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Espectáculos |UNA CINTA QUE MIRA AL PASADO PARA MIRAR HACIA EL FUTURO

“Argentina, 1985”: cuando la sociedad se plantó frente a las Juntas

Santiago Mitre se propuso en su película, que se estrena el jueves, recordar cuando fiscales, víctimas, políticos y ciudadanos decidieron decir “nunca más” a la violencia política. En diálogo con EL DIA, director y elenco relatan cómo se construyó el filme

“Argentina, 1985”: cuando la sociedad se plantó frente a las Juntas

El equipo de la fiscalía que llevó adelante el Juicio a las Juntas, en la película de Santiago Mitre, “Argentina, 1985”

Pedro Garay

Pedro Garay
pgaray@eldia.com

26 de Septiembre de 2022 | 06:18
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Santiago Mitre relata que cuando, hace más de cuatro años, comenzó a imaginar un guión para contar el Juicio a las Juntas Militares, comprendió que algo de aquel hecho, “un pilar fundamental en la construcción de la nueva democracia”, se había disuelto, desgranado entre leyes de impunidad y el paso del tiempo. Comprendió entonces que la película “era necesaria”.

“Cuando se habla de construir memoria, parece algo abstracto. Pero hacer una película sobre el Juicio a las Juntas es colaborar con esa construcción tan importante para la sociedad”, afirma, en diálogo con EL DIA, el director, que este jueves estrenará en La Plata y en cines del país (y tres semanas después, en Amazon Prime Video) “Argentina, 1985”, cinta que, protagonizada por Ricardo Darín, retrata aquel juicio contra quienes dirigieron la maquinaria de aniquilación durante el gobierno militar que se extendió entre 1976 y 1983.

“En el 85 había mucha gente que sabía mucho y mucha gente que no quería saber”, dice Mitre. Hoy, en cambio, “nos dimos cuenta de que mucha gente no recordaba qué había ocurrido en el Juicio a las Juntas, gente que nació después del Juicio y también gente a la que los hechos se le habían disuelto”.

Así es que junto a su socio en la escritura, Mariano Llinás, comenzó a escribir “una película que podía mirar al público y recordar que esto, este hecho de innegables virtudes, se hizo en Argentina. Un hecho que generó unidad, un símbolo de la democracia. Hoy aparecen tantos discursos reaccionarios que reivindican cuestiones de la dictadura, y uno no entiende que vuelvan a aparecer esos discursos. Esta película quiere venir a recordar ese horror de la dictadura para que la memoria se mantenga viva”.

“Pensamos que ya está, que son cosas que todos sabemos que no pueden suceder”, agrega Alejandra Fletcher, que interpreta a la mujer de Strassera en la película, “y de repente ocurren cosas que nos hacen pensar que no. Entonces, esta memoria hay que sostenerla: a eso viene esta película”.

Mitre y Llinás siguen, en ese sentido, lo que con vehemencia estableció Julio Strassera, el fiscal de aquel juicio encarnado en la película por Darín, en su alegato final: la necesidad de construir un país nuevo “no desde el olvido, sino desde la memoria”. “Argentina, 1985” mira, en ese sentido, al pasado, para mirar al futuro, sostienen director y elenco.

 

 

Hoy aparecen tantos discursos reaccionarios que reivindican la dictadura... Esta película quiere venir a recordar ese horror de la dictadura para que la memoria se mantenga viva”

Santiago Mitre,
director de “Argentina, 1985”

 

“Es una película que le habla a futuras generaciones”, lanza Peter Lanzani (el fiscal adjunto Moreno Ocampo en la cinta). Al respecto, Agustina Llambí Campbell, productora del filme junto a Axel Kuschevatzky y la platense Victoria Alonso, cuenta que “le he mostrado la película a familiares jóvenes y lo que más les conmueve es ver un momento de la historia argentina donde había toda una sociedad unida construyendo un país. Salvo los villanos de siempre, que siguen existiendo. Esa unión que hubo para salir adelante después del horror es algo que hay que recordar”.

Esa unión, suma Fletcher, “fue un mojón para construir el futuro: los valores de ese juicio se siguen sosteniendo, se sigue creyendo en la Justicia, en la defensa de los derechos humanos, de la no violencia como camino para construir una sociedad”.

HÉROES

Retratar ese mojón, pintar en el cine un hecho de semejante magnitud que fortaleció esa democracia entonces naciente, frágil, en formación, implicaba “una gran responsabilidad”, dice Mitre. Hubo que investigar, entrevistar a algunas de las víctimas que habían sobrevivido, y volver al juicio, al informe de la Conadep, a los estremecedores testimonios. “Un trabajo enorme, apabullante”, dice el realizador de “La patota” y “El estudiante”, que luego hubo que llevar del papel de la pantalla, con nuevos obstáculos porque “la ciudad ha cambiado muchísimo. La reconstrucción fue muy difícil: uno escribe con impunidad, en papel todo es barato…”

En esa reconstrucción, Mitre apuesta al naturalismo: “Queríamos que la película estuviera dentro de 1985, no mirarla desde 2022. No queríamos recargar de artificio”, explica, y lo mismo corre tanto para los teléfonos, coches y formas de vestir de la época como para los propios personajes, que no buscan “imitar” a sus contrapartes reales.

“No estuvimos nunca detrás de la idea de imitar”, dice Darín. “Queríamos recrearlos, poner nuestra imaginación al servicio de lo que requiere la historia. Cuando uno está a cargo de un personaje metido en algo tan histórico, uno tiene que intentar mostrar cómo lo vivió día a día. Eso nos sirvió para estar enfocados, para quitarle un poco de trascendencia, transitarlo de forma más humana”.

En ese sentido, Mitre y Llinás escriben a un Strassera atravesado por la historia, atribulado al inicio con la posibilidad de ser el fiscal del juicio, atemorizado ante los peligros evidentes, temeroso de que todo sea una trampa, de ser utilizado como un peón en una negociación que lo excede. Pero, finalmente, abrazando su rol en la historia. “La película está contada desde estas humanidades, ahí se juegan todas las complejidades, las contradicciones: no era un momento sencillo, las presiones de los militares estaban ahí, era una democracia que recién arrancaba”, recuerda Fletcher.

Strassera, en principio un gris funcionario en el que nadie, ni siquiera él, cree demasiado, acepta, renuente, el encargo: es su rol en el engranaje democrático, después de todo. Con el correr de la investigación, se contagia, sin embargo, de su joven equipo: ¿había algo heroico en su trabajo, ese que él decía era simplemente una parte más de la institución democrática? Quizás allí haya un heroísmo, en ese encarnar los valores de una democracia joven, en riesgo, “en hacer bien su trabajo y encarnar esa necesidad de la sociedad de acusar a esos criminales”, dice Mitre. “¿Eso es un héroe? No lo sé. Pero si uno mira ese juicio del 85, y Strassera logró encarnar una heroicidad que es de él, pero también de toda la sociedad”, esa sociedad que se plantó frente a una dictadura militar como nunca se había hecho en el mundo.

TENSIÓN Y HUMOR

El atribulado Strassera es el eje de la película, pero el nervio, el corazón de “Argentina, 1985” es el testimonio de varios de los sobrevivientes, editados en un poderoso montaje que envuelve al cine en uno de esos silencios atroces, atronadores, y que termina con las contundentes y escalofriantes palabras de Adriana Calvo (en la piel de Laura Paredes).

Pero la potencia de estos momentos se contrapone con pinceladas de humor: “Teníamos una precaución: se podía desprender cierta solemnidad del tema. Entonces, con Llinás nos dimos cuenta de que podíamos introducir humor para desarmar ese prejuicio, lograr que el espectador ingresase a la dureza de lo que iba a venir”, explica al respecto Mitre.

“La fiscalía también manejó el humor como una pequeña barrera frente al horror que estaba investigando”, agrega Darín, para quien esos momentos fueron “una válvula de escape, tantas veces utilizada, incluso inconscientemente: es algo que surge porque es demasiado pesado lo que hay adelante. No son chistes, es como una descompresión que permite que el oxígeno vuelva a ingresar. Creo que esa modulación es muy beneficiosa”.

 

“Argentina, 1985” se estrena en los cines el jueves; tres semanas después llegará a Amazon

 

Strassera cierra esa serie de testimonios con su recordado alegato final, filmado para la película durante tres días. “Queríamos ser contundentes, pero no queríamos que fuera solo una declaración: queríamos que tuviera esa modulación necesaria para llegar donde queríamos que llegue”, relata Darín. Es el clímax esperado para una película clásica, que se enmarca dentro del género del cine de juicios: algo que Llinás y Mitre se propusieron a conciencia. “Con Mariano Llinás nos planteamos cómo contar el Juicio a las Juntas, y quisimos filmar una película hablara un lenguaje directo, para poder decir lo que tiene que decir con claridad, por respeto al hecho en sí, y para intentar comunicarnos con un público muy amplio”, dice el cineasta.

Gracias a ese manejo del lenguaje clásico, las palabras de Strassera, tantas veces escuchadas, consiguen volver a impactar a la audiencia en la voz de Darín. Y además, atraviesan fronteras, relata el actor: la película ha impactado a la audiencia internacional en sus presentaciones en Venecia y San Sebastián, al punto de que suena ya como candidata a los Oscar. “El relato se encarga de llegar”, analiza el actor argentino, para quien además “es muy difícil encontrar una sociedad que no se haya sentido en algún momento avasallada, deshilachada”.

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