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Espectáculos |EN DIÁLOGO CON EL DIA

Enrique Pinti: “Cristina baja las escaleras de Comodoro Py como Nélida Roca bajaba las del Maipo”

Con algunos achaques de salud, pero con “la lengua y la mente fenomenales”, el monologuista vuelve a la Ciudad -cuando el coronavirus lo deje- con “Al fondo a la derecha”, una ácida reflexión sobre la actualidad política y social en la que se acuerda de todos

Enrique Pinti: “Cristina baja las escaleras de Comodoro Py como Nélida Roca bajaba las del Maipo”
María Virginia Bruno

María Virginia Bruno
vbruno@eldia.com

15 de Marzo de 2020 | 06:03
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Confiesa Enrique Pinti (80) que está bastante preocupado con el tema del COVID-19 y lo compara enseguida con otro virus que, en los 80, tuvo en vilo al mundo: el sida. Sin embargo, advierte el verborrágico humorista político, el coronavirus es peor. “El sida es una enfermedad de transmisión sexual que podés tratar de evitar con algunas decisiones: Decís ‘bueno, está bien, me hago el monje trapense y acá no se coge más’, porque no se puede, y en cualquier caso te hacés anacoreta, hacés la masturbación, mirás para otro lado y ya. Pero esto no se puede evitar, se contagia con la piel, con el roce. ¡Y eso te vuelve un poco paranoico!”.

De esta pandemia, claro, habla Pinti en “Al fondo a la derecha”, el espectáculo con el que iba a regresar al Coliseo Podestá el próximo 28 de marzo pero que, debido a las recomendaciones sanitarias, debió suspenderse hasta nuevo aviso. En diálogo con EL DIA, el creador del emblemático “Salsa Criolla”, espectáculo que logró estar más de treinta años en cartel, ofrece una pizca de su ácida nueva propuesta, en la que no se salva nadie.

-Volvés con el mismo espectáculo que trajiste en junio pasado pero el panorama es otro...

-La realidad es diferente, todos los días van cambiando muchísimas cosas. Cada día hay cosas nuevas y todas las semanas es un panorama diferente. Estamos complicados permanentemente. Los problemas parecen enormes y de pronto viene una cosa nueva, como el coronavirus, por ejemplo, y todo pasa a un segundo plano. Es una realidad tan cambiante. Pero no sólo pasa en Argentina sino en todo el país. De solo pensar que en Italia hay más de 40 millones de personas que no pueden salir por la cuarentena... Eso cambia la fisonomía del mundo.

-¿Qué opinás del coronavirus?

-Hay como una especie de desconexión de los grupos que tienen que estar conectados. Y esto iguala desde el comunismo chino donde si no hacés lo que te piden te matan a golpes hasta Italia, que es una versión un poquito mejorada de lo peor de la argentina, con esa visión ‘dejame a mí que yo sé lo que hago, no te calentés’. Creo que hay una falta total de previsión. Los gobiernos no pueden tener una bola de cristal y saber qué es lo que viene. Pero gracias a Dios, en todas partes del mundo, una de las cosas que funcionan fantásticamente bien son los científicos que están encerrados en sus laboratorios, viven inventando cosas, buscando descubrimientos, pero sólo se los apoya en la carrera espacial. No en la lucha diaria. Los gobiernos tienen que estar atentos a esto. Los Ministerios de Salud no pueden minimizar las cosas.

-Muchos criticaron a Ginés González García por decir que el virus no iba a llegar tan pronto a Argentina...

-Yo entiendo perfectamente lo que dijo Ginés. Acá, hasta la semana pasada, muere muchísima más gente por dengue y sarampión. Es algo injustificable que el sarampión haya vuelto a la Argentina porque eso sí es falta de previsión. Eso sí es encogimiento de hombros. Y eso no es culpa de él, ni del anterior. Es culpa de una serie de 40 ó 50 años de dejadez de la salud pública.

“El vínculo entre Alberto y Cristina tiene algo de lo que se da en las parejas: ella es la sisebuta”

 

-¿Qué recordás de la época en la que la salud pública “funcionaba”?

-Yo recuerdo perfectamente cuando era chico, hace 70 años, que la salud pública era mucho más pública, y mejor atendida. A los 7 u 8 años tenía problemas de obesidad. Mi familia era de clase media, no estábamos en la miseria ni nada por el estilo. Mi padre era empleado del ministerio de obras públicas y mi mamá ama de casa. Tampoco éramos de la high society. Sin embargo, para el problema de un niño gordo a los 7, 8 años había un lugar que se llamaba el Instituto de la Nutrición, que estaba en Córdoba y Agüero, con una atención impecable, con toda la tecnología y médicos espectaculares. Y realmente mi papá me llevó ahí desde los 8 hasta los 12 años y era totalmente gratuito. En aquella época no se consideraba a la obesidad una enfermedad sino que pensaban que eran chicos que comían como vacas. El gordo era un goloso. A pesar de eso, estaba este lugar con filiales en otras partes donde te atendían como un rey.

-¿Decís que antes la salud era de verdad para todos?

-Vi un país con muchos defectos, sin democracia, horrible, espantoso, pero que esas cosas estaban más o menos pautadas. Eso sí se debe al primer peronismo que con todos los defectos que podía tener, en cuanto a demagogia, no dejar hablar, tuvo bien en claro esa cosa que hoy se llama populismo, en forma absolutamente despectiva, y que yo creo que es una palabra que no deberíamos estar usando en forma tan peyorativa porque se buscó que la salud fuera pública, que la seguridad fuera seguridad... Uno vivía en un país que, en perspectiva, tenía muchos defectos, entre ellos la falta de libertad de expresión, que es fundamental para poder vivir, pero tenía un orden más o menos establecidos, donde podías ir y te atendían bien, como la gente.

“No hay nada más peligroso que un ignorante, eso es peor que el coronavirus. Macri sigue viviendo en su burbuja”

 

-Macri dijo hace poquito que “el populismo es más peligroso que el coronavirus”...

-Yo digo que no hay nada más peligroso que un ignorante: eso es peor que el coronavirus y todo junto. Él sigue viviendo en su burbuja, en su nube de pedos, sigue viviendo que su sistema es el único sistema que hay. Como lo piensan los populistas extremos. Él piensa que la única manera es con la de los supuestos neoliberales. Me da mucha risa cuando oigo hablar a la gente que te dice ‘no hay que regalarle a los pobres, hay que enseñarles a pescar’. Claro, lo que pasa es que primero hay que ver cuánto cuesta la caña, si un pobre puede comprársela, o hacérsela, y después si los ríos y los mares no están infectados, y si lo que come no es una porquería... Y esto es una metáfora, como la de ellos.

-¿Qué se hace con esa gente?

-Esa gente, que no puede comprarse absolutamente nada, no es que hay que mantenerla, hay que darle trabajo. El neoliberal dice ‘lo que pasa es que la gente no quiere trabajar’. Eso es un disparate grande como una casa: la gente no quiere trabajar porque ha habido una cultura donde ves que el trabajo no sirve, no te da futuro. Los inmigrantes que vinieron después de la primera guerra mundial y la segunda, con una mano adelante y otra atrás, llegaron y vieron un país donde tenían que vivir de una forma paupérrima, donde salían a vender con un carrito, pero había alguien que compraba. Era un país que te ofrecía posibilidades. Hoy el que nace acá, hijo de pobres, nieto de pobres, nunca tuvo la cultura del trabajo: no vieron nunca el ejemplo de que el trabajo produce algo. Entonces esa gente, en su mayoría, se vuelve mala. Esos pibes viven en una sociedad de un resentimiento, de una bronca, que se contagia. Es una violencia total y absoluta que florece en el mundo, no sólo en Argentina.

-¿Qué pasa en Argentina? ¿Cómo lo ves a Alberto Fernández? ¿Qué te gusta y qué no te gusta de él?

-Me gusta la prudencia y no me gusta la prudencia. Lo mismo. Para un gobernante argentino es una virtud, tanto la prudencia como la tranquilidad. También no me gusta a veces la excesiva prudencia porque da una sensación de ‘estoy mirando a ver si me dice algo la quetejedi’ (Cristina).

“¡Pánico le tengo al coronavirus! Calculale: tengo 80, soy diabético y en cualquier momento me viene. Así que vayan preparando el obituario”

 

-¿Cómo ves ese vínculo?

-Yo creo que es una relación buena, y tiene algo de lo que se da en las parejas de novios, de matrimonio: ella es la sisebuta, no hay nada que hacerle. Hay hombres que la necesitan, otros que no la toleran, y viene el femicidio. Pero ella es la sisebuta: lo que le dijo los otros días (en la apertura de las sesiones ordinarias en el Congreso de la Nación). era eso: ‘¿cuántas veces te tengo que explicar el protocolo, pelotudo?’ Era ese su texto. Porque él es un boludo, mira para el otro lado, no le da bola a eso: ella dijo ‘hay que darle bola, querido’ (imitando el tono de Cristina). Esa relación es la relación de la maestra con el alumno, y lógicamente hay un subtexto ahí: ‘yo te puse donde estás’. Así que no es que lo quiere manejar pero ¡cuidado que yo estoy acá atrás! La dupla no es mala pero vamos a ver…

“De Alberto no me gusta su excesiva prudencia porque da la sensación de que ‘estoy mirando a ver si me dice algo la quetejedi’”

 

-En la entrevista con Canosa Fernández dijo que Cristina es una perseguida política...

-No sé si es una perseguida política, lo que sí sé es que es una mujer que atrae persecuciones. No creo que sean verdad todas las causas que se le endilgan. Me parece que hubo una exageración de las causas pero yo creo que como cualquier persona que ocupa un cargo público, y ella creo que lo sabe porque no se dejó de presentar a ninguna de las indagatorias. Ella baja por esas escaleras de Comodoro Py como Nélida Roca bajaba las escaleras del Maipo. Con una seguridad total y absoluta porque es más viva que vos y yo. Sabe perfectamente que no puede hacerse la víctima. Para eso tiene a sus partidarios que dicen por ella ‘ella es una víctima’. Pero ella juega a la madre coraje y tiene que ir y poner el pecho a las balas. Yo creo que es un animal político y una persona de las últimas que han gobernado el país que tiene sentido de lo que es un gobierno. Vos podés estar de acuerdo o totalmente en desacuerdo con sus teorías pero que tiene pasta... Igual que Néstor. Pero a Néstor lo mataba el poder, quería poder y gritaba, y a ella la mata la soberbia. Pero no puedo juzgar más de lo que veo: no me puedo hacer el Bonadío en mi casa. Me da la sensación de que robó. Pero qué se yo…

Enrique Pinti volverá a la Ciudad cuando el coronavirus lo deje: su espectáculo fue suspendido

 

-¿Y Boudou?

-Es un vudú, es un vudú... es un misterio. Ya lo dice su apellido. Cuando lo ascendieron como Ministro de Economía, que conocí su apellido, dije ‘¿no será una maldición?’, como chiste. Y es un ser tan enigmático que tiene como un poder de seducción de víctima. ¡¡Porque pone una cara de yo no fui!! Viste que hay gente que la ves y te das cuenta que es culpable, pero éste pone una cara de yo no fui y aprovecha su época de rockero... Porque tuvo una época de rockero, cuando era joven, y andaba en moto con Reina Reech. Yo no estoy preparado para tanto misterio. El peronismo fue peronismo de Perón, después fue peronismo de izquierda, después fue peronismo de ultraderecha neoliberal con Menem bailando con María Julia y después vino el kirchnerismo que es como “El bebé de Rosemary”: no se sabe lo que hay dentro de ese huevo. Pasa lo mismo con Boudou: no sé lo que hay dentro de ese huevo. Habrá que esperar que se rompa.

***

-¿Cómo estás de salud? La lengua, al menos, la tenés perfecta...

-Sí (risas). La lengua y la mente están fenomenales. La diabetes absolutamente controlada. Estoy con insulina. Salvo algún problema de que meo demasiado seguido, y la acumulación de líquidos, porque el riñón funciona pero no como antes, y eso no me permite caminar demasiado. Me duelen mucho las piernas y me da una sensación de inestabilidad lo que me hace caer a veces... Lo que sí me di cuenta es que tengo ¡unos huesos de la puta madre! Es la séptima caída en dos meses: caigo pesadamente entre el cordón y el taxi. Me tienen que levantar la gente de la parada. Imaginate, ¡130 kilos! Pero me levanto.

“A Néstor lo mataba el poder. A Cristina la mata la soberbia”

 

-¿Te gustaría volver a la actuación?

-Si no fuera por estos problemitas de salud estaría buscando una comedia. Porque tengo los huevos hinchados de hablar de la realidad. Me gustaría hacer una comedia pero si no puedo estar parado mucho tiempo, porque me duele el culo y todo, no puedo. A menos que sea un personaje de un señor que esté en una camilla. Le dije a los autores nacionales que me escriban una obra donde el señor pase de una cama de hospital a la silla de ruedas, y después me cuelguen de un arnés como Flavio Mendoza (risas).

-Pero aún así, seguís trabajando...

-Sí, porque lo hago sentado, como si fuera en una mesa de bar. Y después, por eso todos los teatros tienen que tener telón, se cierra el telón y mi asistente me ayuda a levantarme porque después de una hora y media de estar sentado tengo todo acalambrado, y me agarro de la mesa como Sarah Bernhardt cuando le faltaba la gamba, como si acá no hubiera pasada nada… Lo único que espero es que por favor ¡el coronavirus no nos lleve!

-¿Te da miedo?

-¡Pánico! Calculale: tengo 80 años, soy diabético y en cualquier momento me viene. Yo estoy entre la población de riesgo, nunca pensé que iba a decir esto. Así que vayan preparando el obituario y no me vayan a poner cosas feas, asquerosos de mierda, porque los conozco... (risas)

 

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