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Espectáculos |Hoy a las 21.30

“Infiel, a costa de la cordura”: deseo y obligación, esa tensión eterna

La pieza debut de Mariana Ozafrain que tiene la fidelidad como eje se presenta los viernes de junio en el Teatro El Escape

“Infiel, a costa de la cordura”: deseo y obligación, esa tensión eterna

“Infiel, a costa de la cordura” se muda al teatro El Escape

1 de Junio de 2018 | 04:36
Edición impresa

¿Qué termina por devorar al hombre, la muerte o el paso del tiempo? ¿Hasta qué punto debemos callar o decir lo que pensamos? ¿Qué hace a un hombre fiel más allá del amor que profesa? Estas son algunas de las preguntas que se plantea “Infiel, a costa de la cordura”, la obra con la que debuta autoralmente Mariana Ozafrain y que, tras agotar sus funciones de mayo en el Teatro Estudio, se muda al Teatro El Escape (44 entre 23 y 24) para presentarse, desde hoy, durante los viernes de junio a las 21.30.

La pieza nos sumerge en la vida de Manuel, un hombre que busca replantearse ciertos cánones preestablecidos en el amor, repensar míticas reglas que se generan en torno a él y buscar una verdad que, descubrirá, no es una sola y no es igual para todos.

Una obra “desgenerada”, refiere Ozafrain en diálogo con EL DIA, es decir, sin un género establecido porque, dice la dramaturga, no quiere imponer una forma de ver: “La comedia se hace comedia, el drama se hace drama, cuando el público lo resignifica como tal”, explica.

La búsqueda de libertad formal se espeja con la búsqueda de libertad del protagonista de la obra, a la vez reflejo de la búsqueda de su autora al momento de escribir la pieza. Ozafrain cuenta que corría 2017 y se acercaba el momento de recibirse: “Sabía que me iba a quedar sin una gran parte de mi tiempo invertido en algo”, cuenta, y así empezó a trabajar en su “primer gran paso” post-facultad, un paso marcado por la voluntad de tener el control creativo.

“Siempre uno ha laburado en relación de dependencia, lo que implica hacer cosas con las que uno no está del todo de acuerdo, no tiene la libertad de decidir y de hacer lo que tiene ganas del todo”, cuenta su motivación Ozafrain.

LA TIRANíA DE LA MONOGAMIA

Esa pulsión de desembarazarse de los (auto) controles sociales y materiales también plantó la semilla para la temática de “Infiel”. “Estaba escuchando hablar a mucha gente acerca de lo terrible que sería que su pareja le fuera infiel... y a mi me parecía cada vez más una pelotudez”, se ríe la autora, y se plantea: “¿Hasta qué punto uno tiene que hacer cosas que no tiene ganas de hacer? Por supuesto, hay un equilibrio entre respetar al compañero que uno tiene al lado y seguir su deseo. Yo estaba en ese mambo, de decir ‘tengo ganas de hacer lo que tengo ganas de hacer’”.

Esa tensión entre deseo y obligación (“hasta qué punto hacemos las cosas porque está dicho que así tiene que ver, y hasta qué punto las hacemos porque tenemos ganas de hacerlas “) rigió la pluma de Ozafrain y rige la obra: la tensión no se resuelve fácilmente, claro, porque la infidelidad “no es un tema en el que haya un blanco y un negro”, por lo cual la obra procura “mostrar las dos caras, lo que se supone que está bien, lo que se supone que está mal. Por momentos empatizás, por momentos te genera rechazo lo que ves: el espectador sale conmovido”.

CONMOVER

Esa búsqueda de interpelar al público es para Ozafrain uno de los objetivos del teatro. Por eso, revela, “trabajamos las actuaciones carnalmente”, buscando alejarse explícitamente de la parodia, que “le advierte al público: ‘yo, actor, no soy lo que estoy parodiando’. En cambio, cuando vos actuás algo con verdad, estás jugando con ser eso. Y eso es lo terrible: el espectador toma ese material y lo percibe de otra forma, lo cree. Cuando vos lo parodiás, puede resultar gracioso, pero no crees lo que estás viendo”.

Gracias a ese movimiento, cuenta la dramaturga, “el espectador sale corrido: lo que acaba de ver lo atravesó realmente, vio una persona que sufría realmente”. Allí, dice, hay riesgo, pero hay valor en “jugar con lo peligroso del teatro”.

Conmover al espectador es el primer paso, explica, para cambiar los usos y costumbres. Un plan, confiesa, algo utópico, el de cambiar el mundo, y acepta que, al fin de cuentas, “cada uno se comporta como puede, no como quiere”. Pero los tiempos “y los paradigmas” cambian, la sociedad avanza hacia ciertas libertades conquistadas y, opina Ozafrain, “desde el arte es de donde más movimiento hay: para mi el arte tiene que servir para eso, para hacer reflexionar. No te digo cambiar el mundo, pero sí para hacerle click a dos cabezas por función, y que esas dos cabezas llamen a cuatro cabezas que les haga click.”

“El arte tiene que servir para hacer reflexionar. No te digo cambiar el mundo, pero sí para hacerle click a dos cabezas por función”

Mariana Ozafrain

 

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