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Un equipo serio, convencido y confiable al que Gorosito le cambió la cara y los objetivos

En algo menos de diez meses el DT albiazul logró un equipo competitivo que sabe cuales son sus limitaciones y tiene bien en claro sus virtudes

Un equipo serio, convencido y confiable al que Gorosito le cambió la cara y los objetivos

Pipo pide calma: “esto recién empieza”/ Fotobaires

Facundo Aché
fache@eldia.com

26 de Junio de 2022 | 04:36
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Los resultados y los merecimientos no siempre van de la mano. Y es más difícil aún cuando a la ecuación hay que sumarle esa equis siempre esquiva llamada buen juego. Cuando el resultado es negativo, rápidamente afloran errores y fallas. Por el contrario, a veces cuando la victoria no se sustentó en el buen juego el adjetivo que acompaña a la palabra triunfo es inmerecido. Y esas palabras, juntas, bloquean todo análisis.

La perorata previa tiene que ver con que aunque Gimnasia no haya tenido un buen partido en Rosario sí tuvo algunas virtudes que lo ayudaron a terminar la noche del sábado como puntero del fútbol argentino. No es poco. Desde 2014 no sucedía.

En primer lugar, es un equipo que sabe donde está parado. Consciente de sus limitaciones, sabe que sin arremangarse no habrá premio, que depende más del sudor que de la lucidez. De ese esfuerzo colectivo de jugadores con buen pie siempre puede salir una solución como el hermoso pase de Brahian Alemán para la definición de Ramón Sosa. Difícilmente con jugadores poco dotados técnicamente el mismo esfuerzo tenga similar resultado, pero que el bueno se ponga el overol siempre brinda un plus.

En segundo lugar, se percibe como un equipo. Vale más el todo que la suma de las partes, potenciado a partir se no contar con Tarragona o Carbonero. Entonces, como tiene menos soluciones de uno contra uno, el partido se “labura”, se hace largo, sin errores, esperando la equivocación ajena o la virtud propia. Y para ese acierto, para que alguien frote una lámpara como Brahian Alemán antes hubo que “fajarse” como Oscar Piris, fue necesario un cruce de Leo Morales, Melluso no se desconcentró nunca y Agustín Cardozo fue parte del mecanismo de relojería del centro del campo, al mismo tiempo cronómetro y despertador.

Hay, sin dudas, un mérito enorme de Néstor Gorosito en la construcción de un nuevo Gimnasia. Pasaron poco más de nueve meses desde aquel debut en Mendoza con una goleada en contra que generó dudas, preocupación e incertidumbre en partes iguales. Los hinchas se acostumbraron a campañas que no superaban la medianía y pensaron que venía más de lo mismo. Sin embargo, con trabajo y paciencia Pipo le fue cambiando la cara al equipo. No todas fueron rosas: tomó decisiones polémicas, a veces eligió como titulares a jugadores que no eran precisamente predilectos de la tribuna. E incluso jugó fuerte, con posturas firmes que le generaron más de una crítica (Zárate, algunas posturas sobre los ex) pero que al mismo tiempo le dieron puertas adentro del vestuario un alto grado de aceptación. Pipo no es un técnico simpático y entrador, es un hombre de fútbol que tiene sus convicciones y que ha logrado trasladárselas a sus jugadores. Y ahí radica su tremenda influencia en un grupo de jugadores que le ha permitido sumar y sumar, olvidarse de la tabla de abajo para apuntar a objetivos claros y medianamente importantes. En el pos partido, Pipo casi se enojaba y amagaba con irse ante la pregunta “¿para qué están?”. “Recién empieza, falta mucho”, alcanzó a responder antes de irse. Y es la realidad. Nadie sabe si este equipo podrá sostenerse en el tiempo, si podrá pelear arriba y/o volver a disputar una competencia internacional. Pero la realidad es que de a poquito logró armar un equipo serio para un proceso más serio todavía. Alimentado, como todo en el fútbol y en la vida, a fuerza de resultados.

“Consciente de sus limitaciones, el Lobo sabe que depende más del sudor que de la lucidez”

 

Pipo también cambió, es cierto. Ya no es Fratta el central, es Piris. Pitín Cardozo se quedó con el puesto que fue de Cecchini y pudo ser de Leyes. Gerometta ya no está y el lateral derecho espera dueño. Melluso se impuso por peso propio. Ramón Sosa fue un pleno suyo absoluto y si sigue así no hará saltar la banca pero dará buenos dividendos. Por el contrario, Eric Ramírez es otro que lo convenció tardíamente. Hoy, nadie puede hablar de los “caprichos de Pipo”.

Ahora el Lobo lleva sus convicciones a Rafaela para seguir soñando con la Copa Argentina. Otro chip para jugar en cancha chica y con un rival metedor, dándole la espalda a los dolores y cansancios para seguir siendo confiable. O simplemente, un equipo.

 

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