ADIP: desde la rambla, un club que respira fútbol

La Agrupación Deportiva Infantil Platense, conocida en La Plata como ADIP, nació como un sueño de los chicos que buscaban jugar al fútbol de una forma más segura y organizada. Corría el año 1986 y los jóvenes del barrio, que en ese entonces tenían entre 9 y 12 años, se pasaban las tardes en la rambla de 11 y 32. Junto a sus padres decidieron formar un grupo para que jugaran más organizados. Se conoció como “Los Lobitos de Tolosa”.

Al poco tiempo comenzaron a competir y su primer presidente fue Julio Beorlegui. El cambio de nombre se enfocó en “evitar inconvenientes con los hinchas de Gimnasia y Estudiantes”. Desde el 7 de agosto de 1986, el club se conoció como ADIP.

Uno de los grandes desafíos a los que se enfrentaron era el espacio físico necesario pues la rambla ya quedaba chica. Es por esto que los primeros encuentros jugaron como visitante. Julio Beorlegui, socio fundador, recuerda con orgullo y emoción esas primeras épocas. Luego de pasar de un predio a otro, de malas noticias y pocas esperanzas en el futuro, este grupo de padres nunca bajó los brazos. Recién para 1998, a cuatro años de afiliarse a la Liga Amateur Platense y tras ser retirados de la cancha que habían terminado hacía muy poco por obras de la Municipalidad, llegaron a Villa Castells.

La tarea para contactar a los dueños del predio -que en ese momento estaba en venta- fue maratónica. Desde acercamientos a la inmobiliaria para acordar un valor por la tierra, hasta lograr el contacto con las hermanas Penobi, pasaron por varios obstáculos.

Las familias Gallota, Farías, Beorlegui, Bocha Casal, Nono y Moreno fueron las primeras en poner manos a la obra, luego de conseguir los terrenos donde se juega por estos días. Con jornadas de limpieza y de plantación llegaron los primeros cambios. El 11 de marzo del 2000, a catorce años de comenzar este proyecto, el sueño del predio propio con canchas listas de fútbol 7 y 11 se había hecho realidad.

Hoy Agustín Molinuevo es el Presidente de ADIP y con su hija en brazos, le contó a este diario la situación que se vive tras la pandemia. La actividad futbolística vivió un proceso particular: el fútbol masculino redujo la cantidad de jugadores -que meses después volvió a mantenerse estable- pero en cambio el femenino pudo sostener el cupo. “Se hizo muy largo, estuvimos desde marzo a noviembre del año pasado sin actividad, con colectas solidarias. Fue un proceso triste. El club estaba apagado y en lo económico, todo fue cuesta arriba”, cuenta la máxima autoridad. Entre febrero y marzo de este año se pudo retomar la actividad de a poco, pero un nuevo cierre entre abril y junio cayó como un balde de agua fría. Pese a que este segundo cierre fue más duro que el primero, Agustín afirma que “hoy estamos fortaleciéndonos”. Puesto que la cuota social es su único ingreso, se vieron ante el desafío de sobrevivir con distintas jornadas, la venta de indumentaria del club, la entradas de los partidos y otros ingresos. Con el abono mensual solo alcanza para sostener la estructura que acoge a los chicos en cada entrenamiento, por lo que es necesario y urgente la ayuda del Estado. Los valores de ADIP fueron siempre los mismos: “Pregonamos venir al club a formar jugadores pero también personas. La pelota es un canal para llegar a los chicos”.

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El fútbol, la única actividad del club, pasó por grandes cambios en los últimos 10 años. En sus comienzos, cada categoría estaba a cargo de un padre o familiar. Luego, convocaron a jugadores de la Primera o de Reserva que pudieran entrenar a los chicos. También se sumaron estudiantes y alumnos egresados de la Universidad. En el ámbito femenino, que dio sus primeros pasos hace seis años, se repitió esta experiencia: “Juan Vitale se hizo cargo del fútbol femenino y después se buscaron a jugadoras de Primera y ex jugadores”. “Hoy tenemos una coordinación de profesores y estudiantes”, agregó el Presidente.

A la fecha, hay 450 jugadores activos de ambos géneros y calculan dos familiares más por deportista. Los socios son los propios jugadores que abonan una cuota de $1500, destinada a mejoras y sostenimiento del predio que se encuentra en Villa Castells. Por otra parte, cuentan con la sede social que se ubica en 8 y 526, donde funciona una escuela de danza que alquila el espacio.