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Opinión |Tras el desastre nuclear de 2011

Pocos quieren consumir en Fukushima

31 de Julio de 2018 | 04:15
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A los agricultores y a los pescadores de la región japonesa de Fukushima les está costando convencer a los consumidores de que sus productos no están contaminados por el desastre nuclear de 2011, pero confían en que con tiempo y paciencia podrán superar su frustración.

“Hay que cambiar la mentalidad de la gente”, sostiene Satoko Anzai, quien, junto a su marido, Chuzaku, y el resto de la familia, gestiona una granja frutícola de 5 hectáreas al norte de la ciudad de Fukushima.

“La gente todavía dice que no a nuestros productos, a pesar de que mostramos evidencias de que nuestro suelo no está contaminado”, agrega la agricultora, de 69 años, al lado de un melocotonero preñado de fruta al que le falta poco tiempo para la recogida.

La granja la manejan los cuatro miembros de la familia, en un negocio que comenzó a vivir sus peores momentos tras el desastre de la central nuclear de Daiichi que se registró el 11 de marzo de 2011.

En esa fecha, un terremoto de magnitud 9 en la escala de Richter y un tsunami que elevó las aguas quince metros destrozó la central nuclear de Daiichi, que comenzó a levantarse en 1967, y en la que varios de sus reactores sufrieron fusiones.

Las autoridades ordenaron la evacuación de un área de 370 kilómetros cuadrados, pero siete años después de la tragedia la región va recuperando el ritmo poco a poco, aunque será difícil alcanzar los estándares anteriores a 2011.

La contaminación se extendió principalmente por el aire, llegó a las capas subterráneas y también al mar, creando un desastre nuclear que marca a este país.

La producción de melocotones, cerezas y arándanos de los Anzai llegó a caer un 35 %. Tuvo que descontaminarse la tierra, lavarse los árboles frutales y, tres años después, la producción retornó a sus niveles previos al desastre.

La familia Anzai vive de su producción y de las subvenciones de las autoridades y las de la empresa dueña de la central nuclear, pero sigue empeñada en convencer a sus antiguos clientes de que su fruta no está contaminada, y muestra orgullosa todos los documentos que así lo demuestran. (EFE)

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