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Planchar la ropa es cosa del pasado

Cambio de época y modas, intento de acabar con los roles de género o simplemente decretar el final de una costumbre para muchos tediosa, son algunas de las explicaciones de jóvenes -y no tanto-, para decirle chau al “ritual” del planchado

Planchar la ropa es cosa del pasado

Las nuevas generaciones rompieron con la tradición / Freepik

7 de Mayo de 2023 | 04:29
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Cada generación tiende a romper con los usos y costumbres de sus antecesoras. Sin importar si se trata de cosas que a simple vista parecen nimias como puede ser la moda, hasta las tradiciones más arraigadas que durante años moldearon el accionar de las personas.

Una de las costumbres o “mandatos” que ha quedado atrás con el paso del tiempo es la de planchar la ropa. Parece algo menor y hasta jocoso establecerlo como un logro de toda una generación entera, pero no deja de ser el reflejo de los tiempos que corren y esconde por detrás diferentes aristas.

Décadas atrás, cuando la mayoría de las mujeres se dedicaban exclusivamente a la casa, una de las tareas que ocupaba una gran parte del tiempo era el planchado de la ropa, actividad que no se limitaba sólo a las prendas de vestir sino que también incluía sábanas, toallas y hasta pañuelos de tela. Pasaron los años y las mujeres comenzaron a trabajar fuera de sus hogares, pero de todos modos continuaron siendo las encargadas de las tareas domésticas; al contar con menos tiempo, empezaron a relegar algunas de ellas.

Juana tiene 29 años, hace casi diez que vive sola y recién a mediados del 2022 incorporó una plancha a su casa, “pero solo para ciertas cosas” aclara. “Yo no plancho, mi mamá tampoco lo hacía cuando yo era chica y no me parece nada grave, la verdad es que si no se nota que está arrugado, ¿para qué?”, explica la joven y añade: “mi abuela sí lo hacía, recuerdo que los sábados a la tarde agarraba el canasto y mientras miraba tele se pasaba horas planchando, la verdad que no me parece una buena forma de pasar el tiempo libre”, asegura la chica.

“Mi abuela sí plancha” manifiesta por su lado Maira, profesora de Historia y Geografía, que desde que tiene 23 años da clases en distintas escuelas (lo que le deja muy poco tiempo para las tareas del hogar, según admite). Quizás no lo hace tanto como antes, porque ya esta grande, pero ni mi mamá ni yo planchamos”, aclara la docente.

En ese sentido, analizó que “nos pese o no, siempre se trató de un deber del que se encargaban las mujeres, pero en la modernidad y la incorporación femenina plena al mundo laboral, no alcanza el día para encargarse de todo. Cuando con mi hermano éramos chicos era un poco más común que mi mamá -también docente- planchara, pero poco a poco lo dejó de hacer. Ahora de grandes simplemente planchamos alguna prenda en particular para alguna salida o evento especial”.

Que se trata de algo generacional no hay dudas, lo difícil es establecer cual fue la generación que le dijo chau a esta costumbre. Ana tiene 45 años y tampoco es una devota de la plancha. “No es algo de las jóvenes de hoy en día” sostiene y comenta que “el único momento de mi vida en el que planché fue cuando mis hijos eran bebés, de esa manera me aseguraba que la ropa no tuviera bichos o cualquier cosa que pudiera hacerles daño”. A medida que los chicos crecieron, dejó de hacerlo.

Pero, de todos modos, aclara que “obviamente, en casa tengo una plancha para emergencias, hay prendas que sino serían imposibles de usar, pero la verdad es que todo lo que pueda evitar plancharlo, mejor así”.

En cambio, Soledad directamente no tiene plancha en su departamento. Tiene 30 años y vive sola desde los 18, cuando dejó la casa de su familia para estudiar. “En ese momento, mi mamá me regaló una que nunca usék y cuando se le rompió la de ella se la devolví, estaba como nueva”, relató. En la casa de sus padres la ropa siempre se planchó, pero por falta de tiempo la empleada que limpiaba en su casa era la que se encargaba de la actividad.

Muchas explicaciones, la misma salida

Desde chica, Guillermina fue la encargada de planchar la ropa de toda su familia. “Era mi tarea asignada para ayudar a mi mamá”, recuerda. Así, desde pequeña planchó las prendas de sus padres y de su hermano menor, costumbre con la que continúo al mudarse sola, pero ahora “ya hace un año y medio que no lo hago más” señala. “Ahora que ya no vivo con ellos mi mamá plancha su ropa para ir a trabajar, y mi papá sólo las camisas cuando tiene alguna fiesta, pero no para el uso cotidiano”.

“Yo no plancho, la última vez que lo hice fue hace años. En casa, toda la ropa la plancha mi pareja” dice Ayelén, quien indica que “la plancha que tenemos en casa no la compramos, la heredamos de un pariente y sobrevive así con el cable en las últimas. No pienso gastar plata en una nueva”.

A ella, la pregunta sobre este quehacer le remite a cuando era pequeña “a mi familia y a mi infancia; a mi mamá odiando hacerlo... pero planchando de todos modos. Éramos una multitud así que de grande la entendí”.

Falta de tiempo, cansancio o simplemente la liberación de una tarea que nunca gustó son algunos de los argumentos que usan quienes levantaron como una bandera el fin de la plancha.

Además, todo viene aparejado con un cambio en la moda y las telas que se usan para confeccionar la ropa. Años atrás a trabajar se iba a trabajar con vestimenta formal, era impensado un escenario como el de hoy en día, en el que muchos van a la oficina de remera e incluso zapatillas. De este modo, las camisas u otro tipo de prendas que necesitan sí o sí ser planchadas van quedando a un lado.

En este sentido, Fernando expresa que “no plancho la ropa porque siento que es una pérdida de tiempo y siempre ando a las corridas, sólo usaría el recurso para camisas pero como no suelo vestirme tan formal seguido no lo hago”. Él tiene una plancha que le regaló su abuelo pero no recuerda haberla utilizado alguna vez, en cambio “mi mamá tiene 60 años y siempre le gustó usar la ropa planchada, hasta las medias, pero yo no, la dobló y la guardo, es un planchado ‘natural’”, bromeó.

Al respecto la socióloga A.M señaló que “los patrones de consumo cambiaron mucho de una generación a otra; por ejemplo, los centennials son una generación mucho más relajada, heterogénea, con conciencia ambiental y la madurez se presenta más tarde. Los trabajos que se buscan no son los convencionales, hay menores exigencias en los lugares de trabajo respecto a las formalidades y hay otras practicidades respecto a electrodomésticos y telas”.

En esa línea se puede hablar de una generación mucho más relajada en ciertos aspectos y que pone el foco en otras cosas como la cuestión ambiental. Es que “planchar es un derroche de energía eléctrica innecesario”, expresó Agustina quien agregó “que hoy la mayoría de la ropa está hecha con telas sintéticas -que no me gustan mucho- pero que casi no se arrugan”. En su caso recuerda que su mamá les planchaba los delantales y ropa de la escuela, pero cuando con sus hermanas crecieron esa tarea dejó de hacerse, “en casa solo planchan las camisas del trabajo de mi papá” indicó.

Pero hoy en día “los trabajos ya no son tan estructurados, por ende, hay otras telas y estilos que se ponen en juego y crean looks más relajados que no requieren de plancha, lo que se traduce en tiempo que te ahorrás”, explica la socióloga.

“Hoy imperan otras propuestas que acompañan la moda, la producción, el mundo del trabajo y las transformaciones sociales. Primero, la sustentabilidad; la producción tuvo que ir amoldándose a las demandas de consumo con prendas más amigables al planeta, elementos reciclados, reutilizables, y la plancha es un motivo más de gasto de energía. Lo estético tuvo que ir amoldándose a estilos más juveniles, heterogéneos y diversos de cuerpos y géneros”, concluye la analista.

Son múltiples los análisis y variables, pero todos conducen a lo mismo: el planchado nunca fue una actividad que haya gozado de mucha popularidad”. Es más, la socióloga revela que “siempre fue unas de las actividades más odiadas, y la ciencia y la tecnología acompañaron para alivianar esto”.

 

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