La fina línea entre la convicción y el capricho

Decididamente, de los seis partidos que van jugados en esta Superliga, el de Godoy Cruz fue el peor de Gimnasia. Con errores y horrores defensivos, sin peso ofensivo. Sin rebeldía, sin presión, y por momentos -en la calurosa tarde mendocina- dio la sensación que eran once voluntades impotentes, queriendo pero sin poder. Sin saber bien de dónde agarrarse para construir algo. Hasta no hace mucho, al menos se aferraba de algunos puntos fijos que sabían que estaban firmes. Ahora no.

Las banderas del Lobo eran que atrás estaba bastante sólido y era difícil convertirle. Tenía un arquero (Martín Arias) que las sacaba todas -o casi todas-; un cinco (Rinaudo) que quitaba, jugaba y hasta convertía; y un nueve (Ibáñez) que se las ingeniaba arriba. El resto, acompañaba, y en un partido u otro podía sobresalir alguno más dentro de un nivel parejo. Hoy, como decía en su canción “De música ligera”, Gustavo Cerati, “Nada más queda...”.

Por que el arquero, a partir de lo mal que juega el equipo defensivamente y las dudas y todo lo que le llegan, entró en un tobogán en su rendimiento. Se lo nota inseguro. Y él, seguramente es el primero que lo sabe. Después, Fito, ¿quién puede discutir su calidad como futbolista? Nadie. Pero juega de número dos con tres en el fondo, otro rato vuelve a ser cinco... Y se pierde en esa zona entre el área propia y el círculo central, donde hasta hace meses atrás (incluso con el archi cuestionado Alfaro como DT), era amo y señor. Ibáñez de a poco fue perdiendo confianza tras su doblete en el debut y terminó en nada.

El resto no quiere salirse del libreto para que el técnico no se enoje. Entonces de manera cabezadura se sale jugando del fondo, arriesgando tanto que hoy Gimnasia es el equipo con más goles en contra, y los rivales le hacen de a varios (como Huracán, Lanús y Godoy Cruz con tres, y Defensa y Justicia cuatro). Los “actores” no están finos en los pases, hay equivocaciones gruesas en el mediocampo que se provocan por la presión de jugar al pie de la letra como el entrenador dice.

El domingo en el “Malvinas Argentinas” se vio desorden. Un equipo perdido, que nunca se encontró en los 90 minutos como para ser una seria oposición ante los encima inspirados mendocinos.

Por otro lado, nadie dice que la idea, el proyecto o la forma de juego que predica como un Padre Nuestro el entrenador esté mal. Solo que a veces hay que caer en la realidad y tener en cuenta otros factores y analizar si este grupo de jugadores puede llevar a cabo en el verde césped lo que él diseña con sus colaboradores durante horas de planificación. Y cuando de seis partidos perdió cuatro, empató uno y ganó el restante con un gol olímpico; tiene la mayor cantidad de goles en contra del torneo (14) y a favor 7 (de los cuales 4 fueron en el primer partido); algo debe cambiar.

Por lo pronto, hay que hacer un “torniquete” para parar la hemorragia. Eso primero. Entonces, luego devolverle la seguridad al equipo defensivamente, y a partir de ahí empezar a construir en ataque. ¿De dónde se agarran los jugadores si al minuto o a los cinco ya van perdiendo en la primera, segunda o tercera vez que le llegan? De la única manera que se puede sostener que le hagan de a tres goles es que convierta más. Si gana 4-3 ó 5-4 ó 7-5 como una vez el Gimnasia de Carlos Griguol le ganó a su homónimo jujeño en el Bosque en el año 1999. Ese equipo también defendía con tres en el fondo, pero a la hora de atacar lo hacían Troglio, Chirola Romero, Messera, Sava y Reggi. Es decir, tenía con qué hacer goles también. Un año más tarde el equipo de Gregorio Pérez empataba con Colón 6-6, también en 60 y 118, pero claro, el Colorado Sava esa tarde hizo cuatro.

Lejos de las comparaciones, lo esencial es darse cuenta que las convicciones nunca se van a perder, que se pueden ir implementando de a poco, o darse cuenta que no es posible llevarlas a cabo momentáneamente y tal vez más adelante sí. Pero no llevar al abismo al equipo solo por creer que la idea es una sola y punto. Se dice que el buen técnico es el que sabe sacar lo mejor de cada jugador, no quien cree que el futbolista tiene que jugar como el DT lo considera. ¡Salvo... que tengas 16 figuras, y así todo fallás! El ejemplo claro es la Selección Argentina.

No es cuestión de despilfarrar puntos y promedios en pruebas. Con estos resultados, otros técnicos se han tenido que ir (algunos incluso, ídolos del Club), y nadie dice que la solución sea echar a Soso (en la dirigencia esta idea ni se le cruza y al técnico renunciar tampoco), pero es evidente que se necesita cambiar. Si tiene que jugar con lo que hay, deberá transformar los defectos de cada jugador en virtud, explotar las mismas y disimular sus limitaciones.

Por otro lado, lo importante es que el plantel está convencido de la idea (al menos eso es lo que se afirma) y está a muerte con el cuerpo técnico. Eso es un “puntazo” a favor. Juntos, en la tranquilidad de Estancia Chica, deberán encontrar las respuestas a la problemática que hoy padece Gimnasia que lo lleva a tener solo 4 puntos de 18 posibles. No hay que conformarse solo con los dichos del entrenador una vez terminado el juego en Mendoza afirmando que “entiendo que el diseño del partido tuvo muchas imprecisiones. Me hago cargo de eso”, ya que puede haber sido un escudo para absorber las críticas y cubrir a sus dirigidos.

Hoy al Lobo le llegan y le convierten, mientras que las muchas o pocas situaciones que pueda crear, las erra. Encima ante el Tomba jugó decididamente mal y nunca dio la sensación que podía empatarlo. Así se le hace difícil ganar, por lo que tendrá que revisar el “libreto” a fondo y ver si los “actores” son los indicados para que la “obra” no termine siendo de terror.