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Espectáculos |El séptimo arte, de luto

Jean-Luc Godard: adiós al iconoclasta que incendió el cine una y otra vez

El realizador franco-suizo murió ayer mediante un suicidio asistido: tenía 125 filmes con las que había reinventado la forma de hacer películas varias veces a lo largo de su carrera. Su fallecimiento marca la desaparición del último miembro de la revolucionaria Nouvelle Vague

Jean-Luc Godard: adiós al iconoclasta que incendió el cine una y otra vez

Godard, cineasta emblemático y revolucionario, se fue a los 91

Pedro Garay

Pedro Garay
pgaray@eldia.com

14 de Septiembre de 2022 | 02:26
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Godard. Su solo apellido evoca cine. Eterno antes de pasar a la eternidad, mito venerado en vida por su indeclinable iconoclasia (y vituperado también por ello por cierta parte de la crítica, empecinada en criticar su intelectualidad y su voz contra un cine adocenado, burgués), Jean-Luc Godard eligió ayer morir: con 91 años y tras 125 películas, dijo adiós al lenguaje rodeado de los suyos, mediante un suicidio asistido, en su domicilio en la pequeña localidad de Rolle en Suiza.

Antes, había roto y vuelto a armar el cine, en varias oportunidades: aquel era su proyecto vital: generaciones de cinéfilos lo citarán y vestirán remeras de Godard con un cigarro en los labios y la mirada rebelde, pero antes de ser poster Godard saltó al vacío cinematográfico, varias veces. El cine era un campo de batalla para el cineasta franco-suizo, un espacio donde “se puede hablar de todo” (y entonces, afirmaba con su habitual humor, “¿para qué hablar de otra cosa?”), desde el principio de su biografía: forjado primero en la teoría y la crítica cinematográfica que desafió el status quo del cine desde las páginas de la imprescindible Cahiers du Cinema, donde coincidió con otros aspirantes a cineastas que, por el momento, ejercían de críticos y teóricos, como François Truffaut, Claude Chabrol o Éric Rohmer, Godard fue un estudiante de Antropología fallido, arrastrado por los cineclubes, que se transformaría en la década del 60 en uno de los padres de la Nouvelle Vague, la Nueva Ola francesa que sacudió el mundo cinematográfico.

Debutó en el cine con la mítica ”Sin aliento”, canonizada por su muy personal montaje que le confiere un ritmo especial, que partía del cine negro estadounidense para redefinirlo. El primer momento de destrucción, de autodestrucción, de Gordard, fue su primera película. Tras una serie de clásicos tempranos (“Vivir su vida”, de 1962, “Alphaville”, de 1965) e intentos criticados, daría un nuevo giro: disgustado por la pervivencia de la censura en Francia y muy influido por el proceso que llevó al Mayo del 68, Godard fue avanzando hacia un cine muy politizado, con películas a veces con pocas ambiciones comerciales como “La Chinoise” (1967), sobre un grupo de jóvenes maoístas. Incluso, durante las protestas estudiantiles parisinas que culminaron en el Mayo de 1968 participó junto con otros cineastas en el proceso de elaboración de películas cortas (”cinepanfletos”) sobre el desarrollo del movimiento. Ese mismo año desembarcó en Cannes e, inaugurando su faceta más combativa y peleada contra las academias cinematográficas, los honores y la canonización, impulsó la suspensión del festival para acompañar al estudiantado. “Pido solidaridad con los estudiantes y los obreros y ustedes me están hablando de traveling y de primer plano, ¡son unos imbéciles!”, gritó entonces ante la audiencia.

Así, inflamable e incapaz de retroceder, era el realizador. A lo largo de su carrera no quiso dar nunca el brazo a torcer, y su radicalización política acompañó así la radicalización de su cine, convencido de una de sus máximas más repetidas: “El arte es como el incendio: nace de lo que quema”. De la Nueva Ola, Godard fue el más arriesgado de todos, porque desafió constantemente no solo las ideas y el cine de otro, sino sus propias ideas sobre el cine y sus sentidos, profundizando cada vez más sus búsquedas mientras su cine se volvía más y más marcadamente político. En Godard, sobre todo en el Godard tardío, el que experimenta con el video en los 80, el del final, del “El libro de la imagen”, el de los collages con decenas de citas literarias, mensajes políticos y un uso rupturista de la música, vanguardia política y vanguardia artística, tantas veces enemistados en el campo cultural, se dieron finalmente la mano, en un cine pleno de libertad y utopías estéticas y políticas que encarnó.

EL FINAL DE LA NUEVA OLA

Su muerte marca la desaparición de la última figura que quedaba viva de la Nouvelle Vague. Y, para algunos críticos que se volcaron a las redes sociales ayer a descargar su dolor, quizás marca la muerte del cine. Al menos, la muerte de un cine, un cine de imposibles, un cine utópico en un sentido que parece hoy olvidado.

Al respecto, se dieron una serie de diálogos involuntarios en Twitter, donde el crítico Roger Koza, autoproclamado godardiano, escribió que “con la muerte de Godard culmina un tiempo del cine y una forma de concebirlo”. Diego Trerotola lo desafió sin querer, sin embargo: “No terminó una forma del cine sino que se habilita un mito para el futuro: el mito de alguien que durante 70 años reinventó al cine y lo destruyó sucesivamente, primero desde la crítica escrita y luego desde la crítica filmada. Que eso no descanse en paz”, lanzó.

Fue un día difícil para la crítica de cine, porque se imponían los obituarios, el resumen de una carrera inclasificable y la santificación de un iconoclasta, a tal punto de que no faltaron quienes señalaran que la propia celebración godardiana en las redes sociales, con fotitos y videos de su cine, era anti-godardiano. “No tiene sentido conmemorar a Godard sin combatir lo que está enfrente. Por eso son ridículos la mayoría de homenajes incrustados en medio de la vorágine de ‘información cinematográfica’ habitual. Todo lo que no sea eso, convierte a Godard en un conjunto de imágenes ‘bonitas’ o memes”, tiró un usuario.

Más sencillo fue para los protagonistas del cine celebrarlo sin ambages, para el festival del like. Abrió el fuego el presidente francés Emmanuel Macron, para quien Godard “fue como una aparición en el cine francés. El más iconoclasta de los cineastas de la Nouvelle Vague, había inventado un arte resueltamente moderno, intensamente libre”. Lo recordaron figuras como Alain Delon, para quien también su muerte marcó un “pasar de página en la historia del cine”, mientras que Gilles Jacob, ex presidente del Festival de Cannes, lo describió como “El Picasso del cine”.

Agazapados esperaban quienes lo rechazaron en vida (aunque, en definitiva, si algo predicaba Godard era, como dice Trerotola, “ejercer una crítica que no sea devocional, hacer películas para destruir películas propias y ajenas”). A ellos pareció escribirles el cineasta argentino Alejo Moguillansky quien, en forma de despedida, escribió en su Instagram: “El que salta al vacío no le debe ninguna explicación a los que se paran a ver”.

Godard en citas

El arte es como el incendio: nace de lo que quema”

“Solo quiero hablar de cine. ¿Para qué tenemos que hablar de otra cosa? Con el cine se puede hablar de todo”

“El cine no escapa al paso del tiempo. El cine es el paso del tiempo”

 

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