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El Pincha se quedó de manera merecida con los tres puntos. En el juego todavía deja algunas dudas, pero está otra vez en la pelea
Por nicolas nardinicomentario
Estudiantes consiguió lo que necesitaba de manera imperiosa: ganar. Ese es el punto de partida para analizar todo lo que pasó en un partido al que el equipo de Nelson Vivas llegaba cargado de responsabilidades.
¿Resulta contradictorio que un conjunto que llegó a la línea de los 30 puntos en la tabla del certamen doméstico y que recién está comenzando su andadura por la Copa Libertadores se sienta presionado? Sí, lo es, pero al mismo tiempo no deja de ser real. Fue el propio Nelson Vivas quien sembró de manera inesperada algo de incertidumbre en torno a su ciclo, desgastado por el declive en el torneo local y por la injusta derrota -cuestión que hizo mella en el seno grupal- en Río de Janeiro. Estudiantes no ganaba desde aquel agónico triunfo ante Colón en noviembre del año pasado, por lo que se había formado una bruma que hacía difusa la visión del proceso de Vivas.
Con esta realidad golpeando al equipo, lo imperioso ante Patronato era ganar para cortar la racha sin halagos. Establecer un nuevo punto de inflexión para, desde allí, recuperar la memoria y empezar a crecer. Debía hacerlo. Y lo hizo. El Pincha volvió a sumar de a tres y la fecha le resultó redonda, pues las derrotas de Boca y San Lorenzo volvieron a depositar al León en un sitio expectante en la lucha por el título.
Así es el fútbol. De un viernes con un técnico analítico y dubitativo, a un domingo en la noche en que Estudiantes durmió a sólo cuatro puntos de la cima de la tabla.
El comienzo del partido mostró rápidamente cuáles eran las cartas a jugarse encima de la mesa: el Pincha salió a imponer condiciones, dominar el terreno y adueñarse, en la medida de lo posible, de la tenencia del balón. La contraparte fue un Patronato tímido, abroquelado atrás y sin siquiera un plan para inquietar a Andújar, a excepción de alguna contra solitaria.
Vivas mandó a los suyos a presionar la salida rival y ganar la batalla en la zona medular. Consiguió su cometido con claridad, pero quedó en deuda en la gestación de juego. Producto de los nervios o, quizás, de la ausencia de un conductor de peso, el León entregó mal muchas pelotas, fue víctima de imprecisiones poco usuales y todo lo que mostraba en lo actitudinal (presión, adelantamiento de las líneas, achique hacia adelante) no podía cristalizarlo con un volumen de juego acorde a la intensidad con que salió a pelear el trámite desde el comienzo.
Poco a poco, la falta de volumen fue combatida con el desdoblamiento de funciones que asumió Lucas Viatri -figura albirroja- que además de ser referencia ofensiva, se calzó el traje de conductor, bajó unos metros y se convirtió en el faro que iluminó a su equipo de tres cuartos de campo en adelante. El ex Boca generó asociaciones, descargó siempre con criterio y aportó la cuota de peso de la que careció Lucas Rodríguez, el hombre que debía asumir ese rol.
La pelota parada, aprovechada por Leandro Desábato y toda su capacidad para estar siempre un paso adelante para ganar posiciones en la búsqueda aérea, le dio la ventaja transitoria y, a la luz del trámite final, definitiva a este Pincha que, otra vez, se atreve a soñar.
El complementó abrió dudas sobre la consolidación del juego de Estudiantes. Los de Vivas entregaron la pelota, cedieron buena parte del terreno y, lo que es peor, abrieron la puerta a su rival para un juego de “golpe por golpe” que hasta le hizo creer a Patronato que podía empatar el partido.
Fue el propio Estudiantes quien, por equivocar el camino para sostener la ventaja sin el más mínimo sufrimiento, dejó agrandar a un rival que no había mostrado casi nada.
El Pincha debió haber defendido más lejos de su propia área. En lugar de enfriar el juego, con circulación y pausa, lo avivó apostando al “palo y palo”. Tampoco quedó del todo claro porqué salió el jugador -Viatri- que mejor estaba leyendo el juego y que ponía el balón contra el piso para desespero de sus apresurados rivales. En juego estuvo lejos de brillar, aunque el triunfo resulta inobjetable. Con la racha como parte de una historia superada, ahora tiene todo para volver a crecer y creer.
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