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En el camino Centenario, la segunda ruta en importancia que une a dos de las ciudades capitales del país con mayor gravitación –es decir las de Buenos Aires y La Plata- los automovilistas corren el riesgo cierto de atropellar monos carayá, zorros, vizcachas, gatos de monte, comadrejas y muchos perros que salen de la Estación de Cría de Animales Salvajes (ECAS), según detallaron los guardaparques.
En ese tramo del camino que cuenta con dos manos de ida hacia Buenos Aires y dos de vuelta a La Plata, es decir que es una vía caminera considerada de alta velocidad, que es de hasta 100 kilómetros/ hora en algunos sectores, ocurren y causan una gran preocupación estas emergencias que parecen ser más propias de Macondo, la ciudad surrealista e imaginaria de Gabriel García Márquez.
La situación ha llegado a tales extremos que los trabajadores de la reserva Ecas, situada en el parque Pereyra Iraola y lindera al límite norte de Villa Elisa, salieron a reclamar que se instalen medidas de control vial en el tramo del Centenario que pasa por el frente de ese predio, con la finalidad de parar “la matanza” de animales víctimas del tránsito cuanto intentan cruzar ese camino, tal como se detalló en la edición de ayer.
“Con los guardaparques hacemos liberaciones de animales que se van rehabilitando y nos encontramos después con que fueron atropellados porque no hay señalización, advertencia o reductores de velocidad”, le dijo a este diario uno de los empleados del Ecas. Las señalizaciones que reclaman “desde hace dos años y medio” servirían para avisar a los conductores que están entrando a una reserva natural, una herramienta de seguridad vial que se ve en otros parques.
Al margen de estos antecedentes mencionados, lo primero que correspondería analizar es si no le corresponde a Ecas que –más allá de los ambientes libres existentes para sus animales en el predio- se administren en forma debida y segura las liberaciones dispuestas y, además, contar con un alambrado perimetral que impida por completo la eventual fuga de ninguna especia del área de la estación de cría.
Por otra parte, no puede dejar de mencionarse que en fecha reciente se aludieron a episodios de caza furtiva en el predio causados por desconocidos que luego fugaban del lugar llevándose en camionetas ejemplares muertos o agonizantes, contradiciéndose así no sólo leyes de fondo y reglamentaciones precisas sobre la función trascendental que debe cumplir la estación en materia de preservación y protección de la fauna.
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Se sabe que los últimos años, sin embargo, fue ostensible la decadencia de la estación, exhibiéndose pocos animales –algunos de ellos enjaulados- y observándose un estado de abandono de todo el lugar. Asimismo, según algunas denuncias periodísticas, fueron apareciendo animales muertos por cazadores furtivos nocturnos o por ataques perpetrados por jaurías de perros.
Más allá de los obvios peligros que se crean y en cuanto al pedido de los guardaparques, correspondería que los funcionarios y expertos en seguridad vial analicen si ya no son muchos los reductores de velocidad que existen entre La Plata y el cruce Gutiérrez, entre semáforos, franjas reticuladas, lomos de burro, señales de alerta, radares y otros elementos dispuestos. En principio, la insólita presencia de animales sueltos no parece que sea responsabilidad primaria de los organismos del tránsito, aunque ello no exime al Estado de actuar para prevenir estos hechos.
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