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Albertengo sacudió la red y le regaló el festejo al León, que tuvo una notable convocatoria ¿Lo peor del Clásico? El penoso trabajo de Germán Delfino, que no estuvo a la altura
Nicolás Nardini
nnardini@eldia.com
#TNTSports | ¿Era roja para Faravelli?
— TNT Sports LA (@TNTSportsLA) 10 de marzo de 2019
🔃 No, era para amarilla.
❤️ Sí, bien expulsado.#Estudiantes 🆚 #Gimnasia pic.twitter.com/BoGqzlaIJm
#TNTSports | ¡Lo gritó todo el estadio! Lucas Albertengo puso el 1 a 0 para Estudiantes en el clásico platense.#Estudiantes 🆚 #Gimnasia pic.twitter.com/ctHlHwL3vG
— TNT Sports LA (@TNTSportsLA) 10 de marzo de 2019
🎶🇦🇹 ¡Se desató la locura en el vestuario!
— Estudiantes de La Plata (@EdelpOficial) 10 de marzo de 2019
🔴⚪ #VamosPincha pic.twitter.com/vILNhe4VT5
Estudiantes se regaló una gran alegría cuando más lo necesitaba. Con el equipo en crisis y en medio de una campaña floja, el León se impuso en el Clásico Platense ante el Lobo para olvidarse por unas horas de las malas y saborear un festejo ante una verdadera multitud. Y aquí el punto a destacar al cabo del duelo 160 entre los representativos de la Ciudad: la convocatoria de los hinchas albirrojos fue colosal, con el equipo barranca abajo en la presente edición de la Superliga, la familia pincharrata reventó cada rincón del Estadio Ciudad de La Plata. La contrapartida de esa saludable noticia que fue para el máximo evento el marco multitudinario en las tribunas, fue la labor del árbitro del partido, Germán Delfino, quien no estuvo a la altura de semejante partido. Tuvo una labor bochornosa, con horrores y una falta de conducción general alarmante.
Estudiantes llegaba al clásico en la vigésima ubicación y arrastraba tres derrotas en fila. El equipo estaba en una crisis que había barrido a su anterior DT, Leandro Benítez, y llegaba bajo el interinato de Pablo Quatrocchi. Ninguno de todos estos datos, fríos pero reales al fin, pudo contra el afán de los hinchas de estar junto a su equipo en un nuevo clásico de la ciudad.
El Ciudad de La Plata lució prácticamente completo por la parcialidad albirroja. En la semana, cuando se confirmó la decisión de habilitar las dos cabeceras, algunos creyeron que resultaría exagerado. Nada más lejos de la realidad. El Pincha reventó ambas cabeceras y llenó la zona de plateas numeradas y pasillos.
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Fue una demostración de apoyo a la divisa impactante. Incluso miles de ellos, salvo los que fueron extremadamente temprano, tuvieron que lidiar con el errático operativo de cacheo policial, que demoró exageradamente el ingreso de los hinchas. Se dieron requisas lentas y con una cantidad de efectivos abocados a esa labor puntual no acorde con la multitud que fue parte del evento. Un error de cálculo que castigó a los hinchas -a muchos de ellos- a ingresar al recinto con 15 o hasta 20 minutos de pelota rodando. Hubo una notable falta de empatía entre los encargados del operativo y la gente, en su mayoría familias, que penaron por horas para sortear los distintos puestos de control hasta, por fin, acceder a la zona de tribunas. Un lunar que volvió a repetirse.
Otro de los temas fuertes que dejó la jornada clásica fue la penosa labor del árbitro del partido, Germán Delfino, quien no estuvo a la altura del máximo evento de la ciudad.
Lo que comienza mal, difícilmente acabe bien. En la semana levantó polvareda la manera en que se dio el sorteo en la AFA, que derivó en la designación de Delfino. Pero a la zaga con ello, no deja de llamar la atención que un árbitro que venía de ser parado por la conducción producto de sus gruesos errores en River-San Martín de Tucumán, pocos días después quede emparejado para impartir justicia en uno de los clásicos más importantes de la Argentina. De raíz, la historia comenzó mal. Delfino jamás debió haber estado entre los candidatos a conducir semejante encuentro. Los riesgos de desaguisados estaban latentes. Todos los presagios de que podía no dar la talla se cumplieron en 32 y 25. Rompió el partido al equivocarse en la expulsión de Faravelli -con amarilla se solucionaba la situación- y prosiguió con errores, de menor entidad pero continuos, hasta cerrar su olvidable actuación con la roja a Retegui.
Se vio superado por el partido. A tal punto que confundió a los jugadores que, en determinados momentos, no sabían qué había cobrado. En resumen, cuando los protagonistas ya están perdidos y no saben qué es lo que se cobra, poco más queda para agregar.
En lo futbolístico, el partido dejó algunos matices interesantes, aunque lejos estuvo el clásico de ser un encuentro de alto vuelo. Más bien fue la chatura la que predominó, sólo amenazada por los destellos de Gastón Fernández. La inclusión de la Gata fue un pleno del interino DT Pablo Quatrocchi. En la semana se lo daba prácticamente afuera del cotejo, pero desde el sábado se supo que tenía grandes chances de meterse en el once inicial.
El enganche albirrojo fue el factor diferencial en el clásico. Lejos de su esplendor, pero aún poseedor de una categoría que está por encima de la media en nuestro devaluado fútbol argentino. Acierto del DT en darle la titularidad. Mérito del jugador en haber dado la talla.
Lo peor del clásico fue el trabajo de Delfino. Un verdadero descalabro arbitral
Como contrapartida, el Indio Ortíz sorprendió al no respetar el once que tan bien había jugado contra Independiente ¿Por qué tocó algo que había funcionado tan bien? Sólo el DT lo sabe. Para colmo de males, la expulsión de Faravelli le hizo añicos sus planes. Tras la roja, el entrenador mens sana no acertó en el cambio. Optó por prescindir de Vargas -el mejor hombre en el partido pasado- en lugar de colocar a un jugador que le diera equilibrio en el centro del campo. Más polémico aún fue el segundo cambio: con la salida de Hurtado el Lobo perdió a su único hombre capaz de ponerle pimienta al ataque. Su apuesta por Silva, visto lo visto, no se terminó de entender.
Se fue una tarde más de clásico platense. Para el recuerdo, quedará la alegría que supo regalarse la gente de Estudiantes, que en una época de vacas flacas pudo sostener la extensa racha positiva en choques ante su eterno rival.
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