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La Ciudad |IMPRESIONES

Ocurrencias: amores bombardeados y azafatas desesperadas

Alejandro Castañeda
Alejandro Castañeda

4 de Junio de 2023 | 02:01
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Si creíamos que Shakira había alcanzado cumbres de despecho con su cancionero vengativo, la aparición de esta azafata abandonada que avisó de bombas en un avión que iba a Miami, acabó superando todo lo conocido. Se sabe que los amores rotos generan corazones indignados y pendencieros que no se privan de nada para desahogarse. Las cancionistas de hoy facturan el desamor. Pero lo de la azafata bombardera le da un aliento semi terrorista a la indignación amorosa. Su pareja la dejó para irse con otra. Y ella, recargada de angustia, como no tenía la posibilidad de facturar su desencanto, eligió una partitura tremendista: amenazar con bombas a ese amante que se aprestaba a levantar vuelo y marcharse para siempre. ¿Cómo impedirlo?

Nunca el despecho había organizado una salida tan vengativa y ajusticiadora. Ella quería aguarle la fiesta a ese ex que se iba a Miami para reunirse con su nuevo amor. Y como no podía ordenar su rencor, decidió retardar el vuelo, demorar por unas horas ese encuentro y hasta poner en riesgo su carrera con tal de que ese aparato a punto de despegar se quedara un rato más al lado de ella. Es en el fondo un ejemplo desmedido de un romanticismo sin límites que encuentra en la exageración la única manera de ser explicado.

Hay algo de bolero mortal y desesperado detrás de esta locura que juguetea con la pasión, los celos y las bombas. El despecho puede llegar a ser aniquilador. Rencor y venganza se retroalimentan cuando el copiloto levanta vuelo con otra u otro. La azafata se sintió desfallecer. Y temía por ese desamparo que empezaba a carretear.

El desahogo enardecido hizo su aparición de la mano de Shakira. Ella les enseño a tararear sus furias con versos rencorosos y agresivos. Y a expresar su dolor, no con nostalgia, sino con acciones. Las cancionistas de hoy son mujeres inspiradas y sufridoras que no dudan en andar chapaleando sobre el resentimiento, el desquite y la tristeza. Lo de la azafata es aún más desolado y extremo. El desamor había podido con ella. Y sumida en una desesperación autodestructiva, apeló a las falsas bombas para desnudar un dolor legítimo. Ella, que trabajaba en el cielo, bautizó a Miami como el destino más infernal.

Rencor y venganza se retroalimentan cuando el copiloto levanta vuelo con otra u otro

Amenazó con bombas a ese amante que se aprestaba a levantar vuelo y marcharse para siempre

Nadie ignora que las parejas amorosas encuentran en su travesía muchos pozos de aire. Es un vínculo al que acechan la rutina, el cansancio, el desamor y las tentaciones cercanas. Por eso, por tantas azafatas malheridas, la Sologamia empieza a ganar terreno. Se llama así a la decisión de casarse con uno mismo. Sus oficiantes acaban siendo fieles a la soledad. Comenzó en Estados Unidos y Gran Bretaña y se ha extendido porque hay tanta desconfianza, que muchas se eligen a sí mismas como garantía de poder cumplir aquello de “hasta que la muerte los separe”.

La ceremonia incluye anillos, votos, testigos. No es legal, pero a esta altura qué es legal. Ya hubo un caso aquí cerca: Sasha Cagen, de 40 años, una norteamericana enamorada del tango que vive en Buenos Aires, hace 15 meses se autocasó en el Jardín Japonés. La pionera de estas solitarias casamenteras fue Yasmin Eleby: acudió solita y resignada al altar en una fastuosa ceremonia celebrada en el Museo Afromamericano de Houston, en la primavera del 2014. Yasmin contó que se había prometido que, si al cumplir 40 años no había encontrado un amor para toda la vida, se casaría consigo misma. Como andan escaseando los amores eternos, decidió quedarse con ella, pero no soltera.

Y esta semana se supo de una más: una mujer de Ohio, en EE UU, se casó con ella misma. Se llama Dottie Fideli y tiene 76 años. La ‘recién casada’ afirmó para CBS News que organizó la boda el mes pasado, donde portó un vestido blanco, un velo y un pequeño ramo de flores. Cuando el oficiante le preguntó si se aceptaba como esposa, ella dio un sí que tenía más de resignación que de esperanza.

La soligamia no es una elección sino una consecuencia. Todas han confesado que se les han escapado muchos aviones. Pero en vez de bombardear sus nostalgias, prefirieron mirarse al espejo, estrechar sus manos y elegirse cada noche. Porque cada uno va creando su propia soledad y el insomnio se los recuerda.

 

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