“La Nueva Hermosura”, un lugar donde cien familias consolidan su sueño de tener la casa propia

Saliendo del área suburbana platense hacia el sudeste, por la ruta provincial 11, la sensación de haber dejado atrás por completo la Ciudad se desvanece dos kilómetros después de las primeras hectáreas de campo abierto. Allí, en medio del verde, aparece La Hermosura, un enclave pujante de impronta rural, surgido hace tres décadas, que en los últimos años experimentó un “boom” demográfico tras el arribo de numerosas familias con sus proyectos e ilusiones a cuestas. Esa expansión se advierte a la altura de la calle 647, cuando aflora en el paisaje un conjunto de casas flamantes, con carácter, similares en espíritu aunque diferentes en formato; algunas de colores vivos, otras aún con el gris del cemento. Un comercio polirrubro y una ferretería completan la foto, además de unos pocos árboles, muchos chicos, muchos perros y un horizonte amplio, enorme.

Eso es “La Nueva Hermosura”, seis manzanas que en apenas dos temporadas se poblaron con 110 familias jóvenes, casi todas con hijos de corta edad, que accedieron a la vivienda en buena parte por medio de los créditos ProCrear. Situado entre 645 y 647, diagonal 131 y diagonal 133 el barrio es de fácil acceso, pero no llegan muchos micros. Incluye en total 152 lotes, ya habitados en un alto porcentaje, cuyos propietarios adultos promedian entre 30 y 40 años.

Más allá de los sinsabores que provocan la escasez de servicios y la relativa lejanía del Centro, nada les quita la sonrisa grande ni el orgullo a estos treintañeros que, desde hace un par de años, ponen el agua para el mate en la cocina que siempre imaginaron, y descansan tranquilos bajo el ansiado techo propio.

“SUEÑO CUMPLIDO”

Rodolfo es de Berazategui, pero vino a estudiar Historia a la Universidad Nacional de La Plata hace quince años. Luego de graduarse, se quedó viviendo en la ciudad de las diagonales, siempre alquilando, hasta que con la llegada de Bruno (hoy de 4) empezó a buscar “un hábitat propio” junto a su pareja, Patricia Ríos. Lo encontraron entre otras diagonales, las de La Hermosura, y tras arduas gestiones, allí se erige ya su casa. “Vivimos en Los Hornos, en San Carlos, pero ya tenemos nuestra propia casa acá. Costó, pero acá estamos”, cuenta Rodolfo, quien recuerda que pagó el lote unos 115.000 pesos, levantó su casa en 8 meses y vive allí desde mayo de 2016.

La mayoría de las familias que habitan este nuevo barrio fueron sorteadas para ser beneficiarias de los créditos promovidos por el Estado en octubre de 2013; entonces, se les otorgó el préstamo para la compra del terreno y la construcción de su vivienda. Conseguir lote, en ese tiempo, no fue fácil, recuerdan; lo poco que había en las cercanías del casco fundacional figuraba a un precio en avisos, pero cuando se acercaban a las inmobiliarias, los valores se disparaban. “Ante la demanda, hubo mucha especulación”, repasan los vecinos. “Por eso muchos de los que salimos sorteados empezamos a buscar otros horizontes: Sicardi, Olmos -donde se armó el Gigante del Oeste-, Villa Garibaldi, El Rincón. Loteos que se permitieron gracias a que luchamos mucho para habilitarlos en ese tipo de zonas, que eran rurales”, agregó.

La mayoría consiguió el pedazo de tierra en el que hoy se levanta su casa ingresando a un grupo de Facebook (“ProCrear La Plata”), en el que relataban sus necesidades y buscaban soluciones. Luego ese grupo se dividió por zonas, según los puntos cardinales. Y tras el dictado de las ordenanzas que liberaban las tierras, empezaron a repartirse las parcelas. Las manzanas se dividieron de acuerdo con los precios que podía pagar cada familia.

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“Yo señé mi terreno sin siquiera conocer La Hermosura”, confiesa Rodolfo, quien apostó a ciegas al barrio. Él, Patricia y Bruno se mudaron “con los albañiles adentro. Se nos venció el alquiler de donde estábamos y ya nos convenía destinar ese dinero a nuestra casa. Así que nos vinimos. Estaban haciendo el piso, todavía. Nos acomodamos como pudimos los primeros meses”, dice.

A SICARDI… Y MÁS ALLÁ

“Recibimos el último desembolso del crédito en enero de 2016”, rememora Nicolás Protto. “Ya había subido el dólar. Perdimos unos 40 mil pesos, cruciales para la última etapa de construcción. Todo tuvo sus contratiempos, porque conseguir el terreno tampoco fue fácil. No encontrábamos y fuimos al banco a pedir ayuda, porque el tiempo corría y los valores aumentaban; ellos fueron los que nos recomendaron ingresar al grupo de Facebook desde donde se hicieron todas las gestiones. Llegamos a ser 4.000 vecinos buscando lote desde allí”, añadió.

“Nos gustó más La Hermosura que Sicardi, por eso nos anotamos para este loteo. Cuando decís que vivís en Ruta 11 y 645 te dicen ‘uh, es re lejos’, pero lo cierto es que es muy directo y simple llegar hasta acá. Estás en veinte minutos desde plaza Moreno, en auto”, evalúa Protto, que es platense y es uno de los arquitectos del barrio. “Construimos nueve casas más la nuestra”, cuenta, refiriéndose a la que comparte con su pareja, Ivana Aymu -trabajadora social, pampeana, pero platense por adopción- y Nina, de 4 años, que mientras ellos charlan entra y sale de la casa al parque, de la casa a la calle. “Acá, ella va sola a la casa de sus amiguitos, la miramos desde casa”.

“Quedó como la soñé, sólo me falta terminar de pintarla”, afirma Nicolás, refiriéndose al hogar que encontraron en ese paraje tranquilo y con cielo abierto, donde criará a su hija en contacto con retazos de la naturaleza pampeana: “Acá conoció los bichitos de luz, ve vacas, caballos, ranas”.

GRAN VECINDARIO

“Desde el principio, el barrio se constituyó de un modo comunitario y solidario. Desde el reparto de los terrenos, hasta la construcción de las casas, pasando por muchas acciones fundamentales para hacer habitable esta zona. Por ejemplo, se convocó a los arquitectos del barrio a trabajar en los proyectos de las casas. Eso permitió abaratar los costos”, cuenta Sabrina Montoya, psicóloga, quien vive junto a su compañero, Martín Gómez, y su hijo Lorenzo, “Lolo” (7), en diagonal 131 entre 645 y 646, en la casa lindera con la plaza.

Algunos creen que el barrio queda muy lejos, pero estás en veinte minutos desde plaza Moreno, en auto” Nicolás Protto Vecino de La Nueva Hermosura

Ambos oriundos del Sur argentino, vinieron a estudiar a la UNLP y adoptaron a La Plata como su ciudad. Hoy La Hermosura es su barrio, su lugar en el mundo. Viajan a diario al casco urbano por sus trabajos y para llevar a Lolo al Normal 1, donde cursa primer grado. De todos modos Martín, diseñador gráfico, está mucho en la casa; tanto, que algunos de los detalles pintorescos de su hogar los hizo con sus propias manos: las paredes de cemento alisado y tapitas de plástico del baño; las mamparas de hierro con los vidrios coloreados por láminas de vinilo. Esos y decenas de detalles que con ingenio, habilidad y amor por ese refugio propio conforman un hogar cálido y muy original.

El trabajo comunitario de los vecinos de La Hermosura hizo que el amojonamiento, los pozos de agua, los postes del alumbrado y muchas otras obras previas a la etapa de construcción de las casas se lograra a través de gestiones en conjunto y abaratando los costos para todos. “Para algunas cosas, como los pozos de agua, fueron acciones cooperativas. Contratamos a alguien que para hacer cien pozos nos cobró mucho menos de lo que nos salía en forma individual, pero podía hacer uno por día, así que fuimos pagando por adelantado, compartiendo el pozo, hasta que estuvieron todos”, recuerdan.

Se gestaron comisiones de materiales, de electricidad, de forestación; en esta última se dispuso la plantación de crespones, liquidámbares y álamos, retoños que ya crecen para aportar sus colores al futuro arbolado de La Nueva Hermosura.

EL NUEVO Y EL VIEJO BARRIO

A la tradicional población de La Hermosura al principio le cayó como un balde de agua helada el loteo de un monte de eucaliptos para transformarlo en el “barrio ProCrear”. Pero algunos se mostraron amigables desde el principio, como Silvia, quien en su pequeño almacén comenzó a vender pan y fiambre o sándwiches preparados, que inmediatamente se convirtieron en el almuerzo de los albañiles y algunos propietarios a los que la hora de comer los encontraba visitando las obras.

“Cuando venía a trabajar a la casa durante la construcción y se me hacía el mediodía, era la gloria ir a buscar mi sándwich de milanesa a lo de Silvia”, comenta Martín acerca del almacén que, con el tiempo, se convirtió también en verdulería y empezó a sumar productos. Cuando se acrecentó la mudanza de familias, también abrió un polirrubro en la entrada del barrio, y ahora hay incluso un supermercado chino sobre la ruta. “Son comercios que nos sacan del paso, que hacen que ya no necesitemos traer las compras hechas del Centro todos los días, como nos pasaba en los primeros tiempos”, cuenta Protto.

Otra de las tradiciones del barrio viejo que se fusionan con las costumbres del nuevo es la música de la peña folklórica que llega a los hogares cada fin de semana. El barrio “viejo” ya está consolidado, pero sin embargo comparte con el nuevo algunas necesidades sin cubrir. Ambos carecen de recolección de residuos domiciliaria, por ejemplo; por eso es una postal habitual ver las bolsas de basura sobre los techos de los autos, donde muchos vecinos las cargan hasta los contenedores del acceso al paraje.

“Pasan a vaciarlos todos los días, pero cuando es feriado o esa recolección falla por algún motivo, hay basura alrededor, los perros rompen las bolsas y se hace un basural espantoso. En verano, esos olores se mezclan con los de una chanchería que hay cerca y realmente son nauseabundos”, comentan los vecinos. También falta una correcta señalización en la ruta, que ayude a encontrar fácil el barrio, y la señalética urbana con el nombre de las calles.

Al tema del transporte público también hay que darle una vuelta. El único colectivo platense que llega al barrio es el 520 ramal 18, cartel “La Hermosura”, que pasa cada dos horas. Está “El Expreso” a Magdalena, que llega hasta la terminal de La Plata, pero los vecinos coinciden en que “es muy caro”; el boleto cuesta 28 pesos.

La escuela más cercada es la Nº 20 de Berisso. Algunos vecinos la eligieron para sus hijos, como así también una rural de Bavio, pero la mayoría sigue llevando y trayendo a los chicos todos los días a algún establecimiento del casco urbano. Respecto de la seguridad, también se detectan puntos flojos. “Hace poco, un mediodía, robaron unas diez casas”, cuentan los vecinos, que señalan que “cuando pasa algo así, refuerzan los rondines, pero deberían tener una buena frecuencia siempre”.

Si bien el barrio es electrodependiente, el servicio de luz es precario. “Un viento, una lluvia intensa, ya nos dejan a oscuras”, cuenta Martín, quien tiene gas envasado y calefón solar, dos aliados fundamentales contra los cortes frecuentes.

La plaza es otro de los puntos en el “debe” del barrio. Está el espacio verde destinado pero no tiene juegos ni está parquizado. “Hicimos muchos pedidos al Municipio, pero aún sigue todo igual”, se asegura.

A pesar de esto, la conexión de los vecinos es constante. Están híper comunicados a través de su grupo de WhatsApp, que si bien a veces es “demasiado intenso” permite notificar al instante sobre alguna presencia extraña o movimiento no habitual. De hecho, la cronista y el fotógrafo de esta nota se estuvieron buscando durante un rato largo, sin poder encontrarse, por la poca señal de Internet que hay en la zona. Pero decenas de vecinos se fueron enterando por el grupo -el wifi de las casas lo hizo posible-, así que a medida que empezaron a entrar los primeros mensajes, pudieron ubicarse. Con unas palmadas en la puerta, el fotógrafo entró a la casa en la que estaban reunidos los vecinos con la cronista. Y enseguida se empezó a organizar la foto para la que todos subieron al techo: “Así se ve bien todo el barrio”, coincidieron todos, orgullosos y felices de mostrar el paisaje de su presente... y su futuro.