Detrás de la fiesta por Diego pena ese equipo amorfo que pide la ayuda de un buen DT

En un contexto donde perder se ha hecho una pésima costumbre, la desesperanza gana terreno sin pausa y los nervios alterados se descargan, cada vez más populosos, contra la comisión directiva, brota una pregunta fundamental: ¿Puede Gimnasia jugar mejor de lo que lo está haciendo?

Sin dudas, ¡sí! Y ya es hora de empezar a percibir la mano del cuerpo técnico en funciones.

El plantel arrastra el pecado original de una mala conformación durante la pretemporada. Darío Ortíz confió mucho, demasiado, en lo que podían aportar Franco Mussis y Víctor Ayala en el “corazón” del mediocampo y allí hoy sigue estando una de las mayores debilidades. Pero de ninguna manera la única.

Gimnasia, que empezó mostrando tanto apetito como enjundia en el tramo inicial de cada tiempo ante un River alternativo, aunque nada ingenuo, se va desinflando a medida que corre el reloj. No tiene un líder adentro del campo y dicha carencia es clave. El arquero involucionó, perdió confianza; tanto que dejó de ser un punto de sostén. En defensa nadie brilla, ninguno ordena, todos cometen errores y, aún así, Manuel Guanini, el que para muchos no podía jugar, merece quedarse como titular. En el juego aéreo ofensivo gana con frecuencia y se convirtió en una de las mejores armas del equipo para buscar el gol. Eso también describe el flojísimo momento de los delanteros.

En el medio, el paraguayo pareciera tener, al igual que con Darío Ortíz, una alta valoración en las miradas de Maradona y de Méndez. Cuesta creer que Ayala siga siendo inamovible en una zona donde hay que correr mucho, recuperar y empezar la cadena de juego asociado que necesita cualquier formación con ciertas pretensiones de sumar puntos. ¿No hay otra manera de conformar la línea de volantes en la franja central? Apareció la lucidez y el sentido común de José Paradela en Córdoba y se quedó. ¿Por qué no probar también con Agustín Bolívar? Entre tantos malos rendimientos, al menos merece una oportunidad.

Han bajado mucho sus respectivos niveles individuales Horacio Tijanovich y Maximiliano Comba, y sigue demostrando que no puede jugar solo en el área Pablo Velázquez. Un detalle complementario: Ya nadie pide que ingrese Claudio Spinelli.

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Gimnasia es un equipo sin forma. Vacío de identidad. Corre, empuja y quiere ganar, pero su falta de estructura mecanizada lo deja desnudo ante cualquier combinación más o menos aceitada del rival de turno. ¿Cuál es la matriz del funcionamiento “tripero”? ¿En qué aspecto del juego se siente cómodo? ¿Dónde radica su mayor virtud? ¿Tiene un arquero seguro? ¿Es sólido en defensa? ¿Muestra corte y oficio delante de sus zagueros? ¿Se advierte un conductor que marque el camino para generar buenos ataques? ¿Quién es su hombre-gol? ¿A cuál de todos los albiazules señala como hombre de cuidado el DT rival cuando brinda la charla técnica?

Hoy sólo tiene a Guanini ganando con su cabezazo en varias pelotas detenidas a favor. El resto de su libreto lo constituye el mero impulso de ir para adelante, como salga, como se pueda, como se vayan iluminando los que llevan la pelota. Y, mientras tanto, la gente gritando... “Vamos Lobo que se puede”.

¿HASTA CUÁNDO VA A SEGUIR ASÍ?

El final de los tres últimos partidos salió calcado. El árbitro de turno da el pitazo de despedida y se arma el rito que ya forma parte del protocolo. Con el resultado puesto, todos miran a Maradona. Diego empieza a caminar lento. Se acerca el micrófono de la transmisión dueña de los derechos televisivos. Y entonces nace el desahogo de quien parece recién estar tomando la justa dimensión de la gravedad. Saludos afectuosos con los rivales. Respeto y mimos para el “Diez”. La gente aplaude al ídolo de todos, silba a sus jugadores y luego insulta al presidente que tuvo (para bien o para mal) la osadía de contratarlo. El cuadro tiene colores y matices perfectamente definidos. Cada uno de los protagonistas sabe qué se llevará impregnado en los oídos al nacer cada derrota. Ya son siete seguidas.

¿Hasta cuándo va a seguir de esta manera? La fiesta por tener a Maradona en el banco de suplentes está perdiendo el gustito. Si el equipo no suma, corre el riesgo de convertirse en algo histórico vacío de contenido

Ya no está el “Indio” Ortíz, ni ninguno de sus antecesores que también se equivocaron bastante y por eso debieron irse. Ahora, la responsabilidad la tiene un cuerpo técnico que se contrató con la firme idea de ir saliendo del pozo. El efecto Maradona ya vendió camisetas, acercó miles de nuevos socios y juntó a todas las cámaras de TV en el Bosque. Muy bien. Ahora Gimnasia necesita urgente comprobar su idoneidad como director técnico. El plantel está descompensado, tiene la autoestima por el suelo y la tabla de los promedios lo asfixia. Justamente por eso está pidiendo a gritos un buen entrenador.

¿Es Diego el hombre indicado para este momento tan delicado? Tendrá que demostrarlo. Gimnasia puede y debe jugar mejor para facturar puntos. Dejar de perder es su principal obligación. Ya. Cuanto antes.