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El Mundo |UNA PERSONALIDAD CONTROVERTIDA

Un súper ego, la fuerza que impulsa a Trump

Pese a estar abajo en las encuestas, se resiste a cambiar de actitud y redobla su discurso xenófobo

17 de Agosto de 2016 | 02:58

Donald Trump lo admite abiertamente: la fuerza que impulsa todos sus emprendimientos es su ego. “Casi todos los negocios que he hecho respondieron al menos en parte a mi ego”, expresó el magnate en un artículo del New York Times de 1995 titulado, “Lo que quiere mi ego, lo consigue”. Y lo que quiere hoy Trump a los 70 años es la presidencia de EE UU, pese a que las últimas encuestas lo dan perdedor frente a su rival demócrata Hillary Clinton.

La campaña del candidato republicano ha estado marcada por una serie de afirmaciones polémicas, como su promesa de construir un muro fronterizo con México para frenar la inmigración procedente de ese país, que pretende hacer pagar al pueblo mexicano. Y la última “sorpresa” con la que se despachó fue su anuncio del lunes, en el que invocó la Guerra Fría para proponer hacer un test “ideológico” a inmigrantes que quieran entrar a EE UU, como herramienta de su plan para combatir al terrorismo yihadista de grupos como el Estado Islámico (ISIS).

“Cuando consigo algo, después me aburre”, expresó Trump en 1990. “Para mí, lo importante es conseguir algo, no tenerlo”

En un discurso pronunciado en una universidad de Ohio, Trump esbozó su estrategia antiterrorista si gana las elecciones del 8 de noviembre, empresa muy complicada al día de hoy. El empresario neoyorquino, que se presenta como el “candidato de la ley y el orden”, subrayó que “el denominador común” de los mayores ataques terroristas islámicos ocurridos recientemente en EE UU “es que estaban implicados inmigrantes o hijos de inmigrantes”. Como ejemplo citó, entre otros, los atentados en San Bernardino (diciembre de 2015) y Orlando (junio de 2016), que causaron 14 y 49 muertos, respectivamente.

A diferencia de la semana pasada, cuando levantó una polvareda al describir a Obama y a Hillary como “fundadores” del ISIS, Trump adoptó el lunes un tono más calmo. Pero queda claro que, aunque baje los decibeles de su arenga, el contenido de sus propuestas sigue siendo tan irritante como de costumbre. Y pese a que dentro de su partido le piden hacer un giro más conciliador en su discurso, el magnate no cede y redobla su apuesta de provocaciones.

Para entender sus razones, hay que tomar en cuenta que el ego del magnate no es el mismo que el de los mortales comunes y corrientes (una buena dosis de engreimiento). Para Trump, su ego es una fuerza extraordinaria que lo empuja a buscar grandes emociones, glamour y estilo, y que produce éxitos extraordinarios. “La gente necesita tener ego”, dice Trump. “Naciones enteras necesitan tener ego”. Su campaña a la Casa Blanca es guiada por los mismos instintos que lo acompañaron a lo largo de toda una vida de audaz promoción de su figura, ambición y negocios osados. Esos instintos le permitieron explotar las ansiedades económicas del estadounidense promedio, hacer a un lado a la plana mayor del Partido Republicano y romper todas las reglas de la política moderna para alzarse con la nominación presidencial republicana. “Me aprovecho de las fantasías de la gente”, reconoció Trump. Y muchos votantes fantasean con la idea de que Trump le pase a la gente un poco de su personalidad avasallante.

La candidatura de Trump ha sido desmenuzada por analistas que ofrecen todo tipo de teorías sobre su éxito. Es un pendenciero. Un campeón. Inseguro. Un rebelde. Un narcisista. Un optimista. Calculador. Un “bala perdida”. Un mentiroso patológico. Ve cosas que los demás no ven. A Trump no le interesa analizarse a sí mismo. Pero admite que buena parte de su vida la ha dedicado a fijarse objetivos y conseguirlos. “Cuando consigo algo, después me aburre”, expresó en 1990. “Para mí, lo importante es conseguir algo, no tenerlo”.

Esa mentalidad ha dado paso a abundantes especulaciones sobre si Trump realmente desea hacer a un lado su estilo de vida y enfocarse en la exigente tarea de gobernar un país. Desde su entorno más cercano aseguran que eligió al fogueado gobernador de Indiana, Mike Pence, como su compañero de fórmula, porque se ve a sí mismo más bien como un director de junta, no un director ejecutivo, y “necesita una persona experimentada que haga las cosas que él no quiere hacer”.

La confianza ilimitada y su obsesión por ganar han sido una constante en la vida de Trump. Uno de cinco hijos de una familia acomodada del condado neoyorquino de Queens, Donald era el descarado de la familia. Siguió los pasos de su padre y se dedicó a los bienes raíces, pero no se contentó con Queens, como su padre, sino que se lanzó a la conquista de Manhattan y se hizo rico antes de cumplir 40 años.

“Estaba en la cima de su propia pirámide”, apunta Stanley Renshon, psicólogo especializado en política de la Universidad de Nueva York y quien está escribiendo un libro sobre Trump. “Nadie le iba a decir, ‘Donald, traquilízate’’’. A lo largo de los buenos y los malos tiempos y en más de una década de presentaciones en el reality televisivo “El aprendiz”, siguió haciendo negocios y los ingresos continuaron aumentando, lo mismo que las deudas y la publicidad.

El actor de “Harry Potter” Daniel Radcliffe recuerda un encuentro que tuvo con el magnate en 2005, en el programa “Today”, en el que comentó que lo ponía nervioso hacer presentaciones en vivo en TV. Trump le recomendó: “Diles que acabas de estar con el señor Trump”, expresó Radcliffe en una reciente entrevista en el programa “Late Night with Seth Meyers”. “Todavía hoy no concibo semejante nivel de confianza”, relata el actor. Y la golfista profesional Natalie Gulbis cuenta que Trump le enseñó cómo pedir ingresos a la par de los de los hombres.

La gente, no obstante, está más acostumbrada a ver al hombre impulsivo que ajusta cuentas a través de Twitter e insulta a todo el mundo. Nadie cuestiona todo como Trump, quien lo hace desde un podio. Y nadie es inmune a sus críticas. Ni el senador y héroe de la guerra de Vietnam John McCain, ni los incapacitados, ni los mexicanos, ni los musulmanes. Ni siquiera un bloque que constituye la mayoría del electorado: las mujeres.

Para Trump, su ego es una fuerza extraordinaria que lo empuja a buscar grandes emociones

Este hombre que se ha casado tres veces, vive a lo grande y ofrece la opulencia de sus edificios como una metáfora de lo que puede hacer por el país, tiene gustos relativamente sencillos, de acuerdo con sus familiares y con él mismo. Asegura que nunca ha bebido, fumado ni consumido drogas. Reconoce ser un obsesivo con los gérmenes, por lo que prefiere no darle la mano a nadie. Y asegura que su plato preferido cuando está en su fastuoso resort Mar-a-Lago de Palm Beach, Florida, es meatloaf (un pastel de carne básico).

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