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"Yo siempre puedo dormir pero hoy no puedo", una celebración de que, pese a todo, aquí estamos

Hasta mañana se puede ver en el marco del FestiFreak, gratis, el cortometraje que la española Andrea Morán imaginó junto a Fernando Vílchez tras sufrir un derrame

"Yo siempre puedo dormir pero hoy no puedo", una celebración de que, pese a todo, aquí estamos
13 de Octubre de 2020 | 07:00

En “Yo siempre puedo dormir pero hoy no puedo”, retazos literarios de apariencia desordenada, que parecen cantar a la experiencia humana con sus dolores y tristezas, suenan sobre cálidas imágenes de Madrid: muchas voces leen, y muchas imágenes con aroma a registro familiar, informal, se reproducen, en un corto firmado por Andrea Morán y Fernando Vílchez, que se proyecta en el FestiFreak hasta mañana, gratis, y que nació de una experiencia personal.

“Hace un par de años sufrí un infarto cerebral, así que estuve hospitalizada varias semanas”, relata Morán, en diálogo con EL DIA. “Los primeros días eran muy monótonos: las visitas debían ser reducidas, todavía no podía caminar, y tampoco podía leer porque tenía la vista borrosa. A Fernando entonces se le ocurrió empezar a mandarme audios por Whatsapp desde el exterior. Al principio eran sonidos de la calle (un músico tocando, el metro, ambiente del mercado...) y después empezó a llamar a nuestros amigos y a pedirles que se grabaran leyéndome un extracto que ellos eligieran, uno que me pudiera gustar o servir en esa situación. Pronto el teléfono se me llenó de notas de voz con poesías, fragmentos de novelas, artículos de opinión”, recuerda Morán. 

Incluso recibió un discurso del presidente del Barça “que por aquí se había hecho muy viral”, y un largo audio del cineasta argentino Matías Piñeiro, que “creo que malinterpretó a Fernando y pensó que tenía que enviar una lectura completa, ¡así que tenemos como 45 minutos de Matías leyendo un cuento!”. 

“Los audios me acompañaban, me reconfortaban, algunos me hacían reír... Cuando todo terminó y me recuperé totalmente, pensamos en que esos sonidos escondían detrás unas imágenes, que nos apetecía tratar de darles una forma cinematográfica. Queríamos también explorar de qué forma podíamos integrar la palabra en el cine, reivindicar el poder de lo hablado. Es cierto que lo que me pasó fue grave y serio, pero en aquellos momentos me sentí muy querida y protegida. Con el corto quisimos preservar esa sensación”, explica la realizadora, licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad Carlos III de Madrid, que ya cuenta con otro corto en su haber, “Espina. Historia de un regalo fallido” (2013). 

De las voces que aparecen en el corto, cuenta Morán, varias son las originales. “Otras surgieron cuando ya estábamos planificando la película y, por último, también hicimos un proceso de casting (uno mental, ¡nunca llegamos a hacer pruebas!) pensando en personas a las que nos gustaría invitar”. Entre esos textos, se coló el de la argentina Cecilia Fanti, "La chica del milagro", sobre una experiencia similar: “Nuestros procesos de recuperación fueron diferentes, pero ella contaba detalles sobre el hospital y el cuerpo con los que me identificaba mucho”, analiza la directora, que en esta edición del Festival será parte del jurado de la competencia argentina de largos. 

Esas voces fueron luego empatadas con imágenes que dialogan de forma libre con los textos, aunque reflejan esa misma sensación de dolor por un lado, y la calidez del abrazo colectivo, del apoyo, que también transmiten esos textos y esas voces amigas.

“Hay una gran diferencia entre leer para uno mismo y leer en voz alta, donde está más presente la intención de querer comunicarse, aunque sea a través de las palabras de los demás. Eso me parece especialmente bonito, porque todos lo hacemos y lo sentimos: ese poema que parece que te está hablando a ti, o esa canción que podría estar hecha para contar el momento que estás viviendo... Al compartir eso en voz alta es como si se trazara un puente y facilitara esa conexión”, dice al respecto Morán, y agrega que “también queríamos conseguir un equilibrio entre las lecturas individuales (con una persona en plano, podría decirse que sola) y las escenas con un mayor bullicio a su alrededor, como la del Rastro o el parque de El Retiro en Madrid. Creo que la ciudad y el paisaje también están abrazando a los personajes, nunca los deja solos”.  

Las imágenes están tomadas en formato fílmico, que para Morán dan “calidez” al material: “Tiene que ver con la luz  y los colores. Creo que todo queda envuelto con un romanticismo muy evocador... Otro motivo fue porque el digital, más frío, iba a anclar la historia de manera irremediable en nuestro presente. En cambio, rodando en 16mm conseguimos que fuera algo más atemporal, incluso hace dudar al espectador, hay imágenes que costaría decir si son de 2020 o de 1975... Es como si se quedara en un limbo, en el recuerdo”. 

Hacia el final se lee un texto de Leila Guerriero sobre el desvelo, un texto que da nombre al corto y que culmina con un poema de la recientemente galardonada con el premio Nobel Louise Gluck sobre la certeza: “En una época, sólo la certeza me daba, alegría. Imagínense… La certeza, una cosa muerta”, se escucha, un puñado de versos de fuerte resonancia en el presente. “Esa cosa muerta, malditamente necesaria”, remata Guerriero.

“Esa escena en concreto es muy especial. El texto de Leila estuvo desde el primer momento y es uno de los más devastadores que me enviaron. Me lo mandó Mario, la misma persona que lo lee en cámara, un amigo que suele expresarse con un poso melancólico”, cuenta Morán. “Para mí el accidente supuso entender que no existe la certeza, todo se volvió muy frágil. Cuando te pasa algo así de repente se te rompen muchos esquemas. Por un lado, deja de existir esa sensación de estabilidad pero, por otro, también la acabas necesitando  para salir adelante. De ahí que la certeza sea engañosa pero también necesaria”, acota la directora. 

Y afirma que “frente a eso, quisimos introducir imágenes que nos recordaran la alegría de estar vivos. No sé si suena pretencioso o, al revés, quizá demasiado inocente, pero esa es la esencia de la película: la celebración de que, pese a todo, estamos aquí. Acompañados por amigos, acompañados también por palabras, por el cine. Puede que la incertidumbre sea grande, pero pienso en este corto como un lugar a donde ir y sentirse a salvo”. 

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