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La Ciudad |La embarcación sobresale en los alrededores del club regatas

Un matrimonio sudafricano sorprendió con su gran catamarán al llegar a Ensenada

Por estos días Pieter y Geraldine están en el arroyo Doña Flora en el medio de una impactante travesía que ya lleva cinco años

Un matrimonio sudafricano sorprendió con su gran catamarán al llegar a Ensenada

Pieter y Geraldine Cillié, después de una larga travesía descansan un poco en el Doña Flora para luego seguir con la aventura hacia el Pacífico

30 de Enero de 2018 | 02:48
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Quien en estos días navegue en los alrededores del Club Regatas y pase por el arroyo Doña Flora se topará con una llamativa embarcación en ese escenario náutico: un catamarán tan grande que por sus dimensiones no puede amarrarse a ninguna de las marinas que posee, por caso, la tradicional entidad situada en Ensenada. Sus dueños son un matrimonio de sudafricanos que dejó el pueblo donde vivía (cerca de Ciudad del Cabo) hace cinco años y recorre desde entonces los mares y los ríos del mundo. Un vecino con casa que da al canal, sin esas limitaciones de dársenas, le cedió el espacio por el tiempo que la pareja se quede en la Región, antes de zarpar hacia el sur, para atravesar el Beagle, llegar a Chile y desde ahí seguir hasta la Isla de Pascua y la Polinesia.

Enamorados del asado argentino y de la forma de ser de los latinoamericanos, simpáticos, y abiertos a conocer gente, Pieter y Geraldine Cillié le muestran el barco a cuanto curioso pida entrar y recorrerlo. Por dentro, el catamarán es un departamento muy confortable de dos ambientes donde reposa una siamesa (Lily) y corretea un perro mestizo (Fabián), las dos mascotas, importadas del Uruguay, que completan el hogar. Allí no falta nada ni aún cuando la travesía lleva más de un mes en el Atlántico. Con grupo electrógeno propio, heladera, lavarropas, una cocina bien equipada, y hasta un aparato que transforma el agua de mar en agua potable el lugar es, además de cómodo, muy cálido, con sillones cubiertos de almohadones, una salamandra de hierro fundido, portarretratos y adornos que adquieren en los puertos donde se quedan un tiempo. Un par de bicicletas y hasta una moto de alta cilindrada van con ellos para andar por tierra cuando desembarcan.

De Sudáfrica al Doña Flora

El “Witblits” (“grapa” en afrikaans, la lengua materna de los Cellié) salió de Ciudad del Cabo, pasó por la isla Santa Elena, llegó a Ilhéus -Brasil- y estuvo tres años cruzando el “charco” una y otra vez, entre distintos puertos de Uruguay y Argentina. Ahora hace tres semanas que ancló en el Doña Flora y ahí estará hasta dentro de unos días, todavía imprecisos, cuando comience a soplar el viento del norte y les resulte más fácil encarar hacia la Patagonia.

“Antes tenemos que arreglar un vidrio y una puerta que nos rompió el viento”, cuenta Pieter -47-, quien ya demostró sus dotes reparadoras cuando una tormenta le voló el mástil a la embarcación y él mismo rediseñó otro palo y lo instaló.

Las peores experiencias en esta larga aventura las vivió el matrimonio con los fenómenos meteorológicos; concretamente con los temporales (“el más fuerte fue en el Río de la Plata”, remarca Geraldine -25-) y con los vientos fuertes, incluidos algunos como el que llegó a un nivel de huracán, agarró al barco en Paysandú y le rompió el vidrió y la puerta que deben arreglar antes de volver a partir.

En cambio, atravesar el Atlántico fue “una maravilla” al decir de la joven. “Nos tocaron días perfectos, con el mar tranquilo, mucho sol y todo el viento a favor”, cuenta.

Juan Pablo Orazi, el dueño de la casa que da al arroyo, está sorprendido con la curiosidad que despierta el catamarán y sus ocupantes. “La gente pasa en sus barcos y se detiene para mirarlo. Es que llama la atención lo grande que es y el confort que tiene en su interior”, dice el vecino del barrio de Regatas.

Ahora les espera a los Cellié un gran desafío. El plan es hacer el primer puerto en Necochea y después hacer un tirón el viaje hasta Puerto Mont -Chile-, pasando por el canal de Beagle. Después de una estadía de algunas semanas volverán a zarpar, cruzando todo el Pacífico.

El matrimonio duda que vuelva a asentarse en su Sudáfrica natal. “Nos gusta mucho esta vida”, confía Geraldine mientras que Pieter, a quien le cuesta un poco el español, asiente con la cabeza y una sonrisa.

Patagonia
El próximo destino del matrimonio sudafricano que desde hace tres semanas está en nuestra Región. Tienen que esperar que los vientos colaboren para realizar la nueva etapa de la travesía que decidieron realizar y comprenderá pasar por el Beagle, llegar a Chile, la Isla de Pascua y la Polinesia.

 

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Pieter y Geraldine Cillié, después de una larga travesía descansan un poco en el Doña Flora para luego seguir con la aventura hacia el Pacífico

El “Witblits” llama la atención entre embarcaciones menores/ el dia

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