólo escapan ante el uso abundante de repelentes. Además, para que Esteco quede a la vista se necesitará el trabajo de varios equipos, llevará mucho tiempo y costará su dinero. Hasta ahora queda el hallazgo. La mítica ciudad perdida fue encontrada.
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