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Opinión |Editorial

La superpoblación en Medicina y las renuncias de docentes

La superpoblación en Medicina y las renuncias de docentes
23 de Marzo de 2019 | 02:38
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La inscripción este año de cerca de 4 mil alumnos en la facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata, en una situación que derivó en el alejamiento de al menos tres profesores de materias de los primeros años, en disidencia, entre otras causas, por la masividad de las clases en esa unidad académica, merece, por lo pronto, consideraciones acordes a la magnitud del problema planteado.

Independientemente de los argumentos manifestados por los renunciantes, vale recordar que, si se pretende trabajar por la excelencia educativa y por una manifiesta mejora en la formación de los futuros profesionales de la salud, las batallas hay que darlas desde adentro.

Existen, sin embargo, parámetros objetivos y de validez universal, que debieran relativizar la necesidad de abundar en mayores consideraciones, toda vez que casi no quedan en el mundo países que no hayan impuesto para los jóvenes que aspiran a iniciar una carrera universitaria la obligación de aprobar exámenes de ingreso.

Muy por el contrario, la mayoría de los países –ya sea inmersos en sistemas políticos de centro, de izquierda o de derecha- exigen a los alumnos la aprobación de rigurosos exámenes de previos. Se trata, como se ha dicho, de un dato inconstratable de la realidad.

No existe tampoco, en ningún lugar de la tierra –ni siquiera en países mucho más poblados que el nuestro- facultades que se ofrezcan para recibir, con un mínimo de responsabilidad académica, a semejantes cantidades de alumnos. Es sabido que la facultad de medicina platense faltan espacios físicos, no hay suficientes profesores ni recursos disponibles para hacerse cargo de semejante demanda.

Cuando se habla de la excelencia en los estudios universitarios de otros países, corresponde señalar que lo mismo ocurrió hace tiempo en la Argentina, que contó con facultades de primer nivel, a las que costaba un triunfo poder ingresar, a partir de las duras exigencias del examen de ingreso que, luego, se proyectaban hacia los programas de estudio de toda la carrera.

Con respecto a esto, se ha hecho uso y abuso de una falacia, al señalar que de esa manera se le impedía el ingreso a las distintas facultades a quienes no contaban con sustento económico suficiente. La historia real enseña lo contrario. A la Universidad pública pudieron entrar y cursar todos quienes sobresalieron por su capacidad de estudio, sin distinciones de otra índole. Un solo nombre, el de René Favaloro, alcanza para ser testimonio de aquella excelencia abierta hacia todos, que hoy se encuentra lastimada a partir de inexplicables criterios demagógicos.

No sólo el ingreso irrestricto conspira contra la calidad de la enseñanza. También lo hacen la posibilidad indefinida de recursar materias o, especialmente en la facultad de Ciencias Médicas, la opción de rendir materias en forma libre, algo que pareciera carecer de un mínimo de sensatez. La masividad conspira contra la posibilidad de que un estudiante de medicina pueda realizar disecciones y, siquiera, a conocer cómo se efectúan prácticas mínimas como, por ejemplo, la de aplicar inyecciones. No hay tiempo, no hay lugar, no hay insumos y no hay suficientes docentes para enseñarlas.

Más allá de que resultan valorables la voluntad y las actitudes de profesores que decidieron hacer público su malestar y presentar sus renuncias por estas y muchas otras cuestiones, lo cierto es que, también, para volver a contar con los niveles de excelencia sería mejor que no se dejara de dar la pelea desde el interior mismo de la Universidad, sin ceder espacios.

Hace ya demasiado tiempo que las autoridades universitarias debieran hacerse cargo del evidente deterioro que sufre la Universidad pública platense. El dilema –que no es ideológico- los obligará a definir, muy pronto, si lo que proyectan es que siga el amontonamiento de alumnos en las aulas y, asimismo, de la mano de ese absurdo, la total imposibilidad de que se establezca una seria relación de enseñanza y aprendizaje entre profesores y alumnos.

 

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