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Opinión |ENFOQUE

El legado de Belgrano aún nos inculpa

El legado de Belgrano aún nos inculpa

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Por JUAN J. TERRY (*)

20 de Junio de 2017 | 02:36
Edición impresa

Cualquiera sean las facetas en que contemplemos la figura de Belgrano, en su empresa gigantesca al servicio de la Patria, siempre nos llenarán de orgullo por la profundidad de su pensamiento y acción. Ello lo comprobamos en el campo de la educación -que fue su primera y principal preocupación a lo largo de toda su vida- como en la economía, la abogacía, el comercio, la industria y los diversos campos de las ciencias y las artes, en una palabra el desarrollo, que perfilaron en él a un gran estadista, a quien se debe el impulso ideológico inicial de la Revolución de Mayo, luchando siempre con desinterés personal para el mejoramiento de la sociedad.

A él, que en medio de los días de batalla en el norte argentino, casi sin dormir para superar las grandes vicisitudes a las que debía hacer frente, más los padecimientos de su enfermedad, se daba tiempo para traducir la Despedida de Washington al pueblo norteamericano para que sirviera de paradigma a sus compatriotas, le cabe con justicia como a ningún otro de los próceres de Mayo, los tres calificativos que según el gran estudioso del pasado argentino el padre Guillermo Furlong S.J., le asignaba en EE UU, a George Washington: “El primero en la paz, el primero en la guerra y el primero en el corazón de sus conciudadanos”. (The first in peace, the first in war, the first in the hearts of his countrymen). Y este sentimiento sobre Manuel Belgrano se afirmó entre nosotros con el paso del tiempo -a casi dos siglos de su muerte- porque hemos reconocido en él un temperamento varonil de grave y serena fortaleza, suavizado por una delicada sencillez y una auténtica humildad, valores que reunía su recia y completa personalidad y que junto a su nobleza y generosidad adquirían la magnitud de lo heroico.

SUS SUEÑOS INCUMPLIDOS

Le animaba un fuego que no apuntaba al amor propio o la conveniencia personal, sino que todo estaba guiado por el patriotismo y el bien común. Los sueños y luchas del creador de la Bandera siguen incumplidos, porque no hemos encontrado el camino para continuar el progreso económico y social que él preconizaba, enfrentándonos en facciones que parecen irreductibles y que amenazan todavía más la triste realidad presente con un tercio de la población empobrecida desde hace tiempo y una corrupción populista que nos agobia.

Nada más que inspirarse en el ideal belgraniano y de los demás padres de la Patria para retomar el rumbo. Ya lo alertaba el creador de la Bandera al recibir el premio de 40.000 pesos con que lo honró la Asamblea Constituyente por la batalla de Salta y que destinó a la fundación de cuatro escuelas: “Nada hay más despreciable en el hombre de bien, para el verdadero patriota que goza de la confianza de sus conciudadanos, que las riquezas. Estas son el escollo de la virtud y no sólo son capaces de excitar la avaricia de los demás, sino que parecen dirigidas a lisonjear una pasión abominable en el agraciado”.

ELEVAR EL PAPEL DE LA MUJER

Al asumir en el Consulado e imponerse de la situación real en el Virreinato, la primera gran preocupación de Belgrano fue la educación, impulsando la idea de una enseñanza pública y gratuita en igualdad de condiciones para ambos sexos.

En este sentido fue el primero en América latina. Al respecto le preocupó sobremanera la situación de la mujer, relegada al hogar y a las tareas preferentemente domésticas. Estaba excluida de los acontecimientos públicos y debía aceptar la subordinación a una sociedad jerarquizada por la conducción masculina. promovió que se les enseñara a leer y escribir junto con el aprendizaje de diferentes oficios para inspirarles el amor al trabajo como ayuda para los padres y para formar su propio peculio, distinguiéndolas con premios a quienes se destacaran en sus tareas.

Es decir, propició la imagen de una mujer instruida como agente de producción y como medio de enseñanza moral, además de mejorar la enseñanza de sus hijos. Por eso fustigó que “el bello sexo no tuviera sino una sola escuela gratuita, la de niñas del Colegio San Miguel, y sólo para las huérfanas. Las demás eran pagas, pero sin que nadie supiera qué se les enseñaba o aprendían. Pero llegó más lejos: propició el ingreso a las universidades para lograr la integración de la mujer en el seno de la Patria.

LA SITUACION ACTUAL

En este Día de la Bandera sentimos que estamos viviendo el fin de un ciclo en el que todavía no contamos con los elementos para configurar el nuevo, y en el que nos vemos obligados a vivir sin igualdad de oportunidades para muchos, con una cruda realidad que golpea las puertas de vastos sectores, enmarcando su vida con la angustia de la pobreza, la frustración, el desempleo, la inseguridad y la manipulación de la justicia.

Por eso en esta hora es necesario nutrirse nuevamente del ejemplo y el espíritu de Belgrano, que no necesita ser enaltecido con adjetivos, sino que todo el país debe vivirlo y fortalecerse en su ideario.

Hago mías palabras de Belgrano, el presidente Nicolás Avellaneda y Ricardo Rojas. Dijo el prócer: “Siempre he clamado por la educación. Sin educación en balde es cansarse, nunca seremos más de lo que desgraciadamente somos”. Y Nicolás Avellaneda: “Un país que olvida sus tradiciones pierde la conciencia de su destino”. Y finalmente Ricardo Rojas: “Demoledores nos sobraron, fue arquitecto de la nueva morada que nos faltó. Con diez hombres como Belgrano, la democracia argentina aparecería en su génesis menos envuelta en las sombras del caos y la sangre de las tragedias”.

 

(*) Presidente del Instituto Belgraniano de la Provincia de Buenos Aires

 

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