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La foto que no fue, el raro autoconsuelo presidencial y la pelea con la AFA

La foto que no fue, el raro autoconsuelo presidencial y la pelea con la AFA

La Plaza de mayo ayer por la mañana con los vestigios de los festejos / Télam

Mariano Pérez de Eulate

Mariano Pérez de Eulate
mpeulate@eldia.com

22 de Diciembre de 2022 | 02:22
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La jornada de ayer prolongó la frustración del oficialismo por la foto que no fue: la de la selección campeona del mundo con el presidente Alberto Fernández. El plantel argentino resistió la presión del gobierno para concurrir al mítico balcón de la Casa Rosada. Nadie capitalizaría políticamente el triunfo en Qatar. Pero el día después de la movilización popular más grande de la historia, el fracaso en la organización de la caravana siguió regalando un tendal de facturas y una auto percepción del jefe de Estado en tono reivindicativo que tiene algo de hilarante y sólo expone su triste consuelo.

Fernández dijo que él es el presidente de las tres copas. No se ría el lector. “Creo ser el único Presidente que, durante su mandato, la Argentina ganó la Copa América, la Copa Intercontinental ganándole a Italia 3 a 0 y ganó la Copa del Mundo”, afirmó en un reportaje radial.

El dato es cierto, pero implica atar la suerte de la selección, que ha venido haciendo casi todo bien en el ciclo Scaloni, a una suerte de iluminación albertista que benefició al plantel por contagio temporal. Acaba de hacer Fernández lo que Messi y sus muchachos no querían que suceda: rapiñar un poco del éxito deportivo del equipo nacional, acaso ilusionado con que el ciudadano va a emparentar la coronación frente a Francia con su gestión de gobierno. Quimeras: hoy ya está de nuevo la inflación en las retinas de los argentinos.

De eso huyeron el martes Messi y sus “muchachos que nos volvieron a ilusionar”. Se negaron a la foto con la política. Pero no porque la mayoría sea macrista, como deslizaban maliciosamente fuentes oficiales enojadas, sino porque, guiados por el capitán que por fin asumió el rol de líder, buscan pasar a la historia como lo que son: un grupo indisoluble, irrompible, que está por afuera de la maldita grieta y que tributa su triunfo sólo al pueblo argentino y sin intermediarios.

Si las malas lenguas dicen que los jugadores hasta esquivaron las intenciones de Mauricio Macri, que se pasó el mes del mundial en Qatar como integrante de la FIFA. Ni una foto ocasional pudo robar el ex presidente, con pasado de dirigente de fútbol, que fue a todos los partidos de la selección. Las fuentes del macrismo niegan todo, desde ya. Y recalcan que, evidentemente, no es mufa.

Fernández explicó la ausencia de los jugadores en la Rosada al cansancio luego del viaje y a la interminable caravana. No hubo desplante, según él. Que le transmita ese conmovedor convencimiento al ministro del Interior, Eduardo de Pedro, camporista jerarquizado, para que se sienta un poco mejor. “Wado” se comió el amague más grande de todos los tiempos cuando quiso saludar a Leo Messi en la pista del aeropuerto de Ezeiza después de que aterrizó el avión que trajo al plantel de Qatar. Fue la primera foto evitada en territorio nacional.

Alberto incluso reivindicó ayer una supuesta postura suya de “no involucrar el fútbol con la política” (dixit). Un principio que fue refutado por la enorme presión que ejerció el propio Gobierno para que la caravana con los campeones desistiera de ir a celebrar al Obelisco porteño, como ellos querían, y se direccionara a la Casa Rosada, como el Ejecutivo pretendía. Si hasta prepararon el balcón con los colores patrios.

Ayer trascendieron ciertos entretelones de, digamos, la saga del desaire. El gobierno ofreció un recibimiento privado en la Rosada y que luego los jugadores se asomaran al balcón para ser vivados por los hinchas, como sucedió en 1986 con el plantel campeón que capitaneaba Diego Maradona. “Sin foto con el Presidente”, se llegó a proponer. Luego hubo un tironeo constante entre el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, y el titular de la AFA, Claudio “Chiqui” Tapia, que terminó con la decisión del funcionario de evacuar al plantel en helicópteros para una observación aérea del fenómeno que se registraba en las calles céntricas . Ultimo intento: ¿aterrizamos un toque en el helipuerto presidencial? Negativo, respondieron los muchachos. Al predio de Ezeiza.

La tirria ya existente entre Aníbal y Tapia (en realidad el ahora empoderado jefe del fútbol argentino, de punta con casi todo el gobierno) ayer arrojó postales de berretismo inusual.

Aníbal salió a pegarle a “Chiqui” porque el martes éste cuestionó por Twitter su decisión de terminar con la caravana antes de llegar al Obelisco, culpó a las autoridades nacionales a cargo del operativo se seguridad por frustrar los festejos y dijo que el único que actuó bien fue Sergio Berni, el ministro de Seguridad provincial, que aportó a la policía a su mando en el tramo bonaerense del trayecto. Dato: Berni se lleva pésimo con el Presidente.

“Con tanta gente queriendo acercarse y tocarlos puede pasar cualquier cosa si no se hacen las cosas ordenadamente. Después, aparecen estos cachivaches de pacotilla que tratan de inventar. Nosotros fuimos los que tomamos las decisiones y terminó con que no hubiera ningún tipo de complicaciones”, enfatizó Aníbal. El “cachivache” vendría a ser el “Chiqui”.

Pero además sugirió que Tapia estaba tomado, fruto de los festejos del plantel. No lo dijo así pero sembró lo siguiente: “Me llamó a mí y ni se le entendía lo que decía. Me llamó enojadísimo porque decía que lo habíamos traicionado”. Automáticamente, un periodista le preguntó: “¿Ud dice que estaba ebrio?”. “Eso lo dice usted, no yo”. respondió Aníbal, en modo misterioso.

A todo esto, el que le arrebató una foto a Messi fue el gobernador de Santa Fe, el peronista Omar Perotti. Cuando el capitán llegó al aeropuerto local para ir a su casa en las inmediaciones de Rosario, lo estaba esperando en la pista. Estaba también Angelito Di María. Perotti los abrazó y subió la escena a redes sociales. Sonó a emboscada.

 

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