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Deportes |OPINIÓN

Hablemos de comparaciones

EZEQUIEL FERNÁNDEZ MOORES

13 de Junio de 2021 | 03:44
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Si las comparaciones suelen ser odiosas, en este caso pueden ser más odiosas que nunca. Europa inició el viernes su Eurocopa. El susto por el desmayo en pleno partido de Eriksen avivó a los más distraídos. El torneo comenzó en once sedes distintas del continente y en algún caso, como Hungría, con estadios que quieren estar cubierto al cien por ciento de su capacidad. La Copa América, en cambio, logró confirmación de nueva sede recién a cuatro días de su inicio, cuando la Corte Suprema brasileña rechazó un pedido del opositor Partido de los Trabajadores para que no se jugara el torneo. Y luego, hay que recordarlo, de que primero Colombia, por protestas políticas, y luego Argentina, por la pandemia, renunciaran al certamen. Brasil, paradójicamente, combina ambos problemas, en plena Copa podrá alcanzar el medio millón de muertos por Covid y, en el momento que escribo estas líneas, salta el contagio de jugadores en Venezuela, rival justamente de Brasil. Sí, las comparaciones son odiosas. Mejor dejarlas de lado. ¿Cómo no entender uno de los argumentos de la Conmebol para impulsar sí o sí el torneo a toda costa, aún al precio de abrazarse a Bolsonaro, el mismo presidente de Brasil que celebró la última Copa América dando él mismo una vuelta olímpica con el trofeo por el estadio y que, seguramente, sueña con levantarlo otra vez, para mejorar su declive en las encuestas, acaso creyendo que el fútbol pueda tapar muertes y crisis políticas? El argumento de la Conmebol es la necesidad de que nuestras selecciones compitan, que lleguen a Qatar con algo de ritmo para atenuar las distancias cada vez mayores que tenemos con Europa. Si la desigualdad se hizo más evidente en la pandemia, el fútbol no tenía por qué ser la excepción. Donde decía “Copa América – Colombia – Argentina 2021”, la cartelería cambió a último momento escribiendo “Brasil 2021”, tanto como que la selección del país anfitrión sintió algo de vergüenza de que el torneo se juegue en medio de tanto desastre y ante tanta oposición social. Solo los Estados aliados a Bolsonaro aceptaron ser sede, que además se vio precedida por doble fecha eliminatoria, un desgaste físico para jugadores que llegaron a la serie como pudieron. ¿Qué nivel de exigencia podemos tener si se juega tras un largo parate y en medio de todo este contexto? Brasil fue la selección más agitada en los últimos días, con su plantel sometido a tironeos políticos, de uno y otro lado, para que no se prestara al show de Bolsonaro o al reclamo opositor. Y con el propio presidente de su Federación, Rogerio Caboclo, lanzando el rumor de que echaría al DT Tite y luego él mismo obligado a renunciar por denuncias de acoso. Así y todo, Brasil fue la única selección que ganó cómoda sus partidos eliminatorios, que camina tranquila a Qatar con puntaje ideal y que, obviamente, es favorita para ganar la Copa América. ¿Y Argentina? Digamos primero que ante Colombia mejoró, y mucho, su producción respecto del empate contra Chile. Dos errores puntuales, muy individuales, primero de Otamendi y luego de Foyth, permitieron el empate agónico de Colombia. Llamó la atención la exclusión de Foyth. De titular a excluido del plantel. Llamó la atención porque no es habitual ver en el fútbol un “castigo” tan público, más allá del doble error. Inevitable que la inestabilidad típica en tiempos de pandemia, y del fútbol argentino en sí mismo, se traslade también a la selección. Difícil definir una línea de juego en ese marco. Y más difícil aún cuando la crónica recuerda que la selección mayor acumula casi tres décadas sin títulos. Peor además, cuando las finales perdidas deberían permitir decir que Argentina se está acercando al objetivo. Pero la sensación, por lo contrario, es que la mochila parece cada vez más pesada. Y es una sensación que se acrecienta cuando se especula que esta podría ser la última Copa América de Messi. El punto a favor es que el equipo parece fuerte, con el propio Messi integrado a la renovación, acaso queriendo él más que nadie que su carrera brillante corone con la camiseta celeste y blanca.

 

 

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