Massa: remontar ante la pesada carga de la economía

Hace más de dos meses, luego de las Primarias de agosto, que Sergio Massa trabaja para cambiar el destino que insinuó aquella elección. Su obsesión absoluta, su prioridad, es entrar al balotaje. O sea que Unión por la Patria salga segundo como espacio y no tercero, como sucedió en las PASO. Hay un objetivo de máxima, que en peronismo muchos tildan de quimérico: terminar en el primer puesto, por arriba del libertario Javier Milei.

Ese escenario se basaría en la idea de que el oficialismo, que se juega su supervivencia, esta vez no inflará a Milei como sí lo hizo en las Primarias, en especial en el interior del país, bajo la estrategia de “cuidar” la boleta de La Libertad Avanza para perjudicar a Juntos por el Cambio, la principal alianza opositora que es el natural disputador de votos con los libertarios.

Massa asumiría que esta vez el PJ pondrá toda la carne al asador para apuntalar al candidato propio que en definitivas terminó aceptando porque, aún siendo el responsable de una economía en crisis total, podía ser más competitivo que un representante del kirchnerismo duro. Para el domingo Milei habría achicado mucho aquella dependencia inicial para no ser invisibilizado a través de su alianza con el sector gremial que responde a Luis Barrionuevo, una red nacional de sindicatos no muy grandes pero con recursos de sobra.

En alguno de los muchos reportajes que el historiador italiano Loris Zanatta, un experto en Argentina y en el peronismo en particular, ha ofrecido a medio locales, afirmó que lo difícil no es explicar porqué el electorado se viene inclinado por Milei -todas las encuestas lo dan primero- sino el motivo por el cual el ministro de Economía de un país al borde de la hiperinflación y con todos los parámetros colapsados es un candidato presidencial competitivo.

Una primera respuesta a ese dilema debe ser rastreada en los motivos profundos por los cuales Wado de Pedro finalmente fue volteado por el PJ como postulante presidencial: cuando se cerraron las listas, y mucho menos ahora, nadie en el oficialismo se lo imaginaba surfeando esta coyuntura complicada con éxito.

Una segunda respuesta es, simplemente, Massa. Hasta acá, el ministro ha demostrado tener los suficientes dotes políticos personales como para interpretar ese doble rol incómodo de ser el generador de las malas noticias permanentes y, al mismo tiempo, el que se propone para revertirlas. Es todo mérito propio, intuición, oficio y osadía, más allá de circunstanciales expertos extranjeros que lo asesoran.

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Buena parte de la responsabilidad de que a Massa le funcione ese acting la tiene, claro, la oposición. Que o por complicidad (¿la tibieza estudiada de los libertarios?) o por incapacidad (¿el ombliguismo de Juntos, su tendencia a la autodestrucción?) no ha logrado nunca poner realmente contra las cuerdas al funcionario que tiene que responder por el 138% de inflación anual. Ni en los debates presidenciales ni en la campaña en general, donde Massa habla como si no fuera integrante del gobierno de Alberto Fernández -hoy es su parte medular- y además fundador de la alianza oficialista antes conocida como Frente de Todos.

Sin Alberto y sin Cristina en la campaña, con La Cámpora ayudando a desgano, Massa se dio el lujo ayer de postear lo siguiente: “A partir de hoy pasamos de 5000 a 11.500 millones de dólares de libre disponibilidad del swap con China. Es muy importante para acelerar el flujo de importaciones, fortalecer reservas y fundamental para pagar vencimientos como hiciéramos con el FMI. Le quiero agradecer al Banco Central chino y al gobierno de China por acompañar a la Argentina en el fortalecimiento de sus reserva en el marco de la peor sequía de la historia”.

Es Fernández el que está en China de gira y firmó esta ayuda que tal vez puede oxigenar las cuentas hasta la segunda vuelta, pero para el candidato/ministro evidentemente no existió ningún motivo para agradecer la gestión de quien es su jefe formal. De hecho, en el marco de su promesa de campaña de que si él es elegido presidente se abrirá el panorama favorable que hoy no se observa, su eslogan es: “Ahora tenemos con quien”. Ergo: hasta ahora no lo había.

A horas de las elecciones existen mil interrogantes respecto al resultado. Pueden conocerse encuestas, en las que muy pocos creen, pero en el mundo político nadie firma ningún vaticinio. A Massa le explotó el escándalo Insaurralde, que no es cualquier escándalo: el pasajero del yate “Bandido” era -¿es?- un aliado político en la la Provincia de Buenos Aires, allí donde el ministro/candidato pretende remontar unos 8 puntos respecto a las PASO para alcanzar un 40% el domingo. ¿Lo afectará el tema? Por lo pronto, él se presentó como quien le pidió que se apartara de todo, de su cargo bonaerense y su candidatura en Lomas de Zamora. “Ajenidad” con la cuestión, dirían los expertos.

El massismo asumió que el resultado de las Primarias, ese “maldito” tercer puesto de Unión por la Patria, fue el verdadero castigo por la situación de la economía. Por eso desde entonces Massa ha repartido beneficios económicos como si fueran caramelos “Sugus”, decisiones de gestión con criterio electoralista que naturalmente serán aplaudidas por los beneficiarios directos pero que son una bomba fiscal a futuro, de estallido casi seguro, bajo la forma de profundización del déficit fiscal, más emisión monetaria y más inflación. Un problema incluso para él mismo, si llegar a a ser electo Presidente y se produjera, como definen en sectores del peronismo, el “milagro” improbable.

También ese sería, claro, un mérito político absolutamente personal.